«Tenemos tres camareros robots, pero no sustituyen a ninguno humano»

Monica Torres
Mónica Torres SOUTOMAIOR

SOUTOMAIOR

David Alján

La Creación es un establecimiento de Arcade que está a la vanguardia tecnológica y despacha hasta 600 bocadillos al día durante los fines de semana

22 ago 2024 . Actualizado a las 01:13 h.

200 bocadillos al día de miércoles a jueves y hasta 600 cada jornada del fin de semana. A esa velocidad despachan en La Creación, un establecimiento de Arcade (Soutomaior) que supo reinventarse en plena pandemia y ha fidelizado su clientela, además de ampliar la plantilla. Dos de sus camareros son robots. «Pero no sustituyen a ninguno de los humanos», advierte Javier Míguez, al frente del negocio que regenta con su mujer Paula. De hecho, han tenido que contratar más personal en los últimos meses y acaban de fichar a otro robot gatuno para su pizzería.

Javier se crio entre fogones y salas de comedor ya que su madre era cocinera y su padre camarero, por eso conoce bien todos los pormenores de una profesión en la que ha pasado por todos los puestos. «Cuando volvía del colegio y mi padre me decía que le echara una mano, me subía a una caja y cobraba los menús, que costaban 600 pesetas de aquella», recuerda. Casi treinta años después (once con familia y negocio propio), apuesta por la tecnología «para facilitar la labor de los camareros, quitarles el trabajo pesado, que son tareas no esenciales, y mejorar la atención al cliente porque así disponen de más tiempo para atender a las personas». La fórmula ha funcionado porque, más allá de quienes prueban por la curiosidad de los robots, todos tienen más trabajo, «pero de calidad».

Su primera bocatería la abrieron en el 2013 y apostaron por crecer asumiendo la gestión de un local emblemático, mucho más amplio, que en su día fue la mítica bocatería Las Vegas. La pandemia les pilló a los seis meses de la operación, tras una gran reforma e inversión a la que hacer frente. «Fueron los momentos más difíciles, pero conseguimos estar solo 15 días cerrados gracias al reparto a domicilio», explican. En el 2013 se aventuraron solos con la madre de Paula y en el 2022 ya eran 14. Ahora la plantilla es de 18 empleados humanos y tres BellaBot. Abren de 8.15 a 00.30, pero la jornada de los humanos es de ocho horas. Han conseguido evitar los turnos partidos y disponen de dos días de descanso por semana. Solo los robots gato hacen las doce horas de jornada.

David Alján

Realmente «dignifican el trabajo del camarero» Ellos tienen su propia puerta en la cocina. «Hay uno para cada plancha, sacan los pedidos y los llevan a cada mesa», explica Javier. «El objetivo principal es mejorar las condiciones de trabajo de los camareros. Es un apoyo en sala para una tarea concreta, como lo son los lavavajillas, las lavadoras o los microondas», por ejemplo. Ya están totalmente integrados con el resto de la plantilla y los clientes, familiarizados con su argot: «Señores clientes, aquí están sus bocadillos», dicen al llegar a mesa. Interactúan entre ellos, si se cruzan. «Hoy estoy de buen humor, puedes pasar delante de mí» o «Hay un ovni delante, déjeme pasar», dicen si se obstaculizan el paso. También puede cantar el Cumpleaños feliz si se le coloca la tarta con vela en la cocina.

Descargar este trabajo permite ganar tiempo, lo que revierte en la calidad y resultado final.

«Ahora, además, podemos despachar más pedidos porque atendemos mejor el teléfono o estar más tiempo con los clientes. Por eso hemos contratado también más personas para el reparto a domicilio», confirman los empresarios.

No solo la robótica ha llegado a la sala. Las patatas de su carta no son congeladas y disponen de una máquina que pela veinte kilos en tres minutos o una máquina que hace las salchichas al vapor.

Otra de las innovaciones de esta pareja de empresarios de Soutomaior tiene que ver con la vajilla que utilizan a diario en el negocio. En La Creación se ha sustituido la porcelana por la vajilla biodegrable. «Utilizamos platos de caña de azúcar, tanto por higiene como para evitar rotura de piezas. Un ayudante de cocina tenía antes que lavar platos y ahora, por fin, puede hacer su verdadera labor en la plancha», apunta Javier Míguez. Tampoco hay papel, al menos para las comandas. Los clientes piden en barra, siendo asesorados por los camareros humanos, que tramitan por PDA los pedidos a cocina y se cuelgan en una pantalla que recoge hasta los tiempos de respuesta para que todo funciones sobre ruedas, pero «con la humanidad y calidad que caracteriza el servicio».