Evitan catástrofes y fertilizan la tierra, por lo que no se puede construir en ellas como demuestra la historia en riadas como las registradas en el Lagares, Zamáns o Gondomar
17 nov 2024 . Actualizado a las 18:06 h.La terrible dana que asoló Valencia, no por anunciada desde años por la ciencia climática menos dramática, (y las que vienen serán peores y más frecuentes) trajo otra vez a colación la clásica discusión sobre la «limpieza» de los ríos como uno de los factores determinantes en la tragedia. Efectivamente, esos ríos «limpios» son un factor determinante, pero no para mitigar los efectos de las riadas torrenciales e inundaciones, sino para agravarlos. Esta misma discusión la tenemos también, salvando las enormes distancias con lo sucedido en Valencia, en nuestro entorno cada vez que en Vigo el Lagares se desborda en Sárdoma, el Verdugo en Ponte Caldelas, el Miñor y el Zamáns en Gondomar y un largo etc. de inundaciones recurrentes.
Cada vez que suceden estos episodios (que serán cada vez más frecuentes y con mayor intensidad) se escuchan las voces que señalan buena parte de la culpa hacia unos ríos que «están sucios y no se limpian» y por eso pasa lo que pasa. Podríamos pensar que dichos ríos son vertederos llenos de basura, y aunque ciertamente abundan los residuos urbanos en los cauces fluviales, en realidad a lo que se hace referencia es a la vegetación y bosques de ribera y la limpieza consiste en su erradicación. Las imágenes de las cañas arrastradas por las riadas en Valencia, que han servido para ilustrar la necesidad de «limpiar» los cauces han sido en su práctica totalidad restos de Arundo donax, una caña exótica invasora que no debería estar en nuestros ríos y que no solo no está protegida sino que llevamos tiempo intentando su erradicación.
Precisamente en Vigo se anunciaba el año pasado un plan para erradicar especies invasoras, entre ellas estas cañas, contando con 78.000 euros de fondos europeos, lo cual sería una excelente noticia si no fuera porque se trata de una actuación puntual y un año después, las obras en el entorno del Lagares en Severino Covas contribuyeron a expandir varias especies invasoras.
Crecidas
Todos los ríos han desarrollado durante su evolución, que empezó mucho antes de que nosotros ocupásemos su espacio, unas zonas conocidas como planicies de inundación, chairas de asolagamento en nuestro caso. Su nombre lo indica con toda claridad: se trata de zonas inundables. A nadie se le ocurría, hasta no hace demasiados años, construir nada en esas zonas, y mucho menos una vivienda, por varios motivos. El primero, porque los sedimentos de las crecidas de los ríos fertilizaban la tierra, transformándola en las mejores zonas de cultivo, y en segundo lugar, porque las zonas inundables… se inundan.
Los expertos en ecosistemas fluviales nos dicen que la vegetación de ribera absorbe buena parte de esas inundaciones y evita la erosión y pérdida de tierra fértil (recuerden el color del agua en las riadas de Valencia). Retirar la vegetación y convertir los ríos en canales elimina su función de freno natural y aumenta la velocidad lineal del descenso del agua que, tarde o temprano, encontrará algún obstáculo y chocará con mayor violencia. Es tan sencillo como imaginar ser atropellados por un coche que va a 30 kilómetros hora o un atropello por un coche que va a 120 km.
Se debería devolver en la medida de lo posible su espacio a los ríos en esas zonas inundables y restaurar su vegetación de ribera que son además hábitats de conservación prioritaria para la UE con chopos (el enemigo público número uno para la motosierra municipal), amieiros, salgueiros, vidueiros y muchas plantas y arbustos etc. Un ecosistema fluvial bien conservado y un urbanismo que asuma la emergencia climática son nuestros mejores aliados contra las inundaciones.