El almirante Méndez Núñez alcanzó renombre en la Guerra del Pacífico

j. miguel gonzález fernández

VIGO

cedida

Su flota bombardeó Valparaíso (Chile) y El Callao (Perú) en 1866

04 feb 2024 . Actualizado a las 09:04 h.

En el Vigo del siglo XIX se fueron forjando mitos que pasaron a formar parte de la idiosincrasia de la ciudad, unos religiosos (Cristo de la Victoria), otros militares (la Reconquista) y los de personajes que, por una u otra razón, destacaron en su época: políticos, artistas, etc. y entre ellos brilló con luz propia la figura de Méndez Núñez.

Casto Méndez Núñez, de linaje hidalga por ambas partes (Núñez del pazo de A Fervenza, ahora calle Vázquez Varela), nació en la casa solar de la plaza de la Constitución en 1824. Fue llevado a vivir a Madrid, pero a los 10 años regresó para estudiar en la Escuela de Náutica, preparatoria para entrar en la Armada; cuenta la tradición que salvará a dos niños que se estaban ahogando frente a la playa de O Areal.

Obviamos por dilatada y de sobra accesible la trayectoria militar del personaje en Fernando Poo, Antillas y Filipinas, solo señalar que fue ascendiendo en el escalafón de la marina de guerra, cerrándose con el grado de contralmirante.

Pese a todas las dificultades del gobierno largo de 5 años de la Unión Liberal (centro-derecha), presidido por el general O’Donnel, España se implicó en seis guerras: Cochinchina (Palanca, 1859-63), México (Prim, 1862), la del Pacífico (1862-66), la de la problemática incorporación de la República Dominicana a la corona española tras librarse del yugo haitiano (1861) y la más «romántica» por excelencia: la de África (1859-60). Todas estaban unidas por la búsqueda de un anhelo de prestigio, ya que no sacaría beneficio alguno o muy limitado.

Durante la guerra hispano-sudamericana, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú declararon la guerra por la suspicacia de que España interviniese en América. Aunque tras el asesinato de un ciudadano español y sin representación diplomática, el almirante Pareja firmó un tratado con Perú, este no tuvo efecto, a causa de un golpe de Estado allí y entraron en conflicto; en el se intentó una exhibición disuasoria mal dirigida desde Madrid (ministro marqués de Miraflores), y con medios navales insuficientes para afrontar la campaña. Se ordenó la salida de una flota de 7 buques de guerra, de los que solo las fragatas Arapiles y Numancia estaban blindadas; tras el suicidio de Pareja, el mando pasó a Méndez Núñez. Tras doblar el Estrecho de Magallanes, la flota bombardeó primero Valparaíso (por no habérsele permitido carbonear) tras preaviso de evacuación, sobre todo por los buques anglosajones allí anclados. Seguidamente, hizo lo mismo con El Callao (2 de mayo de 1866), salida al mar de Lima, fortificado con cañones y minado; sin ni una baja.

Considerada finalizada su misión acabó de dar la vuelta al mundo, siendo la Numancia el primer barco de su tipo en el mundo que salió y volvió a su base, la bahía de Cádiz. A lo largo del tiempo varios barcos de guerra de la Armada Española llevarán su nombre, en su memoria. La referida campaña se popularizó por la frase: «La Reina, el Gobierno y yo preferimos honra sin barcos que barcos sin honra». El armisticio, no obstante, no puso fin a la desconfianza existente.

Falleció soltero en Pontevedra en 1869, siendo trasladados sus restos mortales a la capilla del pazo de O Con (Moaña). En 1877, estando de visita, Alfonso XII emitió un Real Decreto para que trasladarlos al Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz). Ya en 1884, el conocido escritor vigués N. Taboada Fernández editaba en Madrid su obra: El combate del Callao. Descripción del bombardeo y biografía del almirante Méndez Núñez, signo de la popularidad de este «heroico» hecho militar. Con anterioridad a 1874 se dio su nombre a una calle en el entonces centro de la ciudad intramuros. En agosto de 1890 se inauguraba en la Alameda la estatua en bronce del renombrado escultor Agustín Querol, erigida por suscripción popular a iniciativa de la sociedad El Gimnasio, con asistencia de Isaac Peral, contralmirante Carranza, autoridades y numeroso público; también se descubría una placa en su casa natal en la por entonces sede del Liceo Artístico, que aún hoy puede verse junto con un blasón heráldico de época.