Sandra González, arquitecta: «¡Feísmo! ¿Por qué hay que decir que lo nuestro es feo? Nos hace inferiores»

Carlos Punzón
Carlos Punzón VIGO / LA VOZ

VIGO

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Reniega de los planes urbanísticos y de la formación actual de los arquitectos

11 sep 2023 . Actualizado a las 01:01 h.

No hay medias tintas. Sandra González se posiciona respecto a todo en su ámbito de la arquitectura y el urbanismo. Se declara enfadada con como se han desarrollado, por lo general, las villas y ciudades gallegas; discrepa del carácter excesivamente numérico y «rancio» de la formación que se da a los futuros arquitectos, y le repele la consideración del término feísmo como excusa para la «flagelación». Pero ese espíritu crítico lo ha canalizado tratando de agitar conciencias. Salió a la calle y creó A vila do mañá, talleres que ha desarrollado en 27 concellos e incluso ha llevado a Brasil y por los que han pasado 9.800 niños y adolescentes a los que ha enseñado jugando a que valoren su entorno, sepan de dónde surgió lo que les rodea y cómo pueden mejorarlo sin perder su esencia. Lo acaba de hacer en el barrio vigués de Coia y también en Bueu, Cambados, Silleda, Vilagarcía, Ferrol, Santiago o São Paulo. Ha sido requerida para exponer su proyecto sobre espacios urbanos en Madrid y Barcelona, y de Islandia y Kentucky acaban de venir sendas delegaciones para conocerlo. «En Galicia, en cambio, no se ha contado en ningún sitio. Quizás porque lo que pienso lo digo y duele», piensa.

Confiesa no predicar con ese ejemplo de exaltación en su O Carballiño natal. «Es una villa un tanto peculiar. Es una parte de Sudamérica metida en el interior de Galicia», dice a neta do Brasileiro, sacando a relucir el sobrenombre de su familia para enraizar esa vinculación de ida y vuelta de su pueblo con el otro lado del Atlántico y dando cuenta también de un enclave donde la desmesura urbanística se desató con la coartada de acoger a las sucesivas oleadas de recién llegados. «Estoy enfadada con O Carballiño. No es un ejemplo a seguir», apunta para dirigir sus dardos hacia la burbuja inmobiliaria y los planeamientos miméticos diseñados por toda Galicia solo para habilitar parcelas donde construir. «No se pensaron las ciudades desde la identidad de la villa en la que se estaba trabajando. Se pensaron todas absolutamente igual. Se dibujaban bloques en el planeamiento y estos eran iguales en Vigo, O Carballiño o Carballo», censura. «No creo en los planes urbanísticos y soy urbanista y he estudiado urbanismo con los mejores», advierte para dar consistencia a su pensamiento, consciente de que puede representar todo un anatema para algunos de sus colegas. Aunque sus afirmaciones más contundentes las suele evaluar con el temor a haberse metido con los dos pies en el charco de la polémica, no tiene miedo de afirmar que los planes de ordenación urbana no han funcionado en Galicia. «Lo que han hecho ha sido generar un sinfín de medianeras», relata desde su estudio de PØST Arquitectos. Pone en cuestión también que esa planificación siempre se haya cimentado en la idea de que todos los municipios van a seguir creciendo y van a ganar más residentes sin freno. «Esos planes, que se presentaban como si fueran la Biblia, son los que han propiciado las ciudades que tenemos hoy, con edificios de nueve plantas al lado de una vivienda unifamiliar». Aboga por adoptar proyectos urbanos, no solo detallar cuánto se puede construir en cada esquina. «En los proyectos urbanos se atiende todo: tipología de viviendas, su número, el entorno urbano y se afronta la necesidad por bolsas en cada momento, como en Barcelona», sitúa.

Para Sandra González el enfoque correcto radica en la escala humana. «Las personas no son números y los espacios verdes tampoco, que es como los conciben los planes urbanísticos, que no hacen que sean más que espacios residuales». Por eso se declara sorprendida con las bolsas verdes abandonadas en el barrio vigués de Coia. «Algunas parecen escenarios de guerra», lamenta la pérdida de oportunidad que supone. «La estética tampoco debe de ser una hipoteca», aclara para criticar la remodelación de espacios públicos en los que el diseño manda y no se piensa en dotarlos de sombras y equilibradores naturales de la temperatura.

Escasa reflexión colectiva

Salió de la carrera en plena crisis inmobiliaria y al poco tiempo se dio cuenta de que «no aprendemos». La pandemia ha puesto de relieve que el espacio público urbano no es suficiente «pero las peatonalizaciones ya se están revirtiendo. De nuevo prioridad a los números, a los que generan economía y votos».

Considera que la sociedad tiene que participar en el desarrollo de su municipio y sobre desde las edades más tempranas, como promueve desde A vila do mañá. «El futuro es el de las vilas como las de Galicia», advierte no sin rechazar la creencia de que siempre es mejor lo de los demás. «Por eso critico el término feísmo, lo odio, porque supone una autoflagelación que acaba por ocultar las virtudes que tenemos. Nos hace inferiores. Se han hecho cosas mal, sí, pero generan oportunidades también. Hay que buscarlas, como se hizo con el museo de murales que ha logrado Carballo en sus medianeras. Le ha dado la vuelta. En urbanismo hay que diseñar una estrategia y saber a dónde se quiere llegar», mantiene.

Álbum familiar

EN DETALLE

- ¿Primer trabajo?

- El proyecto y dirección de obras de las viviendas de los maestros de Rianxo, mi primera obra con la que me colé en los Premios de Arquitectura de Galicia.

- ¿Causa a la que se entregaría?

- Ya estoy entregada, a la Vila do mañá, a poner en valor lo propio, y evitar que se pierda más patrimonio por pensar que lo que viene después va a ser mejor.