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Baiona despide a Isaac Carneiro Refojos, el marinero que levantó un santuario sobre el océano

BAIONA

Alejandro

«Mi mayor ilusión es que alguien devoto mantenga este espacio», comentaba sobre el pequeño santuario que construyó en el paseo del Parador

22 mar 2025 . Actualizado a las 00:19 h.

Baiona llora la partida de Isaac Carneiro Refojos, el marinero jubilado que, con sus propias manos, su fe inquebrantable y un amor profundo por su tierra, erigió el santuario del Monte Boi. A los 90 años nos deja un hombre que dedicó más de dos décadas a construir un espacio de recogimiento y devoción en el rincón más emblemático del paseo más hermoso de la villa que lo vio nacer.

Lo hizo en silencio, con esfuerzo y sin más ayuda que la de su voluntad. Piedra a piedra, forjó un altar sobre el océano, un lugar que hoy forma parte del alma de Baiona y que cada día acoge a vecinos y viajeros que encuentran allí un remanso de paz. Su obra, testimonio de su entrega y sacrificio, es un legado imperecedero que permanecerá en la memoria de quienes la han visitado.

Hace dos años, en una entrevista a La Voz, Isaac confesaba su preocupación por el deterioro del santuario, ya que su salud no le permitía seguir cuidándolo. «Ojalá aparezca alguien que me quiera echar una mano para conservarlo, porque ahora está muy abandonado», decía con la misma ilusión y sonrisa que lo acompañaron toda la vida.

Marinero de vocación y devoto por convicción, Isaac se jubiló en 2001, y fue entonces cuando comenzó a dar forma a su santuario. Lo hizo movido por la indignación de ver cómo unos vándalos destrozaban la imagen de Santa Lucía que había colocado el Concello. En lugar de resignarse, repuso la figura con una talla que guardaba en casa y, sin saberlo, dio inicio a una de las obras más singulares de la villa. Escaleras, pasamanos, árboles y un sinfín de detalles se fueron sumando a ese rincón que con el tiempo se convirtió en un símbolo de Baiona.

La última pieza que colocó fue una placa de agradecimiento a Santa Liberata y San Telmo, en honor a un milagro sucedido el 15 de abril de 1848, cuando unos marineros se salvaron de un terrible temporal tras encomendarse a los patronos de los navegantes. Aquel gesto de gratitud resume el espíritu de Isaac: un hombre de fe, de mar y de pueblo, que solo pedía que su obra siguiera viva.

Hoy Baiona despide a uno de sus hijos más ilustres, pero su legado permanece. Ojalá su sueño se cumpla y alguien, como él deseaba, continúe su labor. Mientras tanto, cada ola que rompa contra Monte Boi llevará consigo el eco de su esfuerzo, su devoción y su amor eterno por esta tierra.