En la autocaravana del alcalde de O Porriño: «Xa non estamos tan na fin do mundo»
O PORRIÑO
Alejandro Lorenzo visita las parroquias con ediles y funcionarios siete días al mes
06 sep 2024 . Actualizado a las 01:41 h.El alcalde de O Porriño ha reiniciado el curso político en caravana. Alejandro Lorenzo (PP) que a principios de año puso en marcha el motor del primer despacho móvil de España, acumula más kilómetros y horas de rodaje que otros cuando están en plena campaña. Es un regidor que lleva en el ADN lo de la política de calle, camino, monte o regato. La heredó y cultivó siguiendo el ejemplo de su padre, José Ramón Lorenzo, que fue alcalde pedáneo de Chenlo. «La prioridad es el contacto directo con los vecinos y la resolución de sus problemas diarios», cuenta.
El despacho del Concello se le quedaba pequeño, o más bien lejos para ese contacto directo con los más de 21.000 vecinos para los que gobierna, así que se ha montado uno móvil en una autocaravana de segunda mano customizada. Siete días el mes, uno por parroquia, coge la carretera acompañado por concejales, funcionarios y los medios técnicos necesarios que se puedan necesitar para poder resolver todas las quejas, problemas o trámites que le trasladen sus administrados.
Lorenzo predica la política de ponerse en el lugar de los demás. «Porque estando in situ se agiliza la atención, se evidencian los problemas y se facilita la resolución con menos burocracia». El in situ de ayer fue la parroquia de Mosende, una de las más alejadas del centro urbano. A las nueve en punto de la mañana, la caravana que luce la imagen de Antonio Palacios en el centenario de la Casa del Concello, abrió sus puertas y ya había más vecinos esperando en el atrio para pedirle al alcalde que el domingo para la misa. En el backstage, conexiones wifi, ordenadores, carpa para el sol, técnicos, la concejala de Urbanismo, Antía Carrera, y el edil de Obras, Parroquias, y Comunidades de Montes, Marcos Martínez.
«Aquí es jornada continua», explica el alcalde. De media, atienden a unas treinta personas por jornada. A veces, hasta comparten el café de media mañana. En la parroquia de Chenlo, la tortilla la lleva la madre del regidor y tampoco faltan quienes sacan un vino con chorizo cuando llega la caravana hasta su casa. «No bebo, pero echándole gaseosa, compartimos el momento y solucionamos el problema», dice Lorenzo, que en las elecciones de hace año logró el 68 % de apoyo de sus vecinos.
Hay un variopinto abanico de cosas que hacer. Desde empadronarse, a gestionar trámites catastrales, arreglos en carreteras, problemas de tráfico... «Lo que más gestionamos en verano fueron peticiones de limpiezas de fincas por miedo a incendios y permisos de corta, pero hay de todo. Sería imposible hacerlo sin la implicación de todo el personal y el trabajo es especialmente gratificante», sostiene Lorenzo. Otras administraciones, cuenta, le han pedido asesoramiento para exportar su iniciativa.
«Xa non estamos tan na fin do mundo como nos sentiamos», dice Mari Carmen Domínguez. Esta vecina de 71 años fue a pedir el arreglo de una carretera que lleva años dañada. «Eu xa só me atrevo a ir co tractor polas escorrentías, pero sería o camiño máis curto entre as parroquias de Chenlo e Mosende, así que a ver se a arranxan», explica. Hace muchos años había un autobús los días de feria para ir al centro, pero «agora hai que ir de taxi ou depender dalgún familiar e son máis de dez quilómetros».
La caravana no solo facilita la permeabilidad de una administración más viva sino también la interacción de todos, incluyendo a las personas de avanzada edad que viven solas, «y genera un feedback que nos enriquece a todos», defiende Lorenzo.
A media mañana le toca meterse monte a través con otro vecino para ver cómo las malas hierbas y el abandono hacen mella en un molino del pueblo. Al alcalde le falta tiempo para apuntarse a la incursión entre el barrizal y regresa con resina hasta en los vaqueros. Los técnicos comienzan a buscar los datos sobre la titularidad del molino con el fin de rescatarlo.
Al momento, Lorenzo estrecha la mano de Laura y Julio, dos de los nuevos vecinos que gana el municipio porque huyen de la ciudad. «Nos trasladamos desde Vigo porque aquí vamos a poder cultivar nuestros propios alimentos. Buscamos más paz y tranquilidad y estamos acabando de hacer nuestra casa», explica la pareja, que busca información para el empadronamiento y el saneamiento.
Unos metros más allá, en el cruce de Mosende, espera Manuel. Allí la comitiva comprueba la necesidad de cambiar un peligroso paso de peatones. El periplo acaba unos metros más arriba, revisando un muro. Todo va sobre ruedas.