Raquel Ferradás: «Ser bailarina es entrenar como una atleta. Hay dolor todos los días»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Tras trece años de carrera en Madrid, regresa a Vigo con su espectáculo «Mesura». «Galicia debería tener conservatorio superior y apostar por una compañía de danza», dice la coreógrafa

13 oct 2024 . Actualizado a las 02:14 h.

Sus pies son su foto de perfil de wasap, descalzos y con una inscripción tatuada: «Pai». «Es la persona que siempre me recuerda que hay que tener los pies en la tierra», explica Raquel Ferradás (Vigo, 1994). La bailarina de danza contemporánea enraíza en Vigo tras haber hecho carrera en Madrid y lo hace con Mesura, un espectáculo en solitario con el que está actuando por Galicia. El pasado fin de semana ha estrenado en A Coruña y A Estrada, tras protagonizar el acto de presentación de + Escénicas en la Diputación de Pontevedra.

Acostumbrada a las contorsiones, se ha propuesto la más complicada, vivir del baile y de la actuación, tarea que compagina con su labor docente en Vigo. «Me encantaría poder tener mi propia compañía en Galicia y mover a más artistas. Seguir creciendo como coreógrafa e intérprete». Es un reto complicado en una comunidad en la que los espectáculos de danza son minoritarios y donde faltan referentes que demuestren que es posible vivir del escenario. «La cultura somos un sector precario en general, pero creo que la danza, más», se lamenta.

Mesura es un solo de baile contemporáneo para interpretar a pie de calle, lejos de los teatros, y cerca del público. «Habla de la espera, de convivir con el estrés que produce aguardar algo que no llega». Una obra para la que se encerró durante semanas, pensando qué quería transmitir y cómo lo quería trasladar a los espectadores. El resultado es una coreografía que está rodando por Galicia con el apoyo de Amarelo Producciones. «Hice mucho trabajo de libreta, leer textos, pensar qué quería decir y tomar notas... También tuve que grabarme bailando durante horas y analizarme. Fueron muchos ‘nos’ y algún ‘sí’», explica, relatando cómo se enfrenta a diario a los límites de su cuerpo.

Se formó en el conservatorio profesional de Carmen Roche en Madrid. La maestra, Medalla de oro al mérito en las Bellas Artes, la contrató para su compañía de danza contemporánea cuando Raquel terminó su formación y le dio la oportunidad de ganarse la vida bailando. Más tarde, creó su propia compañía con otras colegas y actuó por el territorio nacional hasta que, hace un año, decidió volver a Galicia, a su ciudad. «Quería apostar por esto aquí. Ahora o nunca».

Ferradás lleva casi toda su vida a contracorriente. Se inició en el baile en Vigo, a la vez que empezó a caminar. Primero fue danza tradicional gallega, en su barrio natal, Fragoso. La suya es una historia de determinación porque nunca valoró ninguna otra profesión que no fuese la de bailarina. Cursó la modalidad clásica en varias academias de su ciudad mientras cumplía la formación reglada y, a la hora de matricularse en la universidad, no lo dudó. No quería estudiar una carrera por si acaso, o por si el baile no funcionaba, ni para dar tranquilidad a la familia. Solo hubo una opción: «No tenía plan B, nunca lo tuve». 

¿Falta demanda u oferta?

Mientras las amigas estudiaban carreras más convencionales, Ferradás se fue a Madrid a una vida universitaria sin discotecas ni vida nocturna. «Mis padres me apoyaron desde el principio. Me salió bien, pero también me perdí cosas. Recuerdo a mis amigas en Santiago, salían de fiesta y yo no podía porque tenía ensayos de lunes a viernes. Tienes que estar todos los días al 100 %». Su trabajo exige un entrenamiento diario, llevar el cuerpo al límite. «Yo me preparo como una atleta. En el calentamiento, hago flexiones, abdominales... Hay dolor todos los días, no dolor de una lesión, pero sí agujetas y molestias...». Para evitar problemas físicos, insiste a sus alumnos de la escuela Media Punta en que hay que estirar y calentar intensamente antes de las clases, para estar sana.

Como coreógrafa, es un trabajo solitario. Bailar y autocorregir, juzgarse y volver a empezar. «Ves un espectáculo de baile contemporáneo e igual son diez minutos, pero han sido meses de ensayos». Lo más difícil no es el esfuerzo físico, sino conseguir estar en la programación cultural de promotores de eventos. La bailarina asegura que faltan apuestas públicas por este arte, pero también público potencial. Ambas cosas, asegura, van unidas. «Hay muchas cosas que cambiar. Galicia debería contar con un conservatorio superior y apostar por una compañía profesional de danza. Tendríamos que poder formarnos en el grado superior sin tener que salir de aquí, como nos pasa a muchos». La de los bailarines profesionales es una emigración forzada, en la mayoría de ocasiones.

Madrid le ha dado una gran oferta cultural, formación y experiencia, pero eso supone una fuga de talento que cree que Galicia no se debería permitir. «Hay que darle una pensada y acostumbrar a los niños a ir al teatro. Aquí tengo amigos que me dicen que un espectáculo de danza cuya entrada cuesta 12 euros les parece caro, y luego se lo gastan en una copa. Vamos al fútbol o a un festival, pero es más complicado mover al público al teatro o al ballet. Tiene que haber más oportunidades y para eso necesitamos a las instituciones». Y empieza poniendo deberes a su ciudad: «En Vigo faltan espectáculos de danza».

SU CANCIÓN FAVORITA

«Cantigueiras», de Carlos Núñez. «Esta canción me teletransporta a ir en coche con mi padre hacia Madrid cuando empecé mis estudios. Esta canción y CD sonaba en bucle. Recuerdo que él me dijo: ‘Madrid, o convives con su ritmo, o te come. Nunca olvides de dónde vienes’. Son frases que tengo presentes».