El día que se prohibió el «can» para mariscar

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Benito

En octubre de 1980, el Ministerio de Agricultura puso freno a un arte de pesca que había provocado desde años antes continuos enfrentamientos entre los marineros en todas las Rías Baixas

24 oct 2023 . Actualizado a las 04:50 h.

«De acuerdo con los asentamientos biológicos oportunos se considera este instrumento como dañino y causante de una grave disminución de empleo en el sector marisquero al sustituir el esfuerzo humano por una extracción mecánica masiva y esquilmante de marisco», decía la nota de prensa del Ministerio de Agricultura del 21 de octubre de 1980 que reproducía al día siguiente La Voz de Galicia. El instrumento dañino era el can, un gran rastrillo de acción mecánica que empleaban desde años atrás embarcaciones en las Rías Baixas para extraer moluscos.

Su uso fue el origen de un gran conflicto que alteró, a finales de los años setenta, el ritmo habitual de las costas gallegas. Se enfrentaban los mariscados de vara y a pie con los del can, y en la ría de Vigo saltaron las chispas desde el otoño de 1977. El 14 de noviembre, la dársena del Náutico de Vigo se llenó de mariscadores de vara que acorralaron a algunos familiares de marineros que empleaban el polémico can. «Las mujeres que se encontraban encerradas en el Náutico, fueron los de «vara» quienes las agredieron, armados, con machetas, azadones y hoces, sorprendiéndolas, pues habían venido a Vigo (desde Cangas) para traer las comidas a sus maridos, por si la manifestación que tenían en proyecto hacer ante la Comandancia de Marina se prolongara. Por su parte, las mariscadoras de Cesantes (de a pie) insistían en que las que iban armadas con cuchillos y piedras escondidos en los bolsos, eran las que acaban de llegar de Cangas, con el evidente propósito de sorprender a las de «vara», para impedirles que trabajaran. Insistieron en que los del «can» habían manifestado que están dispuestos a enfrentarse a los de vara e impedirles mariscar», se podía leer en La Voz de Galicia del día siguiente. Fue necesaria la intervención de la Policía Armada y la mediación del Comandante de Marina.

No fue un hecho aislado. Los incidentes se reprodujeron en días posteriores y no fue hasta octubre de 1980 cuando se prohibió expresamente el uso del endeño de arrastre, en Galicia conocido como can.

El Ministerio de Agricultura basaba su prohibición en un informe realizado por el Instituto Español de Oceanografía. En el real decreto se explicaba que se vetaba el uso de todo aquel instrumento marisquero extractivo que se utilizase remolcado y que dispusiese de dientes de una longitud superior a 150 milímetros.

En aquella orden se establecía un plazo de quince días para deshacerse del aparato. Pasado dicho plazo se sancionaría la simple tenencia a bordo del endeño o parte del mismo, que además sería confiscado.

Días después, La Voz de Galicia daba cuenta de las quejas de los patrones de Cangas que se veían obligados a cesar en sus actividades con el can. Explicaban que con ese arte se obtenían en la zona de Cangas 100 millones de pesetas anuales, con el consiguiente efecto multiplicador sobre la industria conservera. Afirmaban los armadores-trabajadores del «can» que del asunto se había hecho una batalla política. Añadían que dentro de la Ría de Vigo, la zona tradicional en la que trabajaba el «can» desde hace 30 años estaba comprendida entre la boya dos Castros, Cabo Home e islas Cíes y que los bancos marisqueros se hallaban a profundidades superiores a 15 metros. Al «can» —añadían — se dedican un mínimo de 300 embarcaciones con 1.500 pescadores que a su vez son cabezas de familia, cuyo medio fundamental de vida es la pesca», recogía La Voz de Galicia el 2 de noviembre de 1980.

Cambios

En 1991 volvió a la actualidad el can o endeño remolcado. El 5 de agosto de ese año, alrededor de trescientos mariscadores, pertenecientes a la Organización de Productores OPP38 de la Ría de Vigo, protagonizaron un encierro en la Delegación de la Consellería de Pesca, como medida de protesta por la concesión de licencias a una docena de barcos adscritos a la Cofradía de Cangas, para faenar con endeño remolcado en la zona exterior de la ensenada de Liméns. Los dirigentes de la organización marisquera consideraban que con esos permisos se estaba dando carta de legalidad al furtivismo y al uso de un arte, el can, claramente destructor de les recursos.

Y tres días después el conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, señalaba que no se volverían a dar licencias como las concedidas temporalmente a los mariscadores de Cangas, algo que sí permitió, a través de una campaña experimenta, en Corcubión. Posteriormente, este método extractivo fue permitido de forma regulada a través del plan de endeño remolcado de la Xunta, y aplicado en distintas zonas de la rías gallegas, pero sin entrar en conflicto con las otras formas de marisqueo, y siempre en zonas de profundidad superior a los quince metros.

En la actualidad, cofradías como la de Bueu y Cangas tienen regulados programas para el uso del endeño remolcado, pero ya casi desapareció aquel término que, en la ría de Vigo, dejó constancia de la existencia de una «guerra do can»