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La marcha viguesa solo cierra de puertas para fuera

VIGO CIUDAD

21 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Amanece mientras la calle Lepanto continúa en las tinieblas. Dos de los locales de última hora más concurridos de Vigo se citan en el centro para disfrute de los que prefieren olvidarse del reloj cuando empieza la juerga. Unos pocos metros después, junto a la estación de tren, más alternativas. La lista es larga después de las seis de la mañana: Planta Baixa, El Manco, Acuarius, Ático, La Ruina, A las once, Strong, Yois... Y el ambiente, totalmente distinto.

«Aparece alguna vomitona y siempre hay alguno que sale gritando, pero no suele haber problemas ni peleas», comenta uno de los vecinos de la zona. La suciedad la comparten con las otras áreas de marcha de la ciudad pero no el jaleo multitudinario, ya que aquí el desalojo se produce poco a poco. El grupo de las ocho que cambia de local, el de las nueve que va a desayunar, el de las diez que busca un taxi... Imposible saber los horarios exactos de la mayoría de los locales. «Algunos solo chapan cuando llega la policía», asegura un joven, cerveza en mano, ante uno de los after .

La puerta engaña. Muchos exponen el candado con orgullo, pero la gente continúa dentro. Otros abren al oír los golpes fuera. Cada local tiene su truco para pasar desapercibido ante los ojos de los agentes de seguridad. «Vigo y Pontevedra son los únicos sitios de la provincia con esta marcha, por eso viene mucha gente de otros ayuntamientos», recuerdan Adrián Portomeñe y David Bejaramo, dos de los jóvenes que ven amanecer el sábado con la copa en la mano. La alternativa a las calles de la ciudad está en áreas como Beiramar o Samil, con pocas viviendas pero para las que hace falta coche. O un taxi, como el de Monroy, que trabaja de 5.00 a 15.30 todas las noches de la semana.

Anécdotas

En el tiempo que lleva al frente del volante ha visto de todo, desde gente que se droga a parejas que mantienen apasionados encuentros en el asiento trasero. «Por la mañana no suelo llevar a los jóvenes a casa, normalmente quieren continuar y van a los que tardan más en cerrar o algunos a los locales de alterne», comenta este taxista.

No está acostumbrado a ver broncas a la salida de los after , y dice que los porteros y algún caldero de agua del vecindario pueden servir en ocasiones como solución a los conflictos de los trasnochadores. Los hay que hasta se les da por recitar poemas, calimocho en mano, o hacer demostraciones de acrobacias.