Iván Ferreiro: «He aprendido a aburrirme y me parece un superpoder»

NIGRÁN

SANDRA ALONSO

«Casa». Así tituló el músico de Nigrán el que es su último disco con canciones propias. Charlamos con Iván Ferreiro de ese concepto y ese espacio que estos días se ha convertido en el epicentro de nuestra existencia

18 abr 2020 . Actualizado a las 10:03 h.

La nostalgia del hogar, de la casa entendida como «ese lugar donde están los que te quieren», le llegó a Iván Ferreiro en el 2016 tras tres años de intensa gira. «Hoy esas canciones adquieren un sentido diferente», reconoce ahora el músico de Nigrán. Pero igual de vigente. O quizá aún más. «Yo tengo la suerte de tener muy buena relación con mi casa. Para mí es un refugio. Supongo que hay gente que estos días se estará dando cuenta de que para ellos también lo es».

-Hay personas para las que está siendo un refugio y otras para las que se está convirtiendo en una celda.

-Lo entiendo perfectamente. Yo hablo desde una atalaya de privilegio. Vivo en una casa en medio del campo, tengo jardín, tengo terraza, puedo tomar el aire, puedo caminar… Pero si pienso en algunas casas que tuve antes, que solo eran un agujero para descansar y salir corriendo, ufff… Yo soy una persona muy casera. Casi todo lo que me gusta hacer lo tengo en casa. Mis libros, mis discos, mi piano, mi jardín… Por eso mi vida no ha cambiado muchísimo estos días. Solo no puedo salir a tomarme algo con los colegas. O no pueden ellos venir a visitarme. Porque realmente tengo más ganas de que vengan ellos que de salir yo.

-«Vuelvo a casa en la zozobra de mi corazón», cantaba entonces.

-Sí, y realmente hemos zozobrado. Yo tuve la suerte de volver a casa por elección personal. Lo que es una putada es hacerlo porque no te queda otra. Esta situación me está recordando a aquel «vivir juntos o morir solos» de Perdidos.

-¿Qué es lo que más desasosiego le causa?

-Me da pena que hayamos estudiado tan pocas ciencias. Si supiésemos un poco más de ciencia todos habríamos sabido mejor lo que tendríamos que hacer en una situación como ésta. En mi lista de terrores globales, la pandemia estaba de los primeros. Hace ya muchos años que le tengo más miedo a una pandemia que a una bomba atómica, que era el gran terror de los niños que nacimos en la guerra fría.  Las pandemias vienen porque la ecología no está funcionando bien. A veces tengo la sensación de que el planeta Tierra nos la devuelve.

-¿Cree que hay algo de ajuste de cuentas?

-Sí, sí tengo esa sensación. Ojalá todo esto nos haga pensar en cómo queremos seguir viviendo, consumir, viajar… Si consiguiésemos poner a la ecología por encima de la economía estaríamos ganando bastante. Yo soy un optimista suicida y quizá por eso confío en que al final gane el sentido común. Pero la experiencia me dice que por lo general aprendemos bastante poco. Ojalá algunos se acuerden de que a lo mejor hoy no tienen sitio en una cama de una UCI porque en su día votaron a quien no debían.

-En «Todas esas cosas buenas» habla de que “el mundo no tiene piedad y da miedo».

-Es que el planeta es un lugar bastante hostil y nos hemos olvidado de eso. Igual se nos ha ido la mano domesticándolo.

-Usted es un apasionado de la ciencia ficción. Quizá a partir de ahora haya que redefinir el concepto.

-Sí, lo decía el otro día el director de cine J Bayona, que películas como Contagio, de Steven Soderbergh, que antes se inscribían en la categoría de ciencia ficción, ahora lo están en la de drama.

-En otra de las canciones de «Casa», en «Todas esas cosas buenas», habla de «la calma que da el hogar». ¿Es esa, la de calma, la sensación que le genera?

-Me provocaba más calma cuando no había pandemia. Pero sí, esa es la sensación que debe provocar el hogar. Entendido no solo como un espacio físico. El hogar, la casa es donde están los que te quieren y te cuidan. Me aterra pensar que haya mujeres y niños que en estos momentos puedan estar viviendo un auténtico infierno, encerradas en su casa con su maltratador.

-En alguna ocasión ha dicho que la habitación principal de su casa es la cocina.

-Sí, siempre lo ha sido. La cocina crea hogar. En el fondo somos bastante básicos y por eso el sitio donde se hace la comida es el centro de todo. En mi casa, de hecho, se come en la cocina. Alrededor de esa mesa he estado con mi familia, con mis amigos, he cocinado para ellos, han cocinado para mí, hemos reído, nos hemos contado de las desgracias, me ha pasado de todo en esa cocina… Creo que las cocinas relajan, le quitan importancia a todo lo de alrededor.

-En estos días hemos hecho de la música en general y de algunas canciones en particular una suerte de trinchera, de refugio.

-Es que la música nació antes que el lenguaje verbal. Yo me imagino a un grupo de cazadores o de recolectores prehistóricos por la noche, delante de la hoguera y haciendo ritmos, todos a una, conectando sus emociones y reforzando los lazos de pertenecer a algo. La música se entiende como algo colectivo. Es por eso que la gente va a bailar y lo hace en grupos. Y luego está la parte íntima, la música te permite aislarte. Igual que el cine o los libros.

-Decía el otro día Tony Lomba que precisamente lo más denostado por la política es lo que nos está salvando la vida en esta situación.

-Efectivamente, la sanidad y la cultura. Y yo añadiría la educación. Teniendo unas buenas condiciones en esos tres ámbitos solucionas todos los demás putos problemas.

-¿Usted tiene alguna canción refugio?

-Tengo algunos discos refugio. A mí, por ejemplo, me hace sentirme muy bien la banda sonora de Blade Runner. Y luego tengo muchos discos fetiche. Estos días he estado escuchando mucho a Frank Sinatra. El In Rainbows de Radiohead también es un disco al que acudo muchísimo. Y luego tengo a (Ry?ichi) Sakamoto. Sobre todo, el 1996. Para mí ese disco es una especie de mascarilla de oxígeno. Recuerdo hace años, cuando tenía ansiedad, ponía 1996 y me relajaba muchísimo, me ayudaba a respirar.

-¿Está pudiendo componer estos días?

-No, no estoy escribiendo como tal. Ni siquiera estoy buscando canciones. Venía de tres años de gira muy bestia y necesitaba parar y aprender a aburrirme. Realmente ahora estoy dedicado a estudiar. Me dedico a hacer bases, a aprender a manejar sintetizadores que tenían funciones que nunca había utilizado, a indagar en algún software que tenía por ahí y que no había exprimido… Pero a escribir no. La situación no me resulta muy inspiradora. 

-¿Es el aburrimiento su «peor conversación», como dice en «Casa»?

-Aprender a aburrirse es muy sano. Es maravilloso. Cuando escribí eso de que «el aburrimiento es mi peor conversación» era cuando no sabía aburrirme. Parte de aquella zozobra del corazón tenía que ver con eso. Con no asumir que el aburrimiento también forma parte de la vida. Y ahora que he aprendido a aburrirme me doy cuenta de que es un superpoder.

-En el plano profesional, ¿cómo ve el futuro inmediato con las consecuencias que va a suponer este parón?

-Este verano va a ser una debacle. Y a la música es a la que más le va a tocar porque lo último que se va a normalizar es meter 17.000 personas en un sitio. Estoy muy preocupado, claro. Y yo tengo la suerte de poder decir que estoy en un momento cómodo. Pero tengo amigos que este año habían hecho una gran apuesta, que se habían pagado su disco, que se estaban pagando la promo y que la única forma que tienen de amortizar todo eso es con los directos. No quiero ni pensar si me llega a pasar esto a mí cuando salía con Casa, me habría pillado sin un puto duro. Es un palo muy gordo, muy gordo.

-¿Qué le hace mantener la esperanza?

-La música no se va a morir nunca. Esta dentro de cada ser humano. La música ya se hacía antes de que se grabara o de que se vendieran entradas. Yo espero que sepamos cuanto antes cómo vamos a hacer las cosas a partir de ahora. Está claro que el mundo ya nunca más va a ser igual. No tengo ni idea de cómo va a ser, pero que va a ser distinto. Eso lo tengo muy claro.