La huella ecológica y climática de estas edificaciones resulta insostenible
02 oct 2019 . Actualizado a las 13:02 h.No es sorprendente que en la semana de la emergencia climática se incluyera la denuncia del impacto de los macro centros comerciales. Permitan que lo argumentemos.
Su huella ecológica y climática es irresponsable e insostenible, no solo por la cantidad de energía necesaria para sus maquinarias y el calentamiento y refrigeración de sus enormes espacios, sino por su incentivo al transporte en vehículos privados. No olvidemos que esos lugares están sobre iluminados, atractivo que nos atraen como polillas, con el consiguiente incremento exponencial de contaminación lumínica y sus efectos nocivos sobre la salud de todos los seres vivos.
Los macrocentros comerciales son voraces e ineficientes devoradores de agua, máxime cuando se instalan en lugares en los que ya existía, antes de su construcción, una enorme fragilidad hídrica. Pero no solo por la cantidad de agua que consumen en su funcionamiento cotidiano, sino por su afección a los acuíferos en su construcción. En Vigo y su entorno, donde ya hemos visto que las sequías recurrentes serán una realidad que debemos incorporar a la gestión, es incomprensible seguir promocionando estos sumideros insaciables de agua.
No olvidemos su generación de residuos. Especialmente en plásticos, envases y embalajes, un macro centro comercial genera tantos residuos como un barrio entero de la ciudad en la que se instala. Otro factor a tener en cuenta es su ocupación del espacio. No pocas veces lo de menos es la rentabilidad económica del macro centro comercial. Si el negocio va bien, perfecto, pero si va mal se consiguen dos objetivos: mover ladrillos y cemento (a veces, el beneficio a su simple construcción) y, sobre todo, recalificar terrenos que, una vez dejan de ser forestales ya podremos edificar en un futuro en el mismo sitio o sus alrededores edificios y adosados, con lo que volvemos a mover ladrillos y cemento a cambio de perder espacios naturales.
Esos espacios naturales tienen un valor ecológico relativo (no es lo mismo un bosque autóctono que un monocultivo de eucaliptos), pero tengan el valor que tengan, y que en muchas ocasiones es muy elevado e insustituible, no deberíamos perder ni un solo metro de espacios naturales, por su biodiversidad y su efecto mitigador del cambio climático como sumideros de carbono.
Por medio, suelen llevarse por delante también no poco patrimonio histórico y etnográfico, pero tampoco pasa nada e incluso frecuentemente el propio macrocentro comercial aplica el greenwashing y celebra «el día del medio ambiente», invitando a las familias a plantar arbolitos en alguna parcelita junto a lo que era un bosque que el propio macro centro se llevó por delante. Por medio queda no solo el espacio forestal que ocuparán las enormes infraestructuras sino sus vías de servicios, aparcamientos, accesos, etc.
Paradójicamente, muchos de estos macrocentros se publicitan como entornos naturales que es tanto como decir «venga usted a comprar mientras contempla un decorado que sustituye a la naturaleza que acabamos de destruir».
Y también está su impacto económico, esté donde esté, por la amenaza que supone para el pequeño comercio local, el verdaderamente sostenible.
Y ahora pongan ustedes el nombre concreto que prefieran a estos indicadores de impacto ambiental. Celta en Mos o Porto Cabral o tantos otros. Creo que ya habrán deducido que, efectivamente, estamos absolutamente en contra de todos ellos, estén donde estén. Nuestro total apoyo a quienes rechazan estos centros social y ambientalmente insostenibles. Son la máxima expresión del consumismo depredador que está destrozando este planeta. ¿Cómo no vamos a estar en contra?
En Vigo es incomprensible promocionar estos sumideros insaciables de agua