La esquela de un vecino fallecido en O Viso, en Redondela, emociona a sus vecinos y amigos
03 nov 2017 . Actualizado a las 13:20 h.«Hoxe que me reúno coa miña compañeira de vida non quero facelo sen despedirme antes de todos aqueles que nos acompañastes durante a nosa vida». Así empieza la esquela de Rafael Domínguez Collazo, un vecino de la parroquia redondelana de O Viso que fue incinerado el 31 de octubre, día de Todos los Santos, en el tanatorio Vigo Memorial.
La esquela figura en la puerta de A Tenda de Concha, un bar tienda que funciona mañana, tarde y noche. Es el epicentro de la vida de la parroquia más elevada de Redondela. Al colmado acudía Rafael puntualmente todos los domingos para comprar el periódico y la lotería. No tuvo demasiada suerte porque un cáncer se lo llevó prematuramente a los 65 años, dos años después de que otra terrible enfermedad acabase también demasiado pronto con la vida de su esposa, María del Carmen, a la que tanto adoraba y que había fallecido a los 58 años de edad. Sus amigos creen que el fallecimiento de Mari le dejó un vacío que agravó una dolencia maligna que parecía haber superado. Atrás quedaban años de singladura por la vida. Había nacido en A Guía, en Vigo, el 25 de agosto de 1952 y murió el pasado día 30 en O Viso, donde residía en una casa al pie de la carretera que lleva hacia la zona más escarpada de la parroquia. Su última etapa con la enfermedad fue muy rápida. Hace mes y medio su salud comenzó a complicarse de manera fatal, a pesar de que se cuidaba y tenía unos hábitos de vida muy saludables.
Antes de fallecer encomendó a sus hijos que escribiesen su despedida, en la que no quiso olvidar a ninguno de los familiares y amigos que han sido más decisivos en su vida. Tenía dos hijos, Xurxo y Rafa, pero trataba a otro familiar, Álvaro, como si fuera hijo biológico, lo mismo que a sus nueras. En su despedida aparecen citadas personalmente 22 personas, pero recuerda a muchos más a los que expresa su agradecimiento: «Moitas grazas a todos e todas por quererme tal como son e por acompañarme nos bos e malos momentos», señala.
En el texto rememora también a los que cruzaron con él los siete mares. Desde joven estuvo enamorado del mar, pero con los pies muy en la tierra. Se enroló en la Marina para realizar el servicio militar y luego navegó a bordo de portentosos buques mercantes recorriendo «todo el mundo», como tantos marineros gallegos. De todos ellos se acuerda y añade a modo de corolario: «Xa nos veremos, pero non teñades présa, eu xa estou con Mari».
«Boa persoa»
En la parroquia le lloran como «moia boa persoa». Domingo Vidal, el enterrador jubilado de O Viso, cuenta: «Invitábame sempre a unha cunca de viño», aunque Rafael no bebía. Claudio Cabaleiro y Florencio Lago aseguran que Rafael era de ese tipo de personas «que siempre quieres tener como vecino». «Tenía un trato que siempre animaba a la gente, con una sonrisa muy alegre», recuerdan sus allegados. Su sociabilidad se ponía de manifiesto en que la gustaba ir de cámping con sus amigos y en que había formado parte de un grupo teatral. Ahora acaba de cerrar el telón y el público le aplaude en pie mientras inicia la divina comedia.