
La celebración del monte de O Viso reunió ayer a medio millar de personas
21 jun 2015 . Actualizado a las 20:33 h.En torno a medio millar de personas se dieron cita en el alto de O Viso desde la noche del sábado a la madrugada del domingo para dar la bienvenida al solsticio de verano con una tradición popular que se ha sabido conservar a través de la Festa dos fachos. La procesión se inició sobre las 23.00 horas en O Viso y concluyó a las 4.00 de la madrugada en el monte de A Peneda, según explica Andrés Couñago, directivo de Alén Nós.
Además de recibir al verano, la celebración trata también de recuperar una fiesta popular que ya tenía lugar en el siglo XIX.
Como cada año, los vecinos del entorno de Redondela se reunieron en O Viso para, desde allí, subir hasta la cima de la montaña, antorcha en mano, proporcionada por la propia organización. Esta corre a cargo de la Asociación Cultural Alén Nós, la comunidad de montes de la parroquia de O Viso, la asociación Santo Anxo de Lourido de Soutomaior, la cultural O Barqueiro de Vilaboa y la de Tuimil. Una vez arriba, los participantes invocaron las tradiciones y la identidad del lugar y dieron lectura al discurso, en el que se reivindicaron aspectos culturales, sociales y de medio ambiente, como es habitual.
La última parte llegó tras encender la hoguera y preparar la tradicional queimada con el correspondiente conjuro, momento en el que los participantes guardaron un gran respeto. Las brasas y la música pusieron fin a la velada.
Tradición
Cuenta la tradición que en estas tierras se realizaban rituales a la luz de grandes antorchas para apartar males de ojo y dolencias y también para conseguir el amor de la persona deseada. También se cuenta que en el siglo XIX una epidemia de tuberculosis afectó a toda la población de la comarca durante meses. La enfermedad se cebó con la población desatando una gran mortalidad en una tierra castigada por el hambre y la emigración. Las gentes desesperadas subían a la Peneda para celebrar rituales y conjuros e implorar a las fuerzas misteriosas en aquellos momentos de necesidad. Por el camino prendían fuego a las ropas contaminadas de los enfermos en un intento de purificarse y de apartar los malos espíritus. Escondidos en la oscuridad invadían todo el valle de la parroquia de O Viso, la ensenada de San Simón y el valle del Verdugo.