Un vecino recuerda la historia que advertía de la existencia de una bruja cerca del río Tea
15 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La Mestra da Memoria y catedrática de la Universidad de Vigo Camiño Noia explica que, por lo general, «os contos e as lendas nacen para tratar de explicar un fenómeno ao que non se lle atopa explicación». Son, en definitiva, una forma de entender el espacio que se han contado de generación en generación y que «agora estamos a perder», lamenta Camiño. La cadena de transmisión se ha roto y muchas de estas historias han desaparecido en el tiempo. Hoy, en Ponteareas, hay una casa derruida en el barrio de A Moscadeira que, conforme se caía, fue perdiéndose en la memoria popular. «Era la casa de los coreanos y decían que estaba encantada», recuerda el presidente de la Asociación de Alfombristas de Ponteareas, Miguel Ángel García Correa, que conoce bien la historia porque tiene una relación directa con su familia.
«Decían cuando mi padre era un niño que nadie debía acercarse a aquella casa porque estaba embrujada», recuerda. La historia se fue extendiendo por Ponteareas y, poco a poco, los vecinos fueron evitando pasar por la zona de la casa, muy cercana al río Tea y al puente de Os Remedios, otro lugar de leyenda en Ponteareas. Como tantos otros puentes en Galicia, se decía que las mujeres que no conseguían tener hijos debían ir allí a medianoche y pedirle al primer caminante que se encontraran decir unas palabras rituales y verter agua del Tea sobre ella. Una vez terminado el ritual, debían comer juntos y luego tirar todos los restos al río.
En casa del padre de Miguel, su abuelo, Marcial, «también conocido como Román, el del puente», insistía mucho con la historia de la «casa de los coreanos». Decía que había una mujer viviendo allí que era una bruja muy peligrosa y que podría matar a quién se acercase. Un día, de niños, el padre y el tío de Miguel pasaron por la finca. Seguramente, tendrían curiosidad. Al principio no vieron nada raro, pero al poco apareció una señora mayor con un farol a gritos. «Corrieron y volvieron cagados a casa», ríe Miguel. Decían que se habían encontrado con la bruja y que los había perseguido. Cuando le contaron a la abuela de Miguel, su abuelo se reía. «Les preguntó si habían visto a la bruja de la casa de los coreanos». Le dijeron que sí. «Y se rio aún más. Mi abuelo se había inventado la historia y la señora mayor que habían visto era una vecina que buscaba a su marido», cuenta Miguel. Aquel susto se quedó para siempre en la memoria de su padre.
«Se inventó esa leyenda para que nadie le robara las patatas», explica Miguel. Su abuelo tenía en la zona de A Moscadeira un huerto que le daba de comer en los años más duros de la posguerra. Su idea funcionó. «Muchos vecinos creyeron que la estaba casa embrujada», explica el nieto del creador de la leyenda.
Transmisión popular
La historia de la «casa de los coreanos» es un ejemplo de transmisión popular. Un cuento que aparece relacionado con un lugar y que, poco a poco, se va estableciendo en la tradición. Camiño Noia explica que en la memoria oral hay cuatro tipos de cuentos según su temática: «Hainos marabillosos, relixiosos, de animais e de chistes», explica. El del abuelo de Miguel forma parte de la primera categoría y cuenta con la misma estructura y personajes. Un lugar abandonado, una bruja y un peligro de muerte a evitar. La historia de la «casa de los coreanos», aunque fue inventada hace menos de un siglo, se construyó sobre otras leyendas que el abuelo de Miguel aprendió de la tradición popular. Un conocimiento que, de alguna manera, «le sirvió para proteger sus patatas y pasar menos hambre», dice Miguel, orgulloso del legado de su abuelo.