Inglaterra ocupó durante una semana las islas Cíes en 1800

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Recreación de la Batalla de Brión, cerca de Ferrol
Recreación de la Batalla de Brión, cerca de Ferrol ASPA

La potente flota, que venía de una derrota en Ferrol, no atacó Vigo

08 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 224 años, el 28 de agosto de 1800, una flota británica, compuesta por veinte buques de guerra y 86 navíos de transporte de tropas, fondeaban en las Cíes bajo las órdenes del vicealmirante John Warren. El contingente venía de sufrir una derrota importante en Brión durante su intento de atacar Ferrol. Fue un enfrentamiento más de la guerra que mantenían España e Inglaterra desde 1796.

Aquel fue el último conflicto armado entre ambos países, que desde doscientos años antes dirimían la hegemonía mundial. Vigo estuvo en primera línea de combate durante aquellos años. Los buques corsarios, armados por los comerciantes vigueses, convirtieron la costa gallega en un campo de minas para los mercantes británicos y portugueses.

En este contexto, el 25 de agosto una flota británica desembarcó tropas en las playas ferrolanas de Doniños y San Jorge. La intención era tomar y destruir los astilleros militares, pero aquellas tropas fueron rechazadas y se vieron obligadas a reembarcar.

El combate pasó a la historia con el nombre de Batalla de Brión.

Tras el enfrentamiento, los británicos se dirigieron al sur. Al amanecer de aquel 28 de agosto, los vigueses se levantaron alarmados al ver más de cien velas situadas frente a las Cíes. Tres años antes, una división naval, mandada por Samuel Hood, se plantó frente a Cangas, al abrigo de los cañones de Vigo, para reclamar la rendición de varios barcos refugiados en la ría. La buena acción defensiva de Juan Ruiz de Apodaca provocó entonces la huida de los ingleses.

Ahora, la amenaza era mucho mayor. Cerca de quince mil soldados pertenecientes a regimientos de infantería tan renombrados como The Queen's Own Cameron Highlanders, The King's Royal Rifl e Corps, Royal Welch Fusilers y Royal Welch Fusiliers, esperaban las órdenes del general James Pulteney dentro de los transportes de tropas.

El potencial artillero de los navíos no era menos temible ya que se encontraba en la flota el London, un navío de tres puentes con 98 cañones. José de Santiago describe, en su libro Historia de Vigo, el potencial de aquella armada. «Dos navíos de tres puentes, diez de 70 a 80 cañones y nueve de 50 a 60; estos conducían tropas y lanchas planas de desembarco. Además, completaban la flota dos fragatas de 48 cañones, seis fragatas de 40 a 46, seis fragatas de 32 a 36, cinco corbetas de 22 a 26 cañones, un bergantín, diez balandras y una goleta armada en guerra. El número de navíos de guerra y de transporte era de 125», explica el historiador vigués, aunque parece que eran algo menor la flota.

Las autoridades vigueses informaron al Capitán General de Galicia de la entidad y efectivos enemigos al tiempo que se aprestaban a la defensa de la amurallada villa desde las diferentes baterías abiertas a la ría, así como desde el castillo de Nuestra Señora del Castro. Los habitantes de las islas Cíes lograron huir indemnes, pero sus propiedades fueron saqueadas por los ingleses, que provisionaron de agua sus embarcaciones mientras descansaban en las islas.

El general Pulteney aprovechó este descanso en la ría viguesa para despachar el informe de su ataque a Ferrol con el secretario de Estado para la Guerra, el escocés Henry Dundas. Aquellas noticias fueron recogidas días después en el periódico The Times, como ocurriría años después cuando los ingleses, ya aliados de España, combatieron en Vigo contra las tropas napoleónicas.

La presencia inglesa en la entrada de la ría no ocasionó pérdidas humanas, pero sí un involuntario bloqueo en el puerto. La única víctima de aquella presencia fue un corsario francés, que fue apresado por la Royal Navy cuando pretendía entrar en el puerto de Vigo. A comienzos de septiembre, la flota británica levó anclas y dirigió sus proas hacia Gibraltar. Algunos de aquellos barcos participarían años después en las batallas de Fisterra y de Gibraltar, condenando a la Armada española a la desaparición.