
«Temo que no me renueven el carné por la edad», dice el veterano activista
16 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Ser activista a los 90 años no es frecuente, pero personas como Joaquín González Peixoto demuestran que no hay límite de edad para seguir contribuyendo a hacer un mundo mejor.
Pocos vecinos de Tui lo reconocerán por su nombre, pero decenas de ellos comparten a diario con él su trabajo anónimo y cientos lo disfrutan. «Llueva o haga sol» acude puntualmente cada tarde a cuidar todas las jardineras del parque público de O Penedo. También es, probablemente, el vecino más asiduo y veterano de este espacio que forma parte del popular paseo fluvial que discurre desde la playa de la Marina y en el que niños y mayores comparten sus vidas a diario.
Joaquín hace que el escenario de estos encuentros sea aún más idílico. Apasionado del verde desde niño, llenó de plantas hace siete años las jardineras del entorno del Chiringuito de Germán y desde entonces, sin faltar un día más que los obligados por la pandemia, las limpia, las poda o las riega para que luzcan siempre lo mejor posible. «Me daba pena ver el jardín sin flores, así que hace siete años cogí de casa todas las que puede y preparé las jardineras del paseo. Desde entonces vengo cada día con mi coche y las cuido», explica mientras riega todos y cada unos de los arbustos que salpican el espacio.
«Lo más importante para tener un jardín bonito es cuidar las plantas con tanto amor como si fueran hijos», sostiene este veterano que también sabe mucho del arte de criar una familia ya que construyó una muy sólida con Celia Fernández, de la que enviudó hace veintiséis años y con la que tuvo cuatro hijos que ya lo han hecho abuelo y bisabuelo.
Joaquín se inició en el arte de la jardinería con tan solo siete años, «cuando empecé a regar los jardines de los dueños de la fábrica de galletas La Peninsular», dice. A los 18 se sacó el carné y entonces trabajó como camionero en el reparto por toda España de las galletas más famosas que se hicieron en Galicia. «Tenían más fama que las de Artiach y a algunas le echaban miel. Muchísima gente trabajó en la empresa durante aquellos tiempos tan duros de las guerras y el hambre», recuerda. Nunca abandonó su pasión por las flores, pero no pudo cultivarla tanto como quisiera hasta que se jubiló, tras casi cinco décadas conduciendo camiones de mercancías.
«Hace 72 años que me saqué el primer carné y llegué a tenerlos todos, pero jamás me lo pidió la Guardia Civil, ni tuve nunca un accidente ni una multa», desvela este experimentado piloto que, pese a ese currículo y una agilidad física y mental que demuestra a diario en el parque de los niños, no oculta su temor ante la inminente cita con la Dirección General de Tráfico. En octubre le toca renovar el permiso y, aunque no toma ninguna medicación ni usa gafas más que para el bingo social al que tampoco falla los sábados y domingos, teme que le quiten su pasaporte para la libertad de la que aún disfruta hoy en día con más vitalidad que muchos jóvenes. «Solo necesito el coche para poder ir a Mos y a O Porriño al bingo y al Penedo a regar las plantas. Son los viajes más largos que hago, pero lo necesito», advierte este entusiasta «del deporte y las plantas». Adora los camelios y ya piensa en traer dos para suplir la falta de uno de los árboles que se ha secado.
Su rutina diaria arranca a las once. Se levanta tarde: «Ahora puedo, porque pasé demasiadas noches ya en un camión». También porque Joaquín se acuesta habitualmente a las tres de la mañana, «cuando acaban los partidos de fútbol y el boxeo». Vive con su nieta Jaiza, «a la que tanto amo y tan bien me cuida», pero tampoco perdona ni la siesta diaria de hora y media ni la merienda en el Penedo. «Después de cuidar las plantas, me tomo siempre dos cafés con leche grandes en el Chiringo de Germán, que son también como de la familia», afirma. Nada de dieta. Su secreto para cultivar la salud física y emocional que derrocha es «mantenerse activo y comer de todo incluyendo un vasito de vino en la comida y un cafecito con gotas».
Su coche le lleva desde hace 28 años. Es un Ford Escort que acaba de pasar la revisión «y aún tiene la rueda de repuesto original sin estrenar». «Si sabes conducir bien, el coche puede durarte bien treinta años por lo menos», defiende. Su sueño es poder seguir conduciendo y, si le tocara la lotería, aún compraría otro coche posiblemente. «No sé cuál, pero nunca automático ni eléctrico, porque a mí me gustan las marchas y el gasoil», deja caer el jardinero voluntario de Tui.