Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Juzgan a un joven médico acusado de violar a una chica que conoció en Tinder: «Me dijo 'pobriña' y me agarró del cuello»

E. V. Pita VIGO / LA VOZ

VIGO

E. V. Pita

Una universitaria acusa al implicado de forzarla en un piso de Vigo cuando quedaron para ver la tele. Él se enfrenta a una petición de diez años de cárcel

27 mar 2025 . Actualizado a las 01:30 h.

Un joven médico de las Rías Baixas se enfrenta a diez años de cárcel como supuesto autor de una agresión sexual a una universitaria de Vigo a la que había conocido en la aplicación de citas de Tinder. El incidente habría ocurrido a finales de mayo del 2022 en un piso de Vigo, cuando ella tenía 24 años y él era un poco más mayor. El juicio se ha celebrado este martes en la Quinta Sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo. 

El acusado admitió a preguntas de la acusación que la denunciante y él tuvieron relaciones consentidas tras conocerse un año antes en Tinder e intercambiarse mensajes, aunque sin conversaciones explícitas sobre sexo ni gustos eróticos. Solo se vieron una vez en persona en una cita en una cafetería de la playa de Samil y hablaron durante dos horas con normalidad. El implicado sugiere que tras mantener las relaciones, ella se sintió decepcionada porque él se despidió con frialdad sin pedirle una segunda cita y deduce que la joven pensó que él se había aprovechado de ella, algo que niega. Asegura que, durante el acto sexual, en ningún momento ella le expresó su disgusto o le dijo que se sentía mal y negó que le hubiese pegado, salvo un «cachetazo» de tipo erótico.

Por contra, la estudiante asegura que siempre le dejó claro al joven que no quería hacer nada con él. Finalmente, aceptó subir a la casa de su madre y hermana, que esa noche estaba vacía y él la cogió por sorpresa, la aferró por el cuello y la obligó a tener sexo en dos episodios distintos, uno en el sofá y otro en el baño, además de otra práctica a la que ella se negó a seguir porque sintió dolor. No pidió socorro ni se resistió porque se quedó «en shock» y «paralizada», y por que «tenía miedo». Luego, él la acompañó a su casa y, por el camino, según la joven, él le preguntó si iba a llamar a la policía y la previno de que «tenía un cadáver en su trastero», frase que él aclara que se refería a una anécdota de sus tiempos de estudiante de primer curso de Medicina. 

La Fiscalía pide, además de diez años de cárcel, otros doce de alejamiento de la víctima, la asistencia a un curso de educación sexual, y la prohibición de trabajar en oficios relacionados con menores durante diez años. La acusación pública reclama además que el acusado indemnice con 8.000 euros a la víctima por daños morales y físicos.

 El acusado contó que ella, por mensaje, planteaba quedar con él varias veces aunque luego se aplazaron los planes varias veces porque ella puso disculpas. Finalmente, el día de la agresión que se juzga, ella tenía que terminar un trabajo de fin de carrera pero aceptó que él la fuese a recoger a Vigo a las once de la noche para ir a tomar algo en la casa de la madre de él en la misma ciudad.

El acusado admitió que, durante el año en que se conocieron, se mensajearon y mantuvieron «conversaciones, pero no de sexo explícito». Reconoce que un día ella le envió un mensaje que le avisaba de que «no buscamos lo mismo»  porque ella estaba en «modo odio a los hombres» tras una ruptura que a ella, dice el implicado, le generó un «trauma». «Quedamos para tomar una cerveza y lo que surgiera», recalcó el acusado al tribunal. Sin embargo, no recuerda si se lo dijo eso a la chica en un mensaje, pero insiste en que «en el último mes hubo un claro tonteo». Alega que dedujo que la denunciante quería concretar una cita y «ver lo que surgía».

Ya en casa de los padres del acusado y sentados en el sofá, tampoco hablaron de sexo, según testificó el acusado. El anfitrión fue a la cocina a buscar una cerveza, pero no tenía. Se sintió avergonzado porque no tenía nada que ofrecerle a su invitada y le preguntó si quería un vaso de agua. De vuelta al sofá, el acusado explicó que empezaron en un clima de caricias preliminares y que, siguiendo un «jugueteo», luego la joven le practicó sexo oral.

Admitió en su declaración que, durante el acto, él le dio «una cachetada floja» pero sostuvo que no le pegó. Sí la habría tocado. Luego, ella se excusó diciendo que tenía la regla y él le propuso ir al baño y que no notó que ella hubiese hecho ningún gesto de desagrado. Aseguró, en respuesta a una de las preguntas del fiscal y la abogada de la denunciante, que hubo un segundo encuentro sexual en el baño. La abogada de la joven le preguntó si ella lloraba o gritaba de dolor. Él lo negó.

El fiscal le preguntó al acusado porque él, al salir de la vivienda para acompañarla a casa, le insistió a la chica sobre si ella estaba bien y respondió que lo hizo por educación y cortesía. La llevó de vuelta a casa. 

Uno de los debates que se planteó en el juicio es si, él tras la supuesta agresión, deslizó comentarios inquietantes para intimidar a su víctima. El acusado aclaró que, mientras se marchaban de la casa, hablaron de las «personas depravadas» en Tinder porque «nunca sabes lo que te vas a encontrar» y bufó: «¡Que me lo digan a mí!». Asegura que, en ese momento, estaban de broma, que le decía que «aquí, en el trastero, tengo guardado a un cadáver» pero simplemente contaba una anécdota real porque él fue estudiante de Medicina y en el primer curso había ido con su padre a recoger un esqueleto a un cementerio y lo habían guardado en una bodega, todo eso autorizado legalmente.

Alega que ella se sintió «desilusionada»

La versión del acusado es que tras el encuentro sexual consentido, la joven se sintió decepcionada porque él no le propuso volver a quedar o tener una segunda cita y continuar la relación. El joven admite que, tras acompañarla a casa, la despedida fue «fría», porque él ya estaba pensando en que al día siguiente iba a tener una guardia de 24 horas. Por ello, la notó «decepcionada», como si ella esperase más. Al día siguiente, sostuvo, recibió una solicitud de amistad de un conocido de la denunciante y dedujo que la chica había contado algo a su pandilla. Le pidió explicaciones a ella pero no le respondió.

La letrada de abogada le preguntó que, si todo había sido tan consentido como estaba relatando, por qué en una semana no volvió a enviarle mensajes o a llamarla. El joven alegó que esos días se volcó en su trabajo y, al poco, ella lo denunció.

A preguntas de su propio abogado, el acusado respondió que, en las semanas previas al suceso, sus conversaciones por mensajería entre ambos eran «insinuantes» y de «tonteo». Insistió en que cuando estaban, el día de los hechos, en la casa de la madre él, la joven no hizo «ningún gesto» de llorar o de desagrado. Añadió que, días antes, ella lo había invitado a visitar su negocio familiar o estar con la pandilla de sus amigas.

También negó cualquier tipo de violencia hacia la joven. «Yo nunca la llegué a agarrar del pelo a esta persona, nunca la arrastré al baño, yo tenía los pantalones hacia abajo y era imposible», aseguró. «Jamás vi que ella estuviese en shock [durante la supuesta agresión], nos hicimos preguntas entre adultos», continuó. «Quizás en la despedida fui frío y distante y cortante, noté cierta desilusión de ella de que no volveríamos a vernos, sintió como que había sido utilizada por mí, seguramente ella pensó que le estaba pasando lo mismo que con otra relación suya anterior», sugirió el acusado.

Declaración de la denunciante

La joven denunciante declaró acompañada de un psicólogo forense que proporciona el Decanato para apoyar a las víctimas de malos tratos y de violencia sexual. La sala obligó al acusado a oír el testimonio de la denunciante oculto tras un biombo para no tener contacto visual entre ambos.

La mujer contó al fiscal que ambos se conocieron por Tinder en el verano del 2021, hablaron luego por Instagram y tuvieron una cita personal. El día de los hechos, ella fue a casa de la madre de él, pero «yo no quería una relación porque si la quisiese, yo vivía sola». Se sentaron en el sofá y «a los dos minutos me agarró del cuello. Le vi una mirada y puso su voz que me asustó, y me agarró fuerte del cuello, se levantó y al poco me obligó a practicar sexo».

La víctima dice que se sintió formada porque él estaba «cogiéndome del pelo, atrayéndome hacia él, me dio una bofetada y siguió. Yo nunca lo acaricié, tenía mucho miedo, me bloqueé y se me cayó el mundo encima, mi temor era salir de allí tras ver esa agresividad, solo quería llegar a mi casa sana y salva, portarme lo mejor posible para que esa violencia fuese la menor. Lo estaba pasando mal, tenía la cabeza inmovilizada y me hizo daño en la garganta. Me retiró la ropa, me agarró muy fuerte de un pecho y grité del dolor», relató la joven al tribunal. 

Ella indicó que no tuvo oportunidad de oponerse a la agresión sexual. «Cogiéndome del pelo, me dijo "vamos" y le dije que estaba con la regla, a ver si él desistía». En el segundo episodio en el baño, la habría obligado a mantener relaciones, lo que le hizo soltar un grito de dolor. «Paró porque siendo él médico pudo ver que me podía hacer un desgarro», aseguró al tribunal.

La joven recalcó que el acusado, durante la agresión sexual en el baño, pudo ver cómo ella lloraba y que fue «muy bruto y no paró hasta eyacular». Tras finalizar, ella se derrumbó. «Me quedé en el suelo llorando y temblando, me vi en el espejo con la cara roja de no respirar bien. Me abrazó y me dijo: 'Este es mi rollo'. Y me dio una toalla para que me limpiase».

La defensa del acusado le preguntó por qué no envió un mensaje a sus amigas para pedir socorro. «No podía enviar un mensaje de ayuda porque estaba paralizada», aclaró la joven.

Tras la supuesta agresión sexual, la joven contó que su agresor la llevó a casa y, por el camino, él le preguntó: «¿Qué, ya llamaste a la policía?». La joven se queja del trato recibido: «Nunca le preocupó que yo estuviese bien, sino que yo no fuese a decir nada».

Tras los hechos, la joven intentó recomponerse y comprender lo que había pasado. «Al llegar a casa me quité la ropa porque sentí mucho asco y me duché. Se lo conté a unas amigas, tuve que contárselo, pero a mi madre no fui capaz porque no quería verla sufrir», explicó. Sus amigos la convencieron para que fuese al hospital «por si él me había pegado algo», afirma la denunciante.

La víctima le relató en el juicio a su abogada que, durante el año de mensajes, «nunca hubo tonteo, solo que yo no quería ser borde ni ser cortante con él». Insiste en que nunca tuvieron conversaciones de sexo y que incluso ella le envió un mensaje que decía: «Buscamos cosas distintas» para que él entendiese que no quería una relación. «Hablábamos de quedar, pero sin ninguna otra intención», recalcó.

La joven señala que, a raíz de este suceso, se sintió tan mal psicológicamente que no fue capaz de terminar su trabajo de fin de máster en la convocatoria prevista ni se pudo presentar a las oposiciones que iba a preparar. Fue a tratamiento psicológico tras el suceso y «cuando conté esto me sentí juzgada y no me sentí bien. Quería olvidar y pasar página y no denunciar. Fui a una psicóloga profesional para llevar una vida normal pero sigo mal».

La joven aclara que, respecto a Tinder, «nunca usé antes esa aplicación, lo hice de bromas con mis amigos, no quería tener nada con nadie. Había roto con un chico un par de meses antes». Añade que, en un mensaje, él le ofreció un plan de peli y sofá y ella vio que él tenía otras intenciones «y no quería hacerle perder el tiempo».

Respecto al encuentro en el piso, ella afirma que le avisó de que debía ser «algo breve» porque ese día estaba ocupada con sus estudios. Fue a la casa de él «a tomar algo, a charlar y a ver el partido de tenis en la tele». Estuvieron hablando de trabajo y de que ella estaba ocupada con el Trabajo Fin de Carrera. «Lo último que me dijo fue 'pobriña' y me agarró del cuello», explicó entre sollozos la denunciante al verse sorprendida por su supuesto agresor sexual. «No intenté apartarlo porque tenía mucho miedo», dijo al tribunal.

Al despedirse, la joven relató que él «me contó que el trastero guardaba un cadáver. Creo que, tras una agresión, no me pareció un comentario normal, y me dijo: 'Disfruta de la última bocanada de aire fresco'. Todo lo que me dijo parecía una advertencia de que yo no fuese a hacer una tontería».

El interrogatorio de la defensa

El abogado del acusado se pregunta por qué ella no se resistió o pidió ayuda a sus amigas por mensaje cuando quedó unos momentos sola en la casa de él. También le preguntó por qué ella aceptó que él lo llevase a casa y por qué su mejor amigo no le creyó inicialmente su historia. El letrado sugirió al tribunal, sin querer invadir la intimidad de esta, que la joven no tenía mucha experiencia.

El mismo letrado de la defensa le inquirió a la joven si, tras el incidente, presentaba marcas en el cuello porque, según argumentó, 36 horas después los médicos no apreciaron nada. También quiso saber por qué ella echó a lavar la ropa. «Porque me daba asco lo que él me hizo», replicó ella.

«Yo no quería denunciar, a mí me parecía un chico normal y tenía miedo a represalias como les pasa a muchas mujeres. No me esperaba una situación así, me daba reparo denunciar pero yo no tengo por qué sentir vergüenza. Llevo tres años con esto y no he podido terminar mis estudios y mi carrera», dijo entre sollozos al tribunal. A su director de máster le explicó por correo electrónico que no pudo entregar su TFC por haber sufrido una «agresión sexual» y le concedieron más plazo.

El juicio proseguirá el 24 de abril con las declaraciones de los forenses médicos y psicólogos para evaluar los traumas que sufrió la denunciante.

Secuelas de la denunciante

La Fiscalía señala que, como consecuencia de estos hechos, la víctima sufrió heridas consistentes en faringe hiperémica con dos zonas más eritematosas a ambos lados de la úvula y las petequias en zona de cuadrante superior externo de mama derecha. Igualmente, continúa el escrito fiscal, sufrió heridas consistentes en cuadro clínico de reagudización sintomática de trastorno ansioso depresivo y TCA previo que requirieron para su curación una primera asistencia facultativa. Curó en 150 días de perjuicio básico y 30 días de perjuicio moderado. Tuvo secuelas consistentes en malestar emocional por sintomatología depresiva ansiosa compatible con secuela de agravación de trastorno mental (valorada en un punto).

Los forenses tendrán que testificar dentro de un mes para presentar sus conclusiones y explicar los resultados de las lesiones y secuelas de la denunciante.