Los insectos voladores, que son vegetarianos, tienen una función ecológica al fertilizar las tierras
24 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hoy queremos añadir otra entrada a nuestra serie dedicada a los mosquitos (y similares) puesto que a estas alturas del año ya deberían haber terminado su actividad, pero en el entorno rural de Vigo, e incluso en varias zonas urbanas, todavía podemos ver las típulas, e incluso con frecuencia se nos cuelan en casa.
Quizás se pregunten qué son las típulas, pero seguro que las conocen: vienen siendo como mosquitos gigantes. Si un mosquito, que contando sus patas apenas llega a superar un centímetro de tamaño ya nos produce pánico por su posible picadura, imaginen ver a un primo de seis centímetros sin contar las patas… pensaríamos que nos podría hacer una transfusión completa de sangre, pero las cosas no son los que parecen y, para empezar, las típulas no son mosquitos.
Aunque pertenecen al mismo orden son de familias totalmente distintas. Diferenciarlos es muy sencillo: para empezar por su tamaño. Las típulas son unos insectos enormes para lo que viene siendo la media en nuestras latitudes. Otro rasgo característico son sus patas, muy largas en proporción al cuerpo y considerablemente más largas que en los mosquitos. Otra diferencia son sus alas en reposo, siempre cerradas en el caso de los mosquitos, pero las típulas las mantienen casi siempre abiertas formando una V.
Su forma de volar también sirve para distinguirlas: mientras los mosquitos tienen un vuelo generalmente muy preciso, las típulas vuelan de manera atolondrada y es frecuente verlas dándose topetazos contra las paredes. Pero ahora vamos con la diferencia fundamental que por desconocimiento supone la muerte de una cantidad enorme de típulas: nuestras amigas no pican, ni machos ni hembras, nunca. Son absolutamente inofensivas a pesar de su tamaño. De hecho no podrían picarnos ni aunque quisieran porque carecen de estilete en forma de aguijón en la boca y aunque incluso el ovopositor de las hembras lo parezca. Nuestras amigas son absolutamente vegetarianas, se alimentan de néctar y polen y, por lo tanto (al igual que los mosquitos), son unas apreciables aliadas para la polinización de las plantas.
Otras especies se alimentan de detritus vegetales, colaborando en el proceso de compostaje aportando fertilidad a la tierra. Para ello tienen poco tiempo pues en su fase adulta, que es cuando las solemos ver, ya no se alimentan y tienen apenas unos días para cumplir su función ecológica y reproducirse. Pero, por si fuera poco, podríamos añadir un elemento que no se suele tener en cuenta a la hora de valorar el papel de los insectos polinizadores: la creación de empleo. Disculpen la autocita, pero en un informe recientemente presentado, en Amigos de la Tierra, calculamos que la conservación de los polinizadores permitiría la creación de 28.000 empleos en nuestro país, tanto en la restauración de áreas naturales como en la transición ecológica en la agricultura.
En el mismo informe señalamos que la polinización es clave para la vida humana. El 70 % de los cultivos necesitan de la misma para producirse, sin embargo, se estima que un 40 % de los insectos se extinguirán en las próximas décadas.
Queremos destacar también el trabajo de investigación y divulgación que sobre estos amables bichitos realiza en la Universidad de Vigo su departamento de Ecología y Biología Animal (Alejandro Polina, por ejemplo, ocupado últimamente tras los pasos del mosquito tigre por el entorno de Vigo).
El mensaje que nos gustaría transmitirles es muy claro: por favor, no maten a las típulas si por la noche, atraídas por la luz se les cuelan en casa. Es sencillo invitarlas amablemente a salir empujándolas con cuidado hacia una ventana (su aspecto ya indica que, a pesar de su tamaño, son muy frágiles). De esta forma les harán un favor, en primer lugar a las típulas, pero también a todos, a todas y a todo por permitir que continúen desarrollando su fundamental papel ecológico.