Gaëlle Charvin: «Cuando empecé a enfermar, quería controlarlo yo sola»
31 jul 2021 . Actualizado a las 12:06 h.Gaëlle Charvin tiene 26 años y reside en Tomiño. A los 19 años, comenzó a mostrar síntomas que conducían a una anorexia nerviosa. «Empecé a restringir algunos alimentos y a hacer actividad física», cuenta la joven, y su obsesión por el peso fue escalando a acciones más graves, como las purgas. Con la pandemia y el confinamiento, su situación psicológica y física se agravó, «hasta el punto de llegar a ser hospitalizada» para salvar su vida. Midiendo 1,71 metros, pesaba tan solo 38 kilos. Ingresó en el hospital por voluntad propia, «porque deseaba salir del pozo».
Tras un largo periodo internada, recibió el alta en abril. Ahora, en el camino de la recuperación, quiere que su experiencia sirva a todas las chicas y chicos que sufren, como ella, un trastorno de la conducta alimentaria (TCA); anorexia, bulimia, vigorexia -obsesión por el estado físico-, ortorexia -obsesión por la comida sana- o trastorno del atracón. A partir de septiembre, y con el apoyo económico del Concello de Tomiño, pondrá un grupo de apoyo a disposición de todo aquel que lo necesite: «Este tipo de reuniones, que van a ser semanales, van dirigidas a todas aquellas personas que busquen ayuda y no sepan dónde encontrarla», explica Gäelle.
«Cuando empecé a enfermar, quería controlarlo yo sola; buscaba este tipo de reuniones para ver que hay más personas sufriendo lo mismo que yo, pero no encontraba nada», recuerda. Ahora su idea toma forma en un momento en el que servicios de ayuda a los trastornos mentales son tan necesarios. «Va a ser un entorno seguro, anónimo y en el que nadie va a tener la obligación de hablar», asegura la joven. Con ayuda del Concello, ha conseguido una psicóloga especializada en estos trastornos para que modere las sesiones. Se organizarán también charlas informativas y otras actividades terapéuticas. ¿Un objetivo esencial? «Que sea gratuito para todo el mundo», asegura Gaëlle, ya que «los psicólogos no están a disposición de quien necesite ayuda y no se lo pueda permitir económicamente».
Rosalía Campos, psicóloga de Vigo especializada en este tema, ha vivido en primera línea el repunte de casos relacionados con la conducta alimentaria en Adamia, su consulta: «Jamás vi tantos casos, ni tan graves, ni en niñas y niños tan jóvenes». Para ella está claro que el confinamiento ha sido un detonante: «En acontecimientos vitales tan estresantes es mucho más fácil que se disparen síntomas que podrían permanecer dormidos toda la vida». Unos que, según Gaëlle, no existirían en una sociedad que enseñase a gestionar las emociones: «Estamos acostumbrados a vivir una vida acelerada y, cuando nos quedamos solos, nos encontramos con que no sabemos gestionar lo que sentimos».
Aún queda mucho por hacer en el campo de la visibilización de los TCA, por eso Gaëlle trabaja también a través de su cuenta de Instagram, @lainvisibilidadelavisiblelucha: «Hay señales que te avisan, como obsesionarse con la dieta o hacer demasiado deporte; con más información y poniéndole nombre desde el principio, se podría poner freno antes», sostiene. La psicóloga de la clínica Adamia achaca esta invisibilidad a «factores sociales muy mantenedores de estos problemas». Costumbres tan arraigadas como la operación bikini o dejar de comer tras la Navidad.
Porque la sociedad se hace esclava de los ideales de belleza que ella misma pauta. «Tienes que aceptar el cuerpo que te permita vivir, siendo sana y nutriéndote», aconseja Gaëlle. Ahí se encuentra la fina línea que separa la contención sana y la restricción patológica: «Tienes que preguntarte si la vida que llevas te llena, o si siempre te impones algún condicionante que te impide ser feliz». Por eso mismo, para la detección de estos trastornos, es necesario prestar atención a más factores aparte del peso. El aislamiento, la alteración del carácter o el aumento de la exigencia en los estudios son otros síntomas indicativos. «Lo perceptible es el aspecto físico», explica Campos, «pero en un TCA influyen muchos otros factores».
Educación, visibilización y concienciación son factores fundamentales para atajar este tipo de trastornos. Teniendo construida esta base, tanto Gaëlle como Rosalía Campos llaman a la paciencia: «La recuperación es lenta, pero los pequeños pasos son grandes victorias», concluye la psicóloga.
LA OTRA PANDEMIA
Los TCA arrasan, pero las alarmas siguen sin sonar
La retirada voluntaria de una gimnasta en los Juegos Olímpicos ha puesto en el foco de la opinión pública el aumento masivo de trastornos mentales alrededor del mundo. El covid ha causado una segunda pandemia que quedó relegada a un segundo plano en la agenda mediática: depresiones, trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) o trastornos de la conducta alimentaria (TCA) cada día afectan a más gente, en más nichos de la población y con mayor gravedad. En el 2019, la Fundación Fita y la Asociación española para el estudio de los TCA hablaban de alrededor de 400.000 casos diagnosticados en España. Tras la pandemia, según la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia de Cataluña, el impacto se ha tripicado. Y aún así, en una ciudad de casi 300 mil habitantes como es Vigo, no existe ninguna unidad pública especializada en la gestión en TCA.