Laura se fue como quería tras conseguir la eutanasia: «Feliz y rodeada de los suyos»
VIGO
La activista tenía un cáncer terminal y recibió hoy la asistencia para poner fin a su vida
19 nov 2024 . Actualizado a las 18:34 h.Laura Fernández Abalde (Vigo, 1957) se fue como vivió, con una sonrisa. Hoy recibió la eutanasia después de una lucha para agilizar los plazos que emprendió el pasado 25 de octubre, cuando ingresó en el hospital Meixoeiro. Aquel día, era un viernes, la solicitó, pero la doctora le dijo que esperara al lunes, que «tenía que estudiar el procedimiento». La presidenta de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria, Susana Aldecoa, recordaba hoy en Radio Voz que «los protocolos y la ley están claras, pero falta experiencia y formación». Así lo sintió Laura. Cinco días después de su ingreso, el miércoles 30 de octubre, realizó su primera solicitud de eutanasia, pero «no tenía tanto tiempo». Su cáncer iba más rápido que los trámites legales. El plazo para solicitar una eutanasia dura «aproximadamente 45 días», lamentaba Laura. Necesitaba el informe positivo de dos médicos diferentes y el visto bueno de la Comisión de Garantía del Sergas, que lo recibió el lunes, 22 días después de haberla solicitado. Laura, con su lucha, el apoyo del equipo médico de Meixoeiro y la implicación de su asociación Derecho a Morir Dignamente, consiguió agilizar los plazos y pudo poner fin a su vida como quería: «feliz y rodeada de los suyos».
Laura quería irse siendo consciente y cuando ella lo decidiera. Por eso no dio más tiempo a la enfermedad. Decidió que le aplicaran la eutanasia solo un día después de haber recibido el permiso. «La muerte no me da miedo. Tengo la suerte de haber tenido una vida feliz y ahora quiero irme de la misma manera», insistía. Tuvo un final «más bonito de lo que nunca me hubiera imaginado». Se pudo despedir y se fue «agotada por la enfermedad», pero orgullosa de todo el cariño que estaba recibiendo. Su lucha ha sido un ejemplo y, como quería, ha abierto un «camino» para las personas que en el futuro lleguen a paliativos en una situación similar a la de ella. «Me parece un broche que ni en una película de Hollywood», decía.
En la historia de Laura todo pasó muy rápido. El cáncer se extendió por su cuerpo deprisa e invisible. En Navidad del año pasado tuvo los primeros síntomas, pero «pensaba que no era nada hasta que un día me mire al espejo y note un pequeño coágulo de sangre», cuenta. El 4 de abril le diagnosticaron «un melanoma uretral», un tipo de cáncer «muy malo». El pronóstico era el que era. «Vale, pero yo no quería tratamiento, ni bolsa, ni nada». Decidió vivir hasta que su cuerpo se lo permitiera. «Quería disfrutar de la familia, cerrar las cosas pendientes y vivir». Su cuerpo aguantó hasta el pasado 25 de octubre y dedicó sus últimos momentos a estar con su familia y dar a conocer su causa. En la última semana, asediada por la enfermedad, recibió en la habitación 705 del Meixoeiro a múltiples periodistas para concienciar acerca de la necesidad de potenciar unidades de paliativos como la del hospital vigués Meixoeiro. Laura luchó hasta el final por las causas que creía justas, como la defensa de la sanidad pública. «En nuestra mano está cambiar el mundo a mejor. Ojalá mi historia sirva para mostrar que luchando juntos podemos derrotar a las injusticias», deseaba.
Laura se fue amparada por una ley que defendió los últimos 18 años de su vida. Lleva desde el 2006 luchando por el derecho a la eutanasia con la asociación Derecho a Morir Dignamente. Se unió después de conocer el caso de Ramón Sampedro. «Siempre tuve claro que, de tener que irme, quería que fuera siendo yo y estando bien», insistía. Estos días le decían su caso recordaba al de él, pero ella no estaba de acuerdo: «Obviamente, coincidimos en la lucha, y la mía empezó en gran medida por su ejemplo, pero Ramón tuvo una mala vida y una mala muerte, yo tuve una buena vida y tendré una buena muerte», decía. Ella se fue protegida por un derecho al que dedicó una parte importante de su vida.
El último adiós a Laura se hará mañana a las 18.00 h en Vigomemorial. No quería flores, «que gasten el dinero en ayudar al Centro Cultura de Beade», deseaba.