Los hijos del sindicalista Urbano Medraño se graban la piel en su memoria en el primer aniversario de su fallecimiento
03 ago 2024 . Actualizado a las 01:46 h.La vida fue eterna en cinco minutos para Iria Medraño, que hace ahora un año vio prácticamente morir a su padre en sus brazos, ya que fue la que estaba más cerca cuando la fatalidad quiso que su padre cayera a los pies de una furgoneta que segó su vida en la misma calle del barrio de Teis por la que toda la familia pasó miles de veces. Iria acompañó a Urbano Medraño en su último suspiro, con 76 años, mientras esperaba la llegada de una ambulancia, pero ya era tarde. El tiempo se paró allí para él. Y sus hijos, un año después, han querido recordarle grabando en la piel un añadido a lo que llevan grabado en el cerebro para siempre.
Leonor, Abraham, Iria e Ilduara se tatuaron en sus brazos una misma estrofa de una canción que a Urbano le encantaba y había tarareado miles de veces: «La vida es eterna en cinco minutos», que es una estrofa de Te recuerdo Amanda, tema que el chileno Víctor Jara grabó en 1969 y se convirtió en un himno internacional que es una composición romántica y a la vez un himno político,? ya que habla de las precarias condiciones laborales de los obreros y que la breve pausa de 5 minutos que una pareja tiene en el trabajo y la aprovechan para verse.
Los hermanos Medraño eligieron esa canción que también incluye Silvio Rodríguez en su repertorio, por el simbolismo que tiene en relación a la lucha obrera que su padre lideró. Una frase que los une más, si cabe. El vigués, carpintero de Vulcano fue condenado a dos años de prisión por la huelga que paralizó Vigo en el 72.
Urbano, hermano por parte de madre del pintor Lodeiro, fue uno de los grandes referentes del sector naval y pagó un alto precio su empeño en conseguir unas condiciones laborales dignas para todos. Fue una de las voces que se destacaron contra la situación precaria de la clase obrera que demandaba mejoras salariales y libertades políticas, que derivó en la famosa huelga que paralizó Vigo. Era militante de Comisiones Obreras y del Partido Comunista desde joven y el régimen franquista lo señaló como uno de los cabecillas de la revuelta.
Pasó cuatro meses en la cárcel de la calle del Príncipe antes de ser trasladado a Carabanchel y de aquella primera experiencia entre rejas recordaba que cogió un catarro que no se quitó en su vida a pesar de que su mujer, Teresa González, le había preparado un saco de dormir forrado de lana. Fue condenado a tres años de cárcel, que se quedaron en dos, tras conseguir una rebaja de los 6 que le pedían. En la tercera galería de la prisión madrileña donde era el único preso político gallego, compartió fatigas con Marcelino Camacho y Nicolás Sartorius. Salió libre en octubre del 74 tras múltiples peticiones al Gobierno de sus compañeros. Libre, pero con 27 años, esposa y dos hijos (luego llegarían dos más), estaba en paro. Vulcano lo readmitió tras la presión de siete días de huelga de sus camaradas. Allí trabajó hasta su jubilación.