
«Gaseosas Alonso. El mejor complemento y de finísimo paladar», reza una de las botellas halladas
09 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Durante la pandemia, Marcos Alonso aprovechó su tiempo para arreglar un viejo molino comido por las silvas en Matamá. Había sido de su familia hace 300 años, pero, después, fue pasando de mano en mano hasta que el abandono del medio rural lo silenció. Poco a poco y con la ayuda de su padre lo fue limpiando y reconstruyendo. «Dende hai dous ano xa conseguimos que volva moer», cuenta orgulloso.
El molino se esconde en una finca entre viviendas y bebe del regato Sisón, que llenaba la presa de O Cercado, «coa que se regaban todas as fincas do lugar», destaca Marcos. El agua también alimenta a una vegetación que, «se te descoidas, volve a comer todo o espazo de novo». Por eso, «trato de vir como mínimo unha vez ao mes para limpar os regos e o lugar», explica. En una de estas últimas búsquedas encontró varios tesoros que relatan la historia de la parroquia en el siglo pasado: «Atopei un vello moedeiro, unha cunca de cerámica moi bonita e, máis que nada, botellas de vellos tónicos, menciñas e gaseosas que facían os veciños de Matamá», cuenta.
«Gaseosas Alonso. El mejor complemento y de finísimo paladar», reza una de las botellas. En la parte trasera pone «Fabricada en Matamá». Es un recuerdo de aquella gaseosa que fabricada en un pequeño almacén de la parroquia el vecino Alfredo Alonso. «Era a que se utilizaba aquí para acompañar ao viño», indica Marcos. «Posiblemente, estas garrafas de gasosa alguén as esqueceu cando as puxo a refrescar no rego, co propósito de logo mesturala co viño que acompañaba a aqueles almorzos que se compartían no tempo da labranza, entre as persoas que participaban no traballo», cuenta. Recuerda que él, de pequeño, paseaba por esas fincas en las que un vecino pagaba la ayuda de otros con una buena comida.
«Esta botella de gaseosa lembra a estes pequenos negocios e fabricantes locais tiñan un peso importante na economía das parroquias», recuerda Marcos, que lamenta que en la sociedad actual todos estos comercios hayan desaparecido. «Hoxe todo está concentrado en grandes centros comerciais e plataformas distribuidoras e os beneficios revirten só nas mans duns poucos».
Además de la botella de gaseosa, también hay tónicos y jarabes que se vendían en las viejas farmacias. «Mira esta botella, é de Kymeral, un vello medicamento que se tomaba e que se producía en San Sebastián», recuerda. «A verdade é que todo que hai por aquí son vellos tesouros», explica Marcos. Los guarda todos en un rincón de su casa que ha dedicado a exponer una parte de la historia de la parroquia de Matamá que descubrió mientras escribía los dos libros de Matamá, unha ollada ao pasado, que firmó junto a Xulio Fernández tras diez años de trabajo.
Algunas de estas botellas también aparecieron «no inferno do muíño», la parte baja donde el agua hace girar la rueda para moler el grano. Marcos Alonso recuerda que antes toda la basura se quemaba y lo que no ardía, como el cristal, se tiraba. «Iso si, penso que as botellas deberon esquecelas», asegura en vista del resultado. Esas botellas se vendían con vuelta. Es decir, se pagaban y se dejaba una pequeña fianza que se devolvía cuando las entregaban de vuelta. «Estas eran reutilizadas constantemente», recuerda Marcos mientras coloca las botellas con las otras. Son parte de su pequeño archivo histórico.