«Seguimos pagando el local del restaurante La Carpintería porque estamos deseando reabrir tras el cáncer»
VIGO
Los dueños del restaurante de Bouzas se vieron obligado a cerrar y subsisten gracias a la ayuda de sus familias
05 feb 2024 . Actualizado a las 16:28 h.Al principio, a la repostera Elena Garmendia le costaba volver a la cocina de La Carpintería. El restaurante que había fundado con su marido, el chef Rafael Pérez, en una antigua carpintería de ribera de Bouzas era su proyecto de vida. Cuando a él le detectaron un cáncer, en el 2022, siguieron trabajando. Tras meses de un tratamiento que no funcionaba, a él lo incluyeron en un ensayo clínico en la Fundación Jiménez Díaz, en Madrid. Entonces se cogían un avión los días libres, con discreción, y a la vuelta estaban sirviendo comidas. Sin que nada se notase. El fármaco tuvo unos resultados discretos y, ya con metástasis en el pulmón, el pasado noviembre los médicos decidieron administrar un nuevo ciclo de quimioterapia más agresivo. Entonces ya se vieron obligados a cerrar el restaurante, su proyecto de vida. Y en los primeros días, a Elena le costaba hacer aquello que hacía tan bien, que era meterse entre los fogones.
Ya no. «Ahora voy casi todos los días. A veces, enciendo el horno y hago alguna tarta», confiesa. El restaurante está vacío, no hay clientes ni empleados, pero es su vida. Rafa también va. «Él cocina desde el primer día, en casa, piensa platos nuevos. Es que esto es nuestra vida», explica. «Nos conocimos cocinando en la escuela de hostelería del País Vasco, hace 30 años».
Este jueves, Rafa (53 años) terminó el último ciclo de quimioterapia. El suyo es un cáncer de huesos raro. Se llama tumor de células gigantes. Suele ser benigno, pero puede convertirse en canceroso y desplazarse a otras zonas del cuerpo, por eso los controles son esenciales. En el 2019, Rafa padeció un tumor benigno en una mano; se curó y la vida siguió. Unos años después, reapareció con la agresividad de una metástasis de pulmón.
Después de tres meses y medio de medicación, toca esperar por su efecto. «Él está muy cansado, pero es de Bilbao», ironiza con desparpajo su mujer, muy agradecida a la Asociación Española contra el Cáncer por su apoyo, al personal sanitario del Hospital Álvaro Cunqueiro por su amabilidad y a los enfermos que acuden al hospital de día porque «nunca escuchas una queja, es una enseñanza».
El cáncer de Rafa es también el cáncer de La Carpintería. Y por ello, es también el cáncer de la economía familiar. Rafa y Elena son autónomos y tienen dos hijos estudiando. Como él no podía cocinar, se vieron obligados a cerrar el reconocido restaurante y a despedir a sus diez empleados, para los que tienen un agradecimiento infinito. Solo perciben los ingresos de la baja médica. «Seguimos pagando el alquiler del restaurante y también los suministros porque queremos reabrir tras el cáncer, estamos deseando volver», dice.
Pero no es fácil. Los ingresos no dan para tanto. «Mantenemos el alquiler y nuestra vida, y la hipoteca, y los críos estudiando, porque nos dan dinero nuestras familias. Si no, sería imposible», reconoce. «Estoy segura de que hay bares que son un matrimonio y no tienen apoyo y se van a pique sin que nadie se entere», dice Elena. Por eso ella cuenta su historia.