«Un bailarín vive por y para la danza, es una adicción que no para», dice
23 ago 2024 . Actualizado a las 19:23 h.Ángel Giráldez Varela ya no es una joven promesa de la danza española, sino una realidad. Un talento de Tui que, como otros muchos artistas, ha tenido que emigrar para abrirse camino en la élite del ballet. «He conquistado el sueño de poder vivir de mi pasión, que es la danza, a base de mucho trabajo tanto corporal como mental. En España habría sido difícil», reconoce. Tiene 23 años y forma parte desde hace tres del cuerpo de baile del Teatro Nacional de Bulgaria. Recién aterrizado para disfrutar de unos merecidos días de descanso en casa y en familia, Ángel habla sobre su trabajo en la ópera y su día a día en Sofía.
Hasta la primera semana de agosto, cuatro actuaciones por semana, de jueves a domingo. Solista en La Bella Durmiente, cuerpo de baile en El Lago de los Cisnes, Zorba el Griego o El gran Gatsby, «posiblemente la actuación que más disfruté de este años». «Antes de salir a escena siempre hay nervios, la adrenalina empieza a correr por el cuerpo y yo necesito calma y concentración para que todo salga lo mejor posible», reconoce, aunque tras varios años como bailarín profesional «acabas conociendo como lidiar con ello, conociéndote a ti mismo».
Su pasión, ejecución y destreza está curtida a base de más de media vida de esfuerzo, trabajo y disciplina propia de un gran deportista. Todo compensa cuando. «Cuando bailo siento una gran alegría, ganas de expresar al máximo y de hacer las cosas lo mejor posible», asegura. Ni en vacaciones hay excesos. Las ocho horas de sueño son sagradas y el entrenamiento, también. Pero algo se relaja, aunque «lo máximo para mí es un día sin ejercicio, con eso ya es suficiente». Lo que no necesita es saltarse la dieta porque este joven de cuerpo esculpido y medidas perfectas no precisa contar mucho las calorías. «Hago mucho ejercicio y necesito muchos carbohidratos, así que puedo comer pasta y arroz habitualmente. Si no los tomara, me sería más difícil hacer una función completa», advierte.
Llegar hasta Bulgaria no ha sido un camino fácil. Le ha tocado «renunciar a otras cosas» y está agradecido especialmente a su familia. «Mi madre fue mi gran apoyo desde el primer día. Ella fue la que me dijo que íbamos a empezar por el ballet clásico, porque es como la base de la danza en general. Te estructura de una manera determinada para ser consciente de tu cuerpo y tus posibilidades». Eso ocurrió sobre los diez años, cuando en un crucero en familia quedó «sorprendido porque hubiera gente a la que se le pagara por bailar cuando en España, en general, la gente no se plantea el poder llegar a vivir del baile», dice.
Tenía once años cuando se puso por primera vez las zapatillas de ballet, una afición que poco a poco se convertiría en pasión. Fue en la Escuela de Danza Paula Cobián. Ahí comenzó a dar sus primeros pasos y, con doce, recuerda que ya sabía que quería dedicarse a la danza clásica. «Era el único chico del grupo».
Siguió volando para superar retos. Después de la escuela de Cobián, llegó el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma de Madrid, donde cursó Bachillerato, y luego consiguió dar el salto a la Vaganova Ballet Academy de San Petersburgo tras tres veranos en el Russian Masters Ballet Camp, un campamento intensivo impartido en Alicante donde participan bailarines de treinta países del mundo.
La pandemia le pillo recién graduado en San Petersburgo, «que era mi sueño porque es una de las mejores del mundo». El covid lo hizo regresar a Tui, donde volvió a la Escuela de Danza Paula Cobián ya como profesor, y de ahí al Conservatorio Superior María de Ávila, de la que salió en septiembre del 2021 hacia Bulgaria.
Este joven que sostiene que «un bailarín vive por y para la danza. Se despierta una adicción que nunca para», sostiene. Uno de los sueños, que sería el colofón perfecto de una vieja aspiración de todo su pueblo, es que le gustaría fundar una compañía en el viejo teatro principal. «Cuando era pequeño pasaba por allí y pensaba cómo habría sido antes», apunta. Confiesa ese anhelo de verlo resurgir y en funcionamiento «con buena calidad de espectáculos». «Si en Tui existiera algo así, nuestra cultura en danza subiría mucho de nivel. Lamentablemente, yo no puedo hacer milagros, pero tampoco descarto ese sueño», advierte.