Una parroquia refugiada en una iglesia

carlos ponce PAZOS DE BORBÉN / LA VOZ

PAZOS DE BORBÉN

Ante la virulencia del fuego, los vecinos de A Ermida, en Pazos de Borbén, decidieron pasar la noche del domingo en la capilla. «Sabíamos que allí estaríamos seguros», recuerdan

17 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Thomas Harris no se despegaba del móvil en la noche del domingo. Hablaba con su familia, que vive en la parroquia de A Ermida, en Pazos de Borbén. Él reside en Vigo. «No puedo ir a verlos», repetía constantemente. Las carreteras que lo separaban de sus padres, su hermana y sus sobrinas, estaban cortadas. La casa de su familia, rodeada por las llamas. Escuchaba cómo su padre le decía que estaban rociando sus propiedades con agua para que las llamas no las calcinaran. No querían abandonar lo que tanto trabajo les había costado. Thomas le decía por teléfono a su padre que se olvidase del fuego y que llevase a toda la familia a protegerse en algún lugar seguro.

La virulencia de las llamas provocó que los habitantes de A Ermida tuviesen que tomar una decisión si no querían poner en riesgo sus vidas. «No sabíamos qué hacer. Al final, todos los vecinos del pueblo decidimos que refugiarnos en la iglesia era la mejor solución. Tiene un muro de piedra alrededor y sabíamos que allí estaríamos seguros», recuerda Sara Harris, la hermana de Thomas. Ella y sus dos hijas, junto con cerca de treinta personas más, prácticamente el censo completo de A Ermida, se recluyeron en la iglesia durante la larga noche. Especialmente, los niños y los mayores. «Casi todo el pueblo estaba metido allí. Menos mal que teníamos luz», relata Sara.

Muchos se negaron a dejar la lucha contra el fuego y estuvieron toda la noche intentando apagarlo con cubos de agua procedente de los pozos de las casas. Apenas contaron con el apoyo de algún policía y de los bomberos, ayuda que llegó a cuentagotas durante la interminable madrugada.

Un oasis en el infierno

Su titánica labor logró amparar las cerca de ochenta casas levantadas en el lugar, pese a que la ansiada lluvia no daba hecho su aparición. Lo único que ardió en A Ermida, además del monte, fueron algunos hórreos y galpones. Muchas de las viviendas de la parroquia pontevedresa o bien están abandonadas o bien vacías, pues sus dueños viven fuera. A la mayoría no les dio tiempo a volver para proteger sus casas, y les estarán eternamente agradecidos a los héroes que las salvaron.

Los vecinos estuvieron encerrados en la iglesia hasta el amanecer. Colocaron toallas húmedas en las puertas y las ventanas e intentaron que los siete niños que estaban allí dentro no fuesen conscientes de la tragedia que estaba sucediendo a su alrededor. No faltaban los peluches y todo tipo de juguetes, que lograron que los más pequeños estuviesen entretenidos y que supusieron un verdadero oasis en aquel infierno que los amenazaba. Pocos consiguieron conciliar el sueño durante las horas que estuvieron acostados sobre el frío suelo del templo. Estaba casi amaneciendo cuando pudieron regresar a sus hogares, que seguían, sin embargo, rodeados de la incansable humareda.

No fue hasta primera hora de la mañana del lunes cuando reabrieron algunas de las carreteras de acceso a Pazos de Borbén. Entonces Thomas Harris pudo reencontrarse con su familia. Estaban todos bien. Su casa fue salvada. Pero la angustia no había remitido. Todo su entorno natural, hectáreas y hectáreas de monte, quedó calcinado. Costará años volver a recuperarlo.