La lluvia no arredró a los fieles y la procesión de los ataúdes se celebró este año en la aldea de Ribarteme con siete ofrecidos
29 jul 2019 . Actualizado a las 18:42 h.Nieves Gómez es una vecina de Vilacova, una pequeña parroquia de Salvaterra do Miño. Esta mañana ha recorrido 16 kilómetros hasta el santuario de Santa Marta de Ribarteme para ofrecerse ante la virgen de este templo en señal de agradecimiento por la curación de su nieto de 5 años de una enfermedad que tenía noches sin dormir a toda su familia. Lo que hizo, como muestra de gratitud y devoción, fue recorrer la procesión de este santuario dentro de un ataúd. «Tengo mucha fe en Santa Marta y le pedí a esta virgen que curase a mi nieto y así fue», dice la vecina.
Como Nieves, otras seis personas desfilaron en ataúdes por el entorno de las fiestas de santa Marta. Tradicionalmente se asocia a esta santidad con sus capacidades sanativas desde la resurrección de su hermano, según cuenta la Biblia. Otro ejemplo es María Rodríguez, natural de Vigo, quien le prometió a Santa Marta que si curaba a su perro Jeremías recorrería los quinientos metros de procesión dentro de uno de los féretros. Y así fue. «Estaba desesperada porque mi perrito se curase y sabía que Santa Marta me ayudaría y ahora está muy sano», dice.
Pero los ofrecidos que se meten dentro del ataúd no son los únicos devotos que rinden honor a esta Santa. Aida caminó esta procesión descalza, vestida con una túnica tipo mortaja con la que se envuelven los cadáveres y con una vela de un metro de alto que se preocupó por mantener encendida todo el recorrido. «Yo soy de aquí y tenía fe en sus milagros, salvó a mi propia hija», confiesa esta vecina de San Xosé de Ribarteme con la cara bañada en lágrimas. Como hizo Aida, la fidelidad de tantas otras personas a esta santidad se mostró en los centenares de velas blancas y rojas que estaban prendidas conformando una alfombra de luz que decoraba los muros del santuario. Con esta misma mortaja se ofrecía Puri a Santa Marta. Se acercó hasta allí desde Arbo por la curación de su marido, a quien «iban a cortarle todos los dedos de sus manos y al final solo le cortaron uno», confiesa Puri emocionada.
Con la llamada de las campanadas arrancaba la procesión desde la carpa en la que se ofició la misa. Empezaron a caer unas gotas de lluvia que sin embargo no detuvieron a ninguno de los devotos ante los ojos de esta santidad. «Virgen de Santa Marta, reina soberana», entonaron durante todo el recorrido un grupo de vecinos que encabezaban la romería. Rostros emocionados, velas encendidas, siete ataúdes, devotos de rodillas, devotos descalzos, cubiertos con mortajas, personas enfermas… Promesas cumplidas. Las campanadas que anunciaron la vuelta de la procesión al santuario tardaron 55 minutos en volver a sonar.
Ademar fue uno de los tres curas encargado de oficiar la misa principal del día. Es natural del Congo y en una visita que está haciendo a España uno de sus amigos le ofreció la posibilidad de ser uno de los sacerdotes que participasen en este encuentro. «Es mi primera misa en España y es un orgullo poder dedicársela a Santa Marta», confiesa Ademar, quien se disculpaba por un español que hablaba perfectamente. «Además de muchas personas que vienen hasta aquí movidas por la fe otras creo que vienen porque es algo cultural y turístico, pero se quedan sorprendidas por la confianza en los milagros de Santa Marta», admite este sacerdote. Esta mañana el recinto que rodea a la iglesia estaba abarrotado de curiosos procedentes de todas partes del mundo y muchos medios de comunicación. «Incluso siendo lunes, como cuadró este año, no hay ni un sitio para aparcar», apunta Vícor Méndez, uno de los encargados del aparcamiento.