La unanimidad política del 2004 no fue suficiente para ejecutar una línea de 15 paradas que atravesaba la ciudad
29 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Solo meses después de que el Plan Xeral de Urbanismo de Vigo descartara la posibilidad de crear un metro ligero, comenzó a barajarse en la ciudad la posibilidad de crear un metro subterráneo. A finales de octubre del 2004 se anunció que el Plan Estratégico de la Provincia de Pontevedra, elaborado por Caixanova por encargo de la Diputación, proponía elaborar un estudio sobre la construcción de un metro subterráneo. La sección ferroviaria de UGT ya manejaba un proyecto que servía de punto de partida: un túnel de cinco kilómetros que atravesaba el casco urbano. Sostenían que arreglaría el problema del tráfico y cifraba su coste en 180 millones de euros.
El metro tendría quince paradas tras iniciar el recorrido en superficie en la estación de ría. Seguiría en superficie por Montero Ríos y Areal hasta el nudo de Isaac Peral. A partir de ahí, empezaría un recorrido bajo tierra cuya primera parada estaría en la estación de Urzaiz. El resto de los apeaderos estarían situados en El Corte Inglés, Príncipe, Concello, Camelias, Peritos, plaza de la Independencia, donde está el centro comercial Gran Vía, plaza de América, Alcampo de Coia y Navia.
Esa línea podría acabar siendo circular en el caso de que se hiciera la salida sur del AVE hacia Oporto, ya que se aprovecharía parte de ese túnel y la conexión ferroviaria con Citroën y el puerto de Bouzas. De esta forma se crearía un circuito que integraría nuevas paradas en la urbanización de Navia, Balaídos, Matamá y Sárdoma.
Las distintas formaciones políticas presentes en la corporación se mostraron receptivas al proyecto, algo inaudito en Vigo. La entonces alcaldesa, Corina Porro (PP), veía el metro subterráneo como «la mejor solución de futuro para el tráfico», mientras que PSOE, BNG y Democracia Progresista Galega, de Manuel Soto, aplaudían la idoneidad de la infraestructura. Incluso la Xunta se ofrecía a colaborar. El vicepresidente y conselleiro de Política Territorial, Alberto Núñez Feijoo, aseguraba que lo planteado en el plan estratégico de la provincia «no es ninguna idea descabellada». «Si hay que hacer un análisis, estoy dispuesto a ayudar», manifestaba Feijoo. El pa primer paso subterráneo urbano de Galicia parecía encarrilado. Los promotores urbanísticos no desentonaron en aquel panorama de optimismo y afirmaron públicamente que estaban dispuestos a colaborar en la financiación. Incluso se abrió una posibilidad para recibir fondos de la Unión Europea con el aval de la Xunta.
El Gobierno gallego emprendió un estudio que no debió ser muy útil porque todavía se emprendieron dos más en los siguientes años, uno de ellos impulsado por el gobierno bipartito del PSOE y BNG. En este caso, la propuesta iba enfocada al aprovechamiento de los túneles del AVE, que incluían el de la salida sur hacia O Porriño y la conexión con Bouzas. La idea era construir una red de metro ligero que, más adelante, podría derivar en un sistema ferroviario metropolitano de cercanías.
El cambio de gobierno en Santiago dejó este proyecto en punto muerto, pero no quedó aún abandonado el tema porque llegó un nuevo estudio, aunque ya asociado al descarte del metro subterráneo. Lo contaba La Voz de Galicia el 26 de mayo del año 2010. Decía entonces el director xeral de Mobilidade, Miguel Rodríguez Bugarín, que el metro subterráneo que planteaba el anterior gobierno autónomo, el bipartito, era inviable, entre otras razones porque tendría un coste de 450 millones de euros.
La Xunta presidida por Alberto Núñez Feijoo decidió regresar al proyecto que años antes había liderado Carlos González Príncipe, y volvía a hablar de un tranvía en superficie. Incluso daba fechas. El anteproyecto estaría listo a finales del 2012 y la decisión sobre su ejecución le correspondería al siguiente Ejecutivo autonómico. El primero en salir al paso fue el concejal de Tráfico, Xulio Calviño, quien auguró que la propuesta sería «un fracaso absoluto». En el Concello advirtieron que en Vigo no había sitio para un tranvía. El sueño del metro subterráneo acabó entonces descarrilando.