Jaime Martínez Pereira perdió la vida en en el campo de concentración de Mauthausen
28 dic 2024 . Actualizado a las 01:22 h.A Jaime Martínez Pereira (Nigrán, 1917) los militares franquistas lo fueron a buscar a su casa en el barrio de Gaifar, en Panxón. «Le dijeron que o iba a la guerra o lo mataban», recuerda su sobrina y única familiar directa, Elvira Farias. Tenía poco más de 20 años, lo subieron en un camión y se lo llevaron a las trincheras de la Guerra Civil. Aquel día, Jaime dejó atrás el mar y la playa en la que se crio para no volver jamás. «Cuando tuvo la oportunidad, desertó y se cambió al bando republicano», recuerda el primo de Elvira y familiar de Jaime, Jose Luis Varela. Al terminar la guerra en 1939, como otros tantos miles de españoles, se exilió en Francia. Un año después, la Alemania nazi invadió el país galo y asesinó a Jaime en el campo de concentración de Mauthausen- Gusen. Su historia se perdió en el tiempo hasta que el historiador Enrique Barrera la recuperó en 2012 en su libro Galegos en Mathausen, y, desde ayer, un adoquín de latón recuerda su legado frente al que fue su hogar en Panxón. La pieza, que forma parte del proyecto europeo «stolpersteine» (obstáculo en el suelo en alemán) para el recuerdo de las víctimas del holocausto, fue colocada por Elvira y el alcalde de Nigrán, Juan González, en el número 9 de la rúa Gaifar.
«Nadie sabía donde estaba», explica Elvira. «Mi abuela [la madre de Jaime]) no había recibido ningún mensaje desde que se fue a la guerra», recuerda. Pasó toda su vida «pidiendo por él», con la esperanza de que su hijo volviera algún día a Panxón. Todas las personas que lo conocieron murieron cuando se supo en Nigrán el final de Jaime. «Pensábamos que había muerto en la Guerra Civil, pero no nos habíamos imaginado que hubiera acabado allí», explica su sobrina. La última referencia de Jaime en la prensa de la época es a raíz de la detención de su padre, Florencio Martínez López. Una nota en un diario local recogía que había sido retenido por la Guardia Civil de Baiona después de ser «reclamado como padre del soldado desertor Jaime Martínez Pereira».
La pista del vecino de Panxón se pierde una vez se exilia a Francia. No se sabe nada de su vida en el país galo durante el estallido de la II Guerra Mundial hasta que, en 1940, unos documentos conservados en el ITS Archives Bad Arolsen, el principal centro de investigación sobre el holocausto, informan de su confinamiento en el stalag VD de Estrasburgo, un campo para prisioneros de guerra ubicado en la ciudad francesa del mismo nombre. Desde allí, un 11 de diciembre del mismo año, fue deportado a Mauthausen junto a otros 846 prisioneros.
A su llegada, lo registran como un «fischer» (pescador, en alemán) nacido en Panxón el 14 de abril de 1917 y le asignan el número 5120. Cuatro meses después de su llegada, el 8 de abril del 1941, fue transferido a Gusen, el subcampo de Mathausen conocido como El Matadero. Allí estuvo destinado en el barracón número 20. Los presos del campo de concentración eran utilizados como mano de obra esclava, primero en la producción de materiales para las obras monumentales y de prestigio de la Alemania nazi y después para la industria de guerra. Mauthausen tenía una cantera de granito en la que los presos debían subir más de 180 escalones con bloques de piedra de hasta 34 kilogramos. Muchos eran debilitados hasta la muerte o asesinados por los guardias alemanes. Jaime aguantó en Mauthausen poco más de un año. El certificado de defunción de las autoridades del campo de concentración certifica que el vecino de Panxón murió el 29 de diciembre de 1941 a causa de una neumonía. Sus restos fueron incinerados en el mismo lugar.
Jaime fue uno de los casi 90.000 asesinados por los nazis en el campo de concentración. Desde agosto del 1938 a mayo de 1945 pasaron por Mauthausen, unas 190.000 personas. A miles de ellas las mataron a golpes, a tiros, con químicos o las dejaron congelarse o fallecer enfermos. Además, más de 10.000 personas fueron asesinadas en la cámara de gas del campo de Gusen, donde murió Jaime, en el centro de ejecución del castillo de Hartheim o bien en un vehículo adaptado para ello que realizaba el trayecto entre Mauthausen y Gusen. En el memorial del campo de concentración recuerdan que «la mayoría de los presos murió como consecuencia de su explotación como mano de obra, llevada a cabo sin ningún escrúpulo y acompañada de malos tratos, así como unas raciones alimentarias insuficientes, una vestimenta deficiente y la carencia de atención médica».
«Mi abuela se habría puesto muy contenta al ver esta placa aquí», dice Elvira. Ella no conoció a Jaime, pero, ahora, cualquier persona que camine por Panxón podrá tropezar con su recuerdo. Este es el objetivo con el que el Concello de Nigrán decidió sumarse al proyecto europeo en un «compromiso evidente coa recuperación da memoria histórica», recordó el alcalde, Juan González. Ayer, 82 años después de su asesinato, el recuerdo de Jaime volvió a su Panxón natal, justo frente al lugar donde nació.