Chips en la ropa para que no se pierda en la mayor residencia de Galicia

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

M.Moralejo

El centro del Meixoeiro reduce los extravíos con un sistema informático

21 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Existe una queja recurrente en las residencias de mayores: hay prendas que desaparecen. Antes o después, siempre ocurre, la ropa se pierde. Si esto es un problema en cualquier centro sociosanitario, lo es más en el Complejo Residencial de Atención a Personas Dependientes (CRAPD) de Vigo, la residencia situada junto al Hospital Meixoeiro, porque es la más grande de las que la Xunta gestiona de forma directa en Galicia. Entre sus dos centros suman 420 usuarios. «Seguro que procesamos más de mil prendas cada día», estima el director, Óscar Arroyo.

Su fórmula para evitar la pérdida de ropa es el uso de chips. A cada pieza se le coloca uno. Cuando un usuario llega a la residencia por primera vez, todas sus prendas son dadas de alta en un sistema informático. Se codifican, se les hace una foto y se etiquetan. Prenda a prenda. Además, se les implanta un chip, que es un pequeño plástico con forma circular, similar a un botón, que se adhiere con calor. Este chip porta la información del residente: quién es, en qué planta está, cuál es su habitación, cuál su armario.

«A los usuarios se les pide que no traigan más de 80 o 100 prendas de ropa», admite el director, «pero no se cumple». Pueden parecer muchas, pero cada calcetín cuenta como una prenda distinta. Y después está un hecho determinante: el usuario que accede a una residencia se va a vivir allí, no es un hotel, por lo que necesita ropa de invierno y de verano, desde abrigos hasta piezas cortas. «En la práctica, tienen unas 100 o 150 prendas», detalla la gobernanta, Pilar Estévez.

«Es su única pertenencia»

Con 420 usuarios, es un volumen enorme. Antes solo se marcaba la ropa imprimiendo el nombre en una etiqueta de tela con autoadhesivo. «Pero se despegaban con los sucesivos lavados, que son muchos y muy agresivos, a 80 o 90 grados», explica el responsable del área residencial del centro, Mariano Gutiérrez. Cuando la pieza quedaba sin su etiqueta, era imposible encontrar a su dueño en un océano de cuatro centenares de personas, en una residencia que es específica para personas dependientes en todos los grados posibles. «Para algunos residentes, su única pertenencia aquí es su prenda, es muy importante para ellos», reflexiona Óscar Arroyo.

El uso de los chips viene a solucionar todos estos problemas. En la residencia admiten que siguen teniendo pérdidas por ese motivo, con las consecuentes quejas, pero nada que ver con la situación anterior. En realidad, la Xunta implantó este procedimiento en todos los centros de gestión directa, explica un portavoz de la Consellería de Política Social. Se pilotó en el CRAPD de Vigo por su volumen y luego se extendió a todo el sistema.

Que esté en todas las residencias de gestión directa es otra ventaja. Si un usuario se traslada a un centro de otra localidad, sus datos ya están en el sistema, su ropa está chipeada e incluso si se encuentra en otro centro se podría determinar que le pertenece. Los traslados de centro son frecuentes, porque la lista de espera para una plaza en la pública es única para toda Galicia; muchos ingresan en la primera localidad que está disponible y luego intentan acercarse. La demanda supera ampliamente la oferta. Esto hace que la residencia del Meixoeiro siempre esté al 100 % de su capacidad.

El proceso

El proceso comienza en la zona de costura. Allí, la camarera Rita González va registrando cada prenda en el ordenador, con su foto. Después le coloca el chip. «Cada chip va asociado a un residente, que está asociado a una habitación, que está asociada a un armario», explica el informático, Fernando Barrio. También se marca con la etiqueta tradicional, de forma que va identificado dos veces. Un momento que tiene su importancia es la elección del lugar donde se va a colocar. En una camisa hay varias opciones para que no sea incómodo, pero en un calcetín la cosa se complica —suelen colocarlo en la goma, arriba de todo—.

El coste de cada chip ronda el euro, según indican en el centro. Cuando un usuario deja de vivir en la residencia, los chips se reutilizan. Todo este sistema también permite tener la trazabilidad completa de cada pieza de ropa, porque se almacena información histórica, como el número de veces que se lavó o cuándo.

La zona de costura se ubica al lado de la lavandería. En esta residencia se lava la ropa de los usuarios y se externaliza la común (sábanas, mantas, toallas, manteles...). Cada día se cargan los enormes carros de la ropa recién lavada y planchada. «Carro 8, fila 4, columna D, habitación C-105, armario P», dice la pantalla al detectar una prenda concreta. Cada carro se divide en casillas. Cada una de estas porta la ropa de un solo residente. Así que la ropa parte de la lavandería ya clasificada, gracias a esas indicaciones. Al llegar a la habitación, las auxiliares la colocan directamente en el armario. Esto también ahorra tiempo.

Además, cada carro lleva un teléfono móvil con capacidad de leer el chip, de manera que si hay dudas con una pieza de ropa, se puede comprobar a quién pertenece. Y si aparece fuera de sitio, se puede volver a introducir de nuevo en todo el circuito.