A Guarda concentra el mayor número de molinos de viento, aunque han cambiado de utilidad
03 jun 2024 . Actualizado a las 18:34 h.Los abundantes ríos existentes en toda Galicia favorecieron, a lo largo de la historia, el desarrollo y la expansión de los molinos hidráulicos como instrumento principal para realizar la molienda de distintos tipos de granos. Sin embargo, el agua no ha sido la única fuerza motriz que tradicionalmente se empleó en la comunidad para convertir los cereales en harinas. Aunque no son muchos, en comparación con los movidos por las corrientes de agua, son varios los ejemplos de molinos de viento que se conservan en la actualidad, aunque ya desde hace tiempo sin realizar la función para la que fueron construidos. En el sur de la provincia de Pontevedra, la mayor parte de ellos se concentran en el municipio de A Guarda, pero también hay restos y referencias en el propio municipio de Vigo.
En 1802, el ministro de Hacienda de Carlos IV, Miguel Cayetano Soler, emprendía una encuesta en toda España para conocer la realidad económica del país. Vigo respondió en 1805 a las preguntas formuladas. En ellas se dice que, seis años antes, el industrial riojano Norberto Velázquez Moreno tenía un molino de viento en el Couto de Arriba, muy cerca de la actual plaza de España. Se añadía en el interrogatorio económico que se dedicada únicamente a moler trigo para la factoría de pan de munición de la villa del Porriño. Aquel molino industrial fue dibujado por un oficial británico que estuvo en Vigo en 1809.
La toponimia también delata el emplazamiento de otro artilugio similar en Alcabre, donde hoy en día se levanta el Museo do Mar, conocido como Muíño do Vento. En el Derrotero de las costas de España y Portugal, realizado por Luis Bayo y López, en 1896, se dice que cerca de Cabo de Mar hay una fábrica de conservas junto a donde se hallaba «el ruinoso molino de viento de donde se derivó su nombre». Así que se puede deducir que estuvo en uso durante las primeras décadas del siglo XIX.
La tercera referencia molinera dentro del termino municipal vigués se sitúa en la parroquia de Navia. Allí se ha conservado, aunque en un estado ruinoso, la torre de un molino de piedra, lo que lleva a pensar que tuvieron cierta implantación en la costa.
En el Catastro de la Ensenada, realizado a mediados del siglo XVIII, no aparece ningún molino de viento en activo en el sur de la provincia de Pontevedra. Sin embargo, se hace referencia a un topónimo circunscrito a ese ámbito. Se sitúa en Castro Barbudo, en Soutomaior. Habla de un molino harinero «donde llaman el Molino de viento, perteneciente a Francisco Albor», señala la respuesta 17 de esa parroquia, que estaba relacionada con la presencia de minas, salinas y artilugios.
A Guarda es el municipio donde más restos de aquellos artilugios se han conservado, claro que ninguno cumple ya su función inicial; o fueron rehabilitados como viviendas o permanecen las estructuras en estado de ruina.
En la propia villa guardesa se pueden contemplar las torres de tres molinos de viento. Cerca del barrio de A Guía se alzan los restos de un artilugio eólico que debió de ser construido en la segunda mitad del siglo XVIII, ya que en el Catastro de la Ensenada, de 1749, no se recoge ningún edificio de esas características en todo el municipio, pero sí hay documentación municipal que lo sitúa en la década posterior. Muy cerca de este se levanta el Muíño de Abaixo, construido en el siglo XIX y que se mantuvo activo hasta comienzos de la pasada centuria. Según explican en la web de Patrimonio galego, este molino tuvo una cubierta giratoria. En la carretera que va a Camposancos se puede ver el Muíño da Cruzada, en peor estado que los dos anteriores.
La parroquia guardesa de Camposancos sí conservó más artilugios eólicos. La mayor parte de ellos han sido rehabilitados para darles otras utilidades. Todos ellos fueron construidos a lo largo del siglo XIX, como es el caso del Muíño do Forte, que quedó incorporado a un establecimiento hostelero, aunque se puede apreciar parte de su estructura exterior.
En un punto más elevado se encuentra el Muíño de Maradiz, que ha sido restaurado para usos habitaciones. Dejó de ser empleado como molino a comienzos de los años veinte del pasado siglo. Un poco más abajo hay otro molino, el del Outeiro, que también fue rehabilitado para su uso habitacional. En la playa, en el complejo hotelero de Camposancos hubo un molino, del que ya no quedan más recuerdos que una simulación en la parte alta de edificio.
El investigador Xoán Martínez Tamuxe realizó hace años un artículo titulado Noticias sobre desaparecidos muíños de vento. En él, decía el estudioso del Baixo Miño que la tradición oral apuntaba a la existencia de otros dos molinos en Salcidos, aunque ya no se conserva resto alguno de ellos. En su artículo, Tamuxe los situaba en los lugares de Toxal y Cabacos.
En el número 3 de la revista Glaucopis, editada por el Instituto de Estudios Vigueses, el arqueólogo Francisco Javier Costas Goberna y la arqueóloga Elisa Pereira García apuntan a la posible existencia de dos molinos de viento en el municipio de O Rosal, aunque no quedan restos de ninguno de ellos. En ambos casos, basan sus hipótesis en la existencia de topónimos relacionados con estos artilugios. El primero es Valdraspas y se sitúa en la San Miguel de Tabagón, mientras que el otro, está en San Xoán de Tabagón y es más directo: Muíño do vento.