
Mercedes ya sale de casa en Vigo gracias al elevador. Vecinos de otros dos viejos inmuebles de Coia logran licencia para instalarlo
10 abr 2025 . Actualizado a las 14:25 h.Mercedes tiene 88 años y una sonrisa asomada a la ventana del número 6 de la calle Vilagarcía de Arousa, en el barrio de Coia. «Si no fuera por el ascensor, yo no podría vivir aquí», confiesa. En su voz hay gratitud. La instalación del elevador le ha devuelto algo tan simple y vital como salir a la calle sin depender de nadie y todas las mañanas sale para comprar el pan. «Me ha cambiado la vida, como a muchos otros vecinos, que ya somos mayores», afirma esta octogenaria.
El bloque donde reside fue construido hace cinco décadas, cuando el barrio crecía rodeado de campos y las parejas jóvenes y trabajadoras no pensaban aún en los problemas de accesibilidad que llegarían con la edad. En aquella época nadie imaginaba que las escaleras acabarían convirtiéndose en barreras infranqueables. Hoy, en un barrio plenamente urbanizado, con el Alcampo de Coia a pocos metros que atrae cada día a miles de personas, las prioridades han cambiado: la autonomía personal es ahora el gran objetivo.
La instalación del ascensor en el número 6 se culminó el año pasado, tras una larga tramitación administrativa que finalizó con la inauguración oficial por parte del alcalde. El cambio es visible. Donde antes había un acceso complicado, ahora hay una estructura metálica moderna, adosada a la fachada, con rampa y barandilla de acero inoxidable que permiten la entrada directa a cualquier vecino que se tenga que desplazar en silla de ruedas.

Merchi y José María, que también viven en este portal, coinciden en que la mejora ha sido sustancial. Aunque residen en la primera planta, el ascensor les facilita mucho la vida en situaciones cotidianas. «Cuando venimos cargados con la compra, se agradece», explica ella, mientras él lamenta una pequeña pérdida que ha traído haber ganado en comodidad: «Antes tropezabas con los vecinos en la escalera y te parabas a hablar, ahora ya los vemos menos». El edificio es más inclusivo gracias a las obras que realizaron y el objetivo se ha cumplido: poder seguir viviendo donde uno siempre ha vivido, con dignidad. Otros inmuebles de la ciudad siguen el mismo camino, como reflejan los expedientes municipales.
Efecto contagio
El impulso del número 6 ha tenido efecto contagio. A pocos metros, en los portales 8 y 10, las comunidades ya han iniciado su propio camino.
La Gerencia de Urbanismo acaba de conceder la licencia para instalar sendos ascensores en estos bloques, que todavía conservan las escaleras como único acceso a sus respectivos portales. Las obras incluirán también la colocación de rampas de entrada similares a la del número 6, lo que permitirá por fin eliminar las barreras arquitectónicas que aún persisten y que datan de una época en la que no existía la sensibilidad actual hacia las personas con diversidad funcional.
Merchi, que llegó al barrio cuando no había ni aceras ni supermercados cerca, celebra el cambio: «Estoy encantada con vivir en esta zona. El ascensor era lo único que nos faltaba». Su testimonio es el de una generación que ha visto crecer el barrio de Coia desde sus cimientos, y que, a lo largo de los próximos años, podrá seguir formando parte del mismo en condiciones de igualdad. No todos han llegado a tiempo para disfrutar del nuevo ascensor. Los vecinos recuerdan con emoción a Paulino, residente del cuarto piso y uno de los principales impulsores del proyecto. Fue él quien lideró los contactos con los contratistas y se encargó de convencer a los más escépticos de que valía la pena embarcarse en la obra. Murió poco después de que el elevador se pusiera en marcha. Su ausencia duele, pero su legado permanece en cada trayecto que ahora los vecinos pueden hacer sin miedo a una caída ni al cansancio de los peldaños.
La calle Vilagarcía de Arousa se ha convertido así en un ejemplo de transformación urbana al servicio de las personas. Y lo ha hecho no desde la gran obra pública, sino desde las decisiones colectivas de comunidades que entienden que envejecer con dignidad también es una forma de construir ciudad.

Estas obras son posibles gracias a un decreto de la Xunta que entró en vigor en diciembre de 2017 y que establece condiciones y excepciones para la instalación de ascensores en edificios antiguos, facilitando así la mejora de la accesibilidad. Este decreto permite a los edificios antiguos instalar ascensores en espacios comunes o incluso ocupar parte del espacio público, siempre que se justifique la necesidad de mejorar la accesibilidad.
La medida, y también las ayudas institucionales, han sido claves para desbloquear proyectos que, durante años, quedaron atascados por la falta de alternativas técnicas o urbanísticas.
En el caso del número 6 de la calle Vilagarcía de Arousa, el ascensor se colocó adosado a la fachada, en una solución que no habría sido viable sin esta normativa. El decreto busca facilitar la vida a una población envejecida y fomentar la permanencia de las personas mayores en sus propios hogares, frente a la alternativa de trasladarse a residencias de la tercera o viviendas adaptadas. Gracias a este marco legal, se están tramitando decenas de proyectos similares en toda la ciudad para mejorar la calidad de vida de los mayores.