El volei como estilo de vida y desconexión

MÍRIAM VÁZQUEZ FRAGA VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Jugadora y directiva, ligada a este deporte desde niña, Marta González Fermoso es médica de urgencias y madre de un hijo de tres años

08 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Marta González Fermoso (A Coruña, 1984) se inició en el voleibol a modo de actividad extraescolar siendo niña. «Era el deporte que había para nosotras. Me gustaba el fútbol, pero recuerdo que no me lo permitieron, era para niños», cuenta. A partir de ahí, creó un vínculo que la actual presidenta del Volei Praia Vigo ha mantenido. «Siempre he estado unida a este deporte. Era mi forma de hacer amigos y de ocio», explica.

Y aunque se sacó la espinita del fútbol en la etapa universitaria, el volei había llegado a su vida para quedarse. «Hasta los 18, e incluso en primero de carrera, siempre jugué. Me encantaba», dice agradeciendo que le dio la oportunidad de disputar campeonatos gallegos y de disfrutar en las competiciones y las concentraciones. «En Santiago —donde estudió Medicina—, no había un club que cumpliera mis expectativas al venir de jugar en la categoría que ahora es Superliga 2», señala. Ahí fue cuando probó el fútbol, aunque también el volei universitario. «Me lo pasaba bien, me apuntaba a todo».

De hecho, el atletismo —hace salto con pértiga— también ha estado muy presente en su vida. «Siempre digo que cuando no hacía deporte, el deporte me buscaba a mí. Me faltaba algo, tenía la necesidad de practicarlo en equipo y siempre lo acababa haciendo». De vuelta en A Coruña, donde comenzó a trabajar, lo retomó y cuatro años después, se instaló en Pontevedra, donde lleva más de diez años. «Seguí jugando, pero ya sobre todo, al volei playa», en el que sigue activa a los 40 y tras haber sido madre.

La modalidad sobre la arena también la comenzó a practicar en su ciudad natal y, luego, en Barcelona, donde estuvo unos meses de residencia y comprobó que allí se practicaba «una barbaridad en comparación con Galicia». Ya en Pontevedra, entró en contacto con el club vigués. «Hace mucho mejor tiempo y podemos entrenar todo el año con disciplina, porque no digo que no haya frío y lluvia», aclara.

Se encontró a un club «muy comprometido con el desarrollo de este deporte, que cuidaban bien las fichas federativas e intentaban que siguiera creciendo». Asume que la pista siempre va a ser la reina en el voleibol, pero le motiva trabajar para que la modalidad de playa continúe su crecimiento y se practique durante los doce meses del año.

En su caso, dejó de jugar en pista en torno al año 2018, cuando militó en el Xuvenil de Teis vigués. «La sensación era ya que el cuerpo me pedía más un deporte como el volei playa. La pista exige más días de entrenamiento y quizás físicamente requiere determinadas condiciones», plantea. Considera que la modalidad que ahora practica en exclusiva se ajusta mejor a su constitución. «Me hacía estar más motivada, me veía más suelta y ágil y aposté por ello», expone.

En su actual disciplina se divierte y dice haber encontrado un entorno «maravilloso», tanto que «pasar así los días de verano no es un esfuerzo». Como presidenta, además, asegura que se lo ponen muy fácil y que, sobre todo, ejerce una labor de representación. «Nadie cobra nada, lo hacemos por amor al arte y con lo que va creciendo el club, lleva su tiempo para conseguir que funcione bien. Hay personas que ponen mucho tiempo y esfuerzo y no soy una de ellas», asegura. Porque dice no llevar la voz cantante, sino que está para ayudar en lo que se necesite.

Fue ella quien se ofreció a formar parte de la directiva con la intención de arrimar el hombro, y eso es lo que hace. «Entre mi trabajo y mi vida familiar, tampoco es que me quede mucho tiempo. Los acompaño, aparezco y hago lo que se me pida, pero no me quiero poner medallas del trabajo que da este club y que hacen otros directivos», se sincera. No tiene una labor concreta asignada, pero está disponible para lo que se le requiera. «Aunque se la presidenta, no soy la guía, eso lo hace Román, el tesorero y coordinador, que es quien más controla y conoce cómo tiene que funcionar todo».

Cuenta Marta que no le hubiera importado ser entrenadora, pero era complicado compatibilizarlo con su labor de médica de urgencias. «Trabajando a turnos, el horario nunca me lo ha permitido. Pero mi marido (José Antonio Ramírez) es entrenador de voleibol y cuando él entrenaba en Pontevedra y yo tenía las tardes libres, iba a ayudarle», rememora. No ha llegado a formarse para ello, pero siempre le ha atraído «ver cómo las niñas van mejorando desde pequeñitas».

La deportista y doctora argumenta que el volei playa también funciona para ella como «una forma de desconectar de un trabajo que, como otros, puede llegar a generar ansiedad». Aparte de una forma de vida.«Lo conviertes en tu estilo de vida. Tu relación con amigos e incluso familia gira alrededor de él», apunta.

Madre de Nico, de tres años, se recuperó muy bien tras el embarazo y asegura que a día de hoy nota «que los años están ahí y no te sientes igual que con 20 o 30», pero independientemente de la maternidad. Se ve jugando «diez años más si el cuerpo lo permite», y confía que sea así, porque cree que la técnica y la motivación pesan más que otros factores. Sobre el peque, bromea con que entre sus primeros regalos estuvieron réplicas pequeñitas de pelotas de volei playa, pero «parece que hace más gesto de balonmano. Como dirá cualquier padre o madre, que sea feliz».