Manuel Sanjurjo, dueño del coche más antiguo de Galicia: «Para Rafa Nadal, yo soy el que le dio de comer pulpo por primera vez»

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Campeón de España en 1981: «En los ralis he corrido a velocidades que no son de este mundo»

22 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«La Industriosa era el sitio más atractivo del mundo. Dos millones de metros cuadrados en el corazón de Vigo, con fundición, tornos, todo tipo de máquinas y, sobre todo, coches. Vestidos con unos trajes de mahón que nos había hecho la abuela, mi primo Moro y yo los conducíamos desde los ochos años allí dentro y fuera». Así arranca Manuel Sanjurjo Blein el documental narrado sobre todas las vidas que ha vivido desde que nació en Vigo en 1944, en el seno de una saga que le conecta con Julio Verne y a la vez con Rafa Nadal, con el asfalto sobre el que llegó a ser campeón de España de velocidad en 1981, los submarinos o el guiado de la procesión del Cristo de la Victoria.

La historia familiar se transmite entre generaciones como con el Gorecho, como rebautizaron a un Gregoire amarillo de 1906, el coche más antiguo que se conserva en Galicia. «Es una especie de alma máter de mi familia. Lo condujo, mi abuelo, mi padre, yo... Ahí hicimos de todo, bautizaron a mi padre, bodas. Solo faltó utilizarlo para entierros», ríe Sanjurjo. Su matrícula PO-16 destaca en el álbum familiar, en el que el propio Manuel aparece satisfecho conduciéndolo a los 12 años en una yincana con su hermana como copiloto.

Los coches que ha tenido le sirven como hitos cronológicos de su vida. Desde el que con 15 años cogía para pasar ante el colegio de la niña de la que se enamoró, se casó y vive, a los Ferrari, Porche, Lotus, Lancia, Ford Capri y tantos otros que ha movido con sus manos y pies. «‘Ahí va el chulito de Manuelito Sanjurjo', decía mi mujer. Pero me salió bien».

Un italiano cambió su estilo de conducir. Ferdinando Tecchila. «Conducía como un violinista», asegura Sanjurjo. Él pudo disfrutarlo como copiloto en el Rali Rías Baixas de 1964. «Ganamos, claro. Yo ya lo hacía en aquellos ralis patateros a los que iba con mi padre con 14 años subidos a un Isabella, con un dorsal en cada puerta. Para mi edad, era el éxtasis elevado a la máxima dimensión». Con el ourensano Estanislao Reverter descubrió lo que es ir deprisa de verdad. «Con él en los ralis he corrido a velocidades que no son de este mundo» subidos a un Lotus Cortina hasta por el campeonato de Europa. Y Sanjurjo siguió y siguió corriendo, hasta 1994, cuarenta años después de que su abuelo le pusiera con 14 años al volante para que le llevase a Arcade a comer ostras. Eran 53 sus nietos, pero solo él y su inseparable primo Moro podían sentarse a tal doble evento. «Las ostras de aquella se comían por centenares. El abuelo pillaba unas cagaleras atroces y le echaba la culpa al agua, jajajaja», sigue tirando de memoria sin complejos.

Álbum familiar

Piloto, periodista de motor de El Pueblo y Autopista, director de la fundición, presidente del Club de Campo de Vigo... «Por circunstancias de la vida siempre me ha tocado mandar», se encoge de hombros. La vara que guía la procesión del Cristo vigués se la traspasó directamente su padre. «Él había sido legionario en la guerra y al volver, con el conocimiento de soldadura y mecánica que tenía, atornilló perfectamente la imagen, porque después de cada procesión acababa hecho verdaderamente un Cristo: se le caían los brazos, una pierna... Hace cien años se sacaba además en el Santo entierro recogiéndole los brazos que eran articulados». Dicho arreglo y el de la confección de las andas con las que se porta la imagen dio preferencia a los Sanjurjo en la cita anual más concurrida de la historia viguesa.

En la dirección del Club de Campo de Vigo sitúa su tercera vida y otro hito: «Yo le di su primer trofeo a Rafa Nadal. Su tío Miguel Ángel, que jugaba en el Barcelona, le pidió al doctor Borrás, con el que coincidía en la selección, que tratásemos bien a su sobrino». Manuel dice que en su primer partido, en aquel verano de los 16 años del tenista, «dejó claro que era un marciano, tenía ya muchísimo nivel». Tras ese encuentro, el presidente del club llevó al tenista a una marisquería de la playa de Canido, en la que Rafa Nadal comió pulpo por primera vez en su vida. «Años después, cuando ya había ganado ocho grand slam, coincidí con él en un Trofeo Conde de Godó y le pregunté si se acordaba de mi, de que había sido quien le dio su primer trofeo. Y me dijo, ‘no, no, tu eres el que me dio de comer pulpo por primera vez'. Luego me enteré de que había llevado al mismo restaurante dos o tres veces a amigos a comer pulpo de nuevo».

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En esa sucesión de recuerdos no quiere olvidar a su bisabuelo, nexo en la transmisión familiar de por qué Julio Verne se cruzó en Vigo con su estirpe. «Esta historia es contada directamente por mi abuelo, que a su vez la oyó de su padre», advierte a modo de certificado. Comienza cuando Julio Verne llega a Vigo con su yate Saint Michel con una avería en la caldera de vapor. En La Industriosa, donde acudió a repararlo, el bisabuelo enseñó al novelista un prototipo a escala del que sería el sumergible que Sanjurjo Badía acabaría construyendo para la guerra hispano-estadounidense, a la que no llegaría a tiempo. Verne recibiría en París años después, en señal de agradecimiento a los hijos del inventor vigués, que portaban una carta en la que se le comunicaba que se había construido el submarino con éxito. Verne devolvería el saludo con otra misiva, cuyo rastro anida en la memoria de las vidas de Manuel Sanjurjo, como los recuerdos del Gorecho el coche que le hace revivir, cerrar los ojos y pensar que de nuevo vuelve a pilotar sobre el asfalto.