Antonio Alonso, Albo, Valcárcel, Cerqueira, Freire, Cardama, Lagos, Grupo Davila y Vierasa conforman el legado histórico industrial de la ciudad
24 mar 2024 . Actualizado a las 19:17 h.En España, la mayoría de empresas quiebra al poco de nacer. El 61,5 % de las sociedades no superan los cinco años de vida, según el informe elaborado por la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (Cepyme) hace un par de años. El primer ejercicio es el más difícil de superar. Y solo el 17 % de los proyectos empresariales puestos en marcha en la última década han sobrevivido hasta el 2024. Las estadísticas revelan que los proyectos, por muy brillantes que parezcan, no tienen una esperanza de vida muy prolongada. En Vigo hay un puñado de empresas que han superado los 100 años de historia, algo especialmente meritorio. No existe un elixir que garantice la eternidad, pero está claro que el duro trabajo y la adaptación a cada momento son factores que lo explican. Y acaso el secreto mejor guardado: el mar. La pesca y el naval forman parte del DNI vigués y favorecen su longevidad.
Algunas de estas empresas nacieron en el siglo XIX. La industria conservera es la más longeva. Detrás de una lata de bonito del norte, como las que empacan hoy en día en la fábrica de Conservas Albo en Salvaterra de Miño, hay un sinfín de historias. En 1810, Nicolás Appert propuso a Napoelón un método para conservar los alimentos durante largos períodos, una solución contra la malnutrición durante las guerras napoleónicas. No pasó demasiado tiempo desde la aparición de esta tecnología industrial hasta que empresarios pusieron en marcha en Vigo negocios especializados que continúan vivos hoy en día.
A su regreso de La Habana, en 1873, Antonio Alonso pone su nombre a una conservera que ostenta el título de ser la más antigua de España: 151 años. En el Arenal, empezó enlatando sardina en aceite. Pronto adquirió dos vapores, el San Antonio y el Santo Domingo, para la captura de besugo que descargaba para enviar hasta Madrid en ferrocarril. El excedente se escabechaba en una planta que compartía en Guixar con varios armadores locales. Así comenzó su especialización que le valdría para convertirse en uno de los principales distribuidores de conservas para los ejércitos durante la Primera Guerra Mundial. Palacio de Oriente es en la actualidad la marca más reconocida de esta industria dirigida por Iván Alonso Jáudenes. «La historia de nuestra empresa ha estado siempre ligada a la gente que, con su trabajo e ilusión, dio forma al sueño de su fundador», explican desde Antonio Alonso. Preparar los productos «al estilo tradicional, con mimo», les ha valido para fidelizar a los consumidores, mientras «la incorporación constante de tecnologías» es su forma para garantizar «productividad, eficacia» además de la seguridad, tan codiciada hoy en día.
Conservas Albo también escribió el grueso de su historia en Vigo y ahora la continúa, en Salvaterra de Miño, donde han construido la planta conservera más moderna de Galicia, aunque a 40 kilómetros de distancia del mar. En 1896, Carlos Albo Kay funda una compañía de anchoas en salazón y escabeches en Santoña y es a comienzos del siglo XX cuando abraza la conserva «appertizada» que le hizo ganar lo suficiente como para desplegar once fábricas en la costa Cantábrica y Atlántica. Entre los hitos de esta empresa, figura la etapa en que fue escogida como proveedora oficial del país más pequeño del mundo: El Vaticano. En el «hogar del Papa» se alimentaban a base de sardinillas y bonito del Norte de la marca Tres Escudos de la compañía viguesa. También lo hacían en la Casa Real española. Hijos de Carlos Albo logró consolidarse como conservera española de referencia y mantuvo capital gallego hasta este siglo. En el 2016 se consumó la compra del negocio por parte del grupo chino Shanghai Kaichuang.
Conservas Valcárcel figura en la base de datos del informe Ardán, elaborado por el Consorcio de la Zona Franca, como la tercera empresa más antigua de Vigo porque desde 1919 no ha modificado su denominación social (Justo López Valcárcel SA). Mantiene su sede en esta ciudad, desde la que se fundador se propuso a finales del siglo XIX «exportar a otros países pescados y mariscos de calidad». También Conservas Cerqueira es una histórica, que ahora concentra el grueso de su producción en Rianxo, pero mantiene almacenes en la ciudad en que nació en 1890.
El sector naval de Vigo ha vivido el fallecimiento de astilleros históricos, pero otros han entrado bien en la madurez. A sus 129 años, Construcciones Navales Paulino Freire está en plena forma (sobre todo atendiendo a su proyección internacional). El negocio que arrancó en 1895 Freire Piñeiro, especializado en diseños propios de cascos de madera y maquinaria propulsora y auxiliar, se ha convertido en un astillero capaz de construir yates de gran porte y oceanográficos de tecnología punta. A mediados del siglo XX, la empresa comenzó a fabricar en acero y en 1980 dieron el ambicioso salto de la internacionalización.
«Desde la llegada de Jesús Freire a la empresa, doctor ingeniero naval, tras haber trabajado en un astillero en Hamburgo y haber pasado por la ingeniería española Sener, el astillero comenzó a apostar de forma muy intensa por la tecnología y el buen hacer. La calidad se convirtió en una obsesión», explican Marcos y Guillermo Freire, directores generales. «Nos llamaban el Rolls-Royce de la ría», señalan. La cuarta generación explica que han «recogido el testigo» y siguen enfocados en la «calidad del producto y del servicio», mientras «Jesús trabaja cada día, sábados y domingos incluidos».
La trayectoria empresarial de Astilleros Lagos también comenzó hace más de un siglo. Alfredo Lagos, actual responsable del taller naval que fundó su abuelo, Lagos Carsi, considera que la sensatez es parte del éxito. «Haber permanecido pequeños en tamaño y familiar», describe. Es un caso particular porque cuando el poliéster irrumpió en la industria naval, en esta esquina de Bouzas pusieron en valor los barcos de madera, que siguen construyendo hoy en día. Con barnices especializados, protegen la estructura del paso del tiempo... y de la sal. «Clientes locales a internacionales muy inspiradores» también los considera una de las claves para seguir en el mercado, además de los trabajadores «implicados» durante estos 109 años trabajados a pulso. «Estos factores han allanado las innumerables dificultades y asperezas de estos primeros 109 años y nos animan a continuar». La expresión es esperanzadora, como si lo que ha ofrecido el astillero hasta ahora es el principio.
El abuelo Lagos fue quien puso a flote en la ría de Vigo las primeras canoas automóvil, una especie de lanchas pequeñas y rápidas que comenzó a construir a su regreso de Glasgow. En 1934 culmina su primer snipe, icono de la empresa. Ahora, signo de los tiempos, tienen en mente una versión de sus modelos clásicos, pero en propulsión eléctrica.
También los barcos de madera insuflaron años de carga de trabajo durante la primera etapa de Astilleros Cardama, fundado por Francisco Cardama Godoy en 1916. Fue en la década de los sesenta cuando la empresa obtiene los permisos necesarios en el frente portuario y se transforma «para varar y reparar buques de acero, fundamentalmente de pesca», explica la factoría viguesa. Su mejor etapa como fabricante de barcos de nueva construcción ocurre a lo largo de este siglo, cuando ponen a flote unos cuarenta barcos, remolcadores, buques de vigilancia pesquera, barcos de salvamento, oceanográficos «y, por supuesto, pesqueros».
Mario Cardama, actual director de la empresa, considera que los 108 años de trayectoria son fruto del trabajo duro, pero también coordinado, «desde el jefe hasta el trabajador». Además, ve con buenos ojos que las estrategias de diseño sean «con visión de futuro y no a corto plazo». Con clientes en varios mares y territorios del mundo, considera que Cardama, desde Vigo, ha conseguido «adaptarse a las modificaciones del mercado y la situación de cada país».
También el mar ha dado la vida al grupo Davila, que fundó Joaquín Davila en 1917 como agencia marítima de pasajes, canteras, carbones y hasta obras del puerto. Parte del patrimonio de la empresa está conformado por sellos, postales y carteles de gran valor histórico del servicio de vapores que realizaban hasta mercantes que fondeaban en la ría cuando todavía no existía el muelle de trasatlánticos, antes de 1940. Estos barcos viajaban desde Vigo hasta Cuba, Norteamérica y México.
Más allá de la capacidad de adaptación o la innovación, desde la empresa que ahora dirige Eduardo Davila destacan valores subjetivos como receta para vivir cien años. Entre ellos, «arrojo» para tomar decisiones en tiempos difíciles, pero también «orgullo por el trabajo bien hecho, espíritu de equipo o la integración plena de sus colaboradores con los objetivos de la empresa».
La eclosión de la gran pesca ocurre más tarde, pero Vieirasa atesora el título de la armadora más antigua de Galicia: 1890.