La buena suerte de un gato callejero
01 oct 2008 . Actualizado a las 11:45 h.Había una vez un gato mendigo que vivía en un contenedor de basura y que de la noche a la mañana se convirtió en el príncipe de un pequeño palacio de Bahíña que pasea a diario por las calles de Baiona y también navega por la ensenada.
Coral ha pasado a ser el gato de presencia más aristocrática de Baiona, y nada en su porte hace sospechar que sus orígenes son los más humildes que puede tener una mascota.
Sus dueños lo encontraron hace un año tirado y abandonado dentro de un contenedor de basura de las inmediaciones del paseo Pinzón. Estaba muy sucio, hambriento y padecía de una infección en los ojos.
Lo lavaron con cuidado, lo llevaron al veterinario y con el tiempo y una dieta equilibrada se ha convertido en lo que es hoy en día, un hermoso ejemplar albino con un ojo de color verde y el otro azul que hechiza a quien lo ve. Su único problema es que padece de sordera, una afección muy común en este tipo de animales.
Belén Comesaña, de la floristería Lovi, explica que su hijo Miguel Ángel decidió adoptarlo, aunque no está segura de si, en realidad, es el gato el que se ha hecho dueño de esta familia que reside en la parroquia de Bahíña. De vivir en un contenedor de basuras, su nuevo hogar ha pasado a ser una estancia de más de cien metros cuadrados en la planta baja de la vivienda en la que ya no pasa frío.
Dieta atlántica
De comer los desperdicios que encontraba en el contenedor, el pienso se ha vuelto la base de su dieta y ya sabe lo que es comer el pescado recién salido del mar.
Una de las aficiones de su recién estrenada vida de «nuevo rico» es salir a navegar en la embarcación que tienen sus dueños, aunque él lo considera como de su propiedad porque, entre otras cosas, lleva su nombre. Para meterlo en el barco, sus dueños lo llevan con correa para que no se escape, porque es tímido y le asusta la muchedumbre. Le gustan esas expediciones por la bahía de Baiona no sólo para probar bocado fresco, sino también para darse unos buenos chapuzones. «Es muy marineiriño», apunta Belén.
«Decidimos quedárnoslo porque el pobre estaba medio muerto, nos dio mucha pena cuando lo vimos en el contenedor y seguro que no hubiera podido sobrevivir», comenta. Coral ha pasado de ser un mendigo a transformarse en el gato más elegante de la Real Villa.