José Antonio Martínez se considera, ante todo, inventor. Lo de emprendedor vino después. Y que convivan ambas facetas es, desde su punto de vista, el verdadero reto. «Hacen falta muchos conocimientos para montar una empresa y llevar un invento a buen lugar», asegura Martínez. Hoy es el CEO de Hinvengrup, una startup localizada en Nigrán y especializada en el desarrollo de maquinaria productora de hidrógeno. Su tecnología tiene aplicaciones en varios sectores industriales, desde la limpieza de motores a la metalurgia. Y está patentada. De hecho, la empresa nació a partir de la patente, que tiene ya una década en los mercados.
«Ha sido un vía crucis largo -subraya Martínez- porque una patente no certifica que una idea funcione, solo asegura una novedad, y todas deben pasar un proceso de validación». La suya se testó primero en el ámbito universitario, luego se fue plasmando en diferentes proyectos y finalmente tomó forma de startup. El empresario considera vital proteger la tecnología con la que trabaja una compañía si es innovadora, pero advierte de que también es fundamental hacer una buena valoración antes de lanzarse. «Mi consejo es que mediten bien el potencial de lo que tienen entre manos, que busquen asesoramiento a nivel industrial -explica- porque una patente no es una cosa que cualquiera se pueda permitir». En su caso, han invertido en torno a los 130.000 euros.
El desembolso fue grande porque apuntaron también fuera de España y en cada país en el que presentaron patente, además del desembolso inicial, hay que pagar tasas anuales. «La ventaja es que cuando presentas una patente, solo con el desembolso inicial durante un año tienes preferencia a nivel mundial, de forma que puedes empezar a buscar inversores con bastante seguridad», afirma. Martínez registró su primera patente con veintipocos años y, a día de hoy, tiene «unas cuatro o cinco», algunas en proceso. «A mí me han dicho muchas veces que las patentes no sirven para nada pero en tecnologías de aplicación industrial merecen la pena», concluye.