Acostumbrado al tic tac de los relojes, ya no podría trabajar sin sus latidos. «Si dejasen de hacerlo, sería como si se le parase el pulso a mi jornada laboral», dice Gerardo Alonso Iglesias, propietario de una tienda de relojes antiguos, joyería y relojería, en el número 31 de la calle Álvaro Cunqueiro. -¿Por qué se le dio por ese tipo de antigüedades? -Es una tradición familiar. Mi abuelo tuvo la primera relojería en el año 1920 en la plaza de la Princesa, en la Puerta del Sol. Cogió el relevo mi padre y, ahora, continuo yo. Es un oficio que se hereda. Me gustaba jugar con los relojes antiguos de niño y lo he convertido más en un hobby que en una profesión. -¿El aprendizaje también es de padres a hijos como algo gremial? -Sí. El 99% de los colegas que conozco lo aprendieron de esa manera, porque aquí no hay ninguna escuela. -¿Estropeó muchos relojes? -Al principio, tuve que estropear alguna pieza (risas). Curiosamente, se empieza trabajando con los grandes, debido a que tienen mayor consistencia y el riesgo es menor. En los más pequeños se requiere mucha delicadeza. -¿A qué se debe que apenas existan relojeras? -En Vigo no conozco a ninguna. Y me resulta raro porque considero que es un oficio muy apropiado para las mujeres, dado que tienen una habilidad y un tacto innato. -¿Quiénes se interesan en Vigo por los relojes antiguos? -Sobre todo gente que los ha heredado y quiere conservarlos. También están los coleccionistas como sucede con las monedas. Se trata de relojes de pared y algunos de pulsera, de procedencia inglesa, francesa y holandesa. -¿Cuál es el más antiguo que tiene en su tienda? -En este momento es uno de 160 años. Pero el reloj más antiguo que tuve en mis manos para reparar data de 1600. Se le denomina gótico y ofrece la particularidad de que solo tiene una aguja. Puede resultar curioso, sin embargo, no tanto si tenemos en cuenta la época porque entonces al tiempo no se le daba tanta importancia. Bastaba con saber la hora sin precisar los minutos. Este reloj en cuestión es muy rústico. Está hecho a mano y con hierro. -¿Y el más curioso? -Fue uno inglés bastante grande de sobremesa. Tenía fases de la Luna, calendario y autómatas, que se movían al son de la música. Era muy complejo, pero conseguí repararlo. -¿Tendrán cuerda para rato? -Alguno lleva una manivela y le dura hasta una semana. -¿No se quejará de que no le dan la hora? -No. (risas). Suenan todos, incluso algún cuco. -¿En el cambio horario tendrá que hacer horas extras? -Me paso toda la mañana para ponerlos en hora. -¿Alguna anécdota? -Hay quien me pregunta si dan los cuartos y le digo que son los buenos clientes. Terminan riéndose.