Los jóvenes usan zonas como el espigón del Museo do Mar para sus piruetas
06 ago 2024 . Actualizado a las 00:46 h.Año tras año, las playas de Vigo se llenan de bañistas. Sin embargo, aunque pueda parecer que cada verano son menos, también se repite la imagen de jóvenes en muelles, rocas y faros tirándose de cabeza al mar o intentando ir un paso más allá y hacer la pirueta más llamativa. Muchos no se conforman con un día de arena y toalla y deciden buscar trampolines hacia el mar. A pesar de que en algunas zonas este tipo de prácticas hayan disminuido, en lugares como el muelle y el faro del Museo do Mar, en Alcabre, los jóvenes acuden a pasar las tardes de calor saltando desde el cemento al agua.
Jon Piñeiro es un chico de 18 años de Bouzas. Es uno de esos jóvenes que pasan de este modo muchas tardes de verano. «El objetivo es buscar adrenalina en el cuerpo. Nos lo pasamos bien así», asegura. Reconoce que, cuando empezaba a saltar, no lo hacía del mismo modo que ahora: «Cuando eras más pequeño, si todo el grupo de amigos lo hacía, al final tú también, un poco por presión social y ni lo disfrutabas. Lo hacías por querer encajar en el grupo».
Mario Regueiro también es de Bouzas y por eso pasa las tardes en Alcabre con Jon y otros amigos. Piensa que la del muelle «es una zona bastante segura», aunque explica: «Yo no hago piruetas ni salto desde el faro, me refresco y salgo».
Rafael John, amigo de ambos, empezó a saltar cuando tenía 9 años. «Mi padre es de Nueva Zelanda y de vacaciones allí practicaba diferentes saltos. Desde pequeño lo he hecho siempre con mi hermano, entonces estoy acostumbrado», cuenta. Es capaz de hacer saltos más elaborados, como front flips o back flips, pero siempre con precauciones: «Yo soy alto, entonces cuando la marea está muy baja no suelo tirarme porque te matas. Cuando la marea está más alta nos tiramos del faro, que es una zona más elevada o no lo hacemos directamente».
Las noticias sobre accidentes por estas prácticas siguen llegando a oídos de estos jóvenes. Ninguno de ellos ha tenido nunca un susto. «Sí que sabemos de gente a la que le pasó algo y siempre impacta ver noticias de ese estilo», explica Jon. Rafael añade: «Cuando nos tiramos, a veces sí que tenemos miedo a que nos pase, pero te acabas acostumbrando». Él mismo advierte que «la gente, por lo general, no suele tener precaución. Aquí en la zona del faro hay rocas y hay veces que juegan con fuego».
Bruno Pascual es otro joven de Vigo que conoce de cerca los riesgos de estas actividades. «Un amigo se tiró desde las boyas de Samil. El accidente le provocó una tetraplejia y un año después falleció», señala. Aunque reconoce que cuando se es más joven es algo divertido y es un punto de unión para un grupo de amigos, «hay que tener cuidado, saber dónde lo haces y cómo, y ser consciente de que nunca tienes el control total».
Existen zonas donde las nuevas generaciones no cogen el relevo de las anteriores. Hasta hace unos años, en el muelle de Canido era común ver una gran cantidad de bicis aparcadas y sus dueños dedicaban la tarde a hacer piruetas y tirarse al agua. «Antes se juntaban bastantes y pasaban prácticamente el día entero allí, pero desde hace unos cuantos veranos hay días en que no viene nadie», explica un vecino. También lo achaca a que en estos momentos «hay más barcas amarradas en toda la playa, muy cerca del muelle». Dice que era habitual «que los vecinos avisaran a la policía porque la gente iba más allá y se tiraban desde el puente, y ahí sí que se tenía miedo de que pasara algo grave».
El puente de la isla de Toralla siempre ha sido un lugar atractivo para estas prácticas, pero «ahora mismo ya nadie se tira desde ahí, no sé si porque lo ven peligroso o las playas están más llenas y hay más probabilidades de que llamen a la policía o que te llamen la atención socorristas».
«Todos lo vemos como un punto de reunión social»
Hay quienes solían pasar sus tardes de verano saltando, pero cuando van creciendo ya no les suscita tanto interés. Eva Vilar tiene 22 años y recuerda que siempre saltaba desde el muelle de la Doca en Baiona. Ella y su amiga Marta, de 25, pasan muchas tardes en el muelle de Alcabre, pero ahora solo para tomar el sol y estar con el grupo. «Creo que todos lo vemos como un punto de reunión social, como una zona que también es cómoda», explica Eva. Marta cree que posiblemente habrá abuelos que digan eso de «eu de neno tamén me tiraba», pero es consciente del peligro: «Desde ciertas alturas, tú ya no controlas». «Cuanto más mayor eres sí que ves más la parte de peligro y, cuando alguien se tira, piensas si no habrá otro sitio más seguro. He conocido a gente que se ha llevado sustos y ahora pienso que, si hay cosas que no haces en un sitio como una piscina, donde hay protección, no deberías hacerlo en el mar», explica.