Zaida Jiménez: «Tuve que pedir a mis padres que me dejaran estudiar; hoy están orgullosos»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

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Oscar Vázquez

Al ir a la universidad rompió techos de cristal y hoy sigue luchando contra el racismo. «A los gitanos se nos discrimina para trabajar, alquilar piso o en el supermercado»

13 may 2024 . Actualizado a las 11:21 h.

Hace 20 años, Zaida Jiménez (Vigo, 1987) tenía 17 años. Iba a clase al instituto Santa Irene, estudiaba en casa, ayudaba a sus padres y salía de vez en cuando con sus amigos. Su vida parecía la de una joven más, pero ella sabía que no lo era. Primero, porque tuvo que convencer a sus padres para que la dejaran ir al instituto y cursar estudios universitarios y, segundo, porque era la única de sus amigas que no podía salir; si lo hacía, tenía que volver antes de las diez de la noche. «Tuve que pedir que me dejaran ir a clase, accedieron pero me pusieron unas normas para poder seguir estudiando». Dos décadas después, es una mujer con estudios superiores que forma a otras gitanas para que encuentren su primer empleo. «Estudié Magisterio en Vigo porque mi madre tenía miedo de que me fuera a estudiar a Pontevedra. Hoy está allí mi hermana cursando Publicidad y sin problema».

Los cambios en la comunidad gitana van lentos, pero el camino lo está trazando una generación de mujeres que afronta una doble lucha, dentro y fuera de su cultura, para conseguir una inclusión real. Zaida trabaja como técnica de Igualdad de la Fundación Secretariado Gitano, un colectivo que ha conseguido que el año pasado se graduaran en ESO, en Vigo, cinco niñas y un niño. «Puede parecer poco, pero para nosotros es un logro. Este dato hace 20 años era imposible. En los años 80 ni siquiera nos dejaban ir a un colegio convencional, los niños gitanos estaban todos juntos en una clase. Así que este dato tiene mucho valor».

La exclusión no es cosa del pasado. Según el Informe anual de la fundación, a la población gitana se le sigue discriminando a la hora de acceder a un empleo o de alquilar una casa. «Muchas veces cumplimos los requisitos, pero te ven morena o leen tus apellidos... A mí me ha pasado y a mi madre también, incluso por el acento». Este racismo lo acreditan con denuncias que las víctimas han interpuesto de forma oficial. «Nos discriminan para trabajar y hasta en el supermercado. Hace una semana, una mujer que participa en uno de mis programas fue perseguida en Vigo cuando compraba. Le recriminaron que se había llevado una barra de labios. Ella enseñó el recibo y demostró que lo había pagado, pero el problema es la situación pública que se crea. La gente piensa que ha robado y eso perpetúa los estereotipos. Si una persona no gitana roba, roba una persona. Si roba alguien gitano, es como si robara todo el colectivo. Un garbanzo negro nos afecta a todos».

Las nuevas generaciones aseguran que no hay inclusión posible si no se da a conocer la cultura romaní que sigue siendo, a día de hoy, una gran desconocida. Zaida Jiménez explica como sus iguales han sido perseguidos desde hace 600 años, cuando llegaron a España procedentes de la India. Condenas por maleantes, castraciones químicas, leyes antigitanas... «Poca gente sabe que los gitanos hemos sufrido tanto como los judíos. Estuvimos en campos de concentración, nos echaban de las comunidades y nos convirtieron en nómadas. No nos dejaban usar nuestro idioma, ni vestir nuestros atuendos. Esto debería aparecer en los libros de texto, la gente así entendería por qué nos convertimos en una cultura cerrada, como mecanismo de defensa».

Ella misma sintió que transitaba por tierra de nadie cuando empezó a estudiar. «Estaba entre dos mundos. Para los payos era una gitana y los gitanos decían que me estaba apayando. Mis padres fueron valientes porque tuvieron que afrontar que los juzgaran por dejarme estudiar. Hoy ven que he mantenido mi cultura y están muy orgullosos». Conservar la identidad cultural es prioritario en esta comunidad. La familia, los valores, la religión o el respeto a los mayores son la base de una forma de vivir que se protege a toda costa. «La inclusión no es obviar nuestra identidad, es compartir la cultura, conocerla y respetarla. A veces estudiamos la tribu del Amazonas y tu compañero tiene una cultura de la que no tienes ni idea». Reivindica a la vez que compara muchos de sus principios con las tradiciones de las aldeas gallegas: «El luto para nosotros también es importante».

Con su ejemplo quiere que la sociedad les dé oportunidades. También pretende que otras familias gitanas reconozcan que estudiar es la única forma de que sus hijos tengan una vida digna. «Cada vez es más difícil vivir de la chatarra o de las ferias. Hay que apoyar a los niños para que se formen más allá de la educación obligatoria. Eso no va a hacer que pierdan su identidad». Ella misma se casó con un hombre no gitano con el que tiene dos hijos que presumen de su madre y de su raza. «Son mezcla, pero ellos dicen en el colegio que son gitanos. Llevan la bandera y les explican a sus amigos qué significa. Intento darle mis valores a mis hijos. Mi madre también es mi referente, como lo es María José Jiménez Cortiñas, Guru, una gitana activista que iba a las ferias a decirle a mi madre que me dejara estudiar. Ella vio a esa mujer empoderada, que no había perdido su identidad y dijo que quería eso para su hija. Necesitamos referentes».

Su canción favorita

«Telarañas», de Gitanas en Estéreo. «El tema forma parte de un proyecto de la Fundación Secretariado Gitano. La canción alza la voz de las mujeres gitanas, que cada vez somos más, habla de la discriminación que sufrimos, que es doble. Esta canción debería sonar más en la radio para darlo a conocer».