26 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Decía Luis Buñuel que la ciencia no le interesaba nada por ignorar cosas tan bonitas como la risa, el azar, los sentimientos... Al margen de que el cineasta aragonés era en realidad un permanente provocador, lo cierto es que buena parte de la sociedad sigue pensando que el mundo científico no es emocionante. Resolver los misterios de la vida y hacer que la humanidad avance requiere demasiado trabajo previo. Por eso es noticia de primera que un proyecto como el Campus do Mar haya despertado unánime entusiasmo en Vigo. No lo lograron en su momento, ni por asomo, los centros tecnológicos de la automoción, el granito o la industria metalúrgica.

Ahora, esta ciudad atlántica que lleva toda su historia viviendo de, por y para el mar se enfrenta al reto de agrupar a tres mil investigadores y afianzar su liderazgo en el I+D marino, donde ya es un referente gracias a los institutos de Bouzas y Cabo Estai, Cecopesca, el Cetmar y la estación de Toralla. Todos los organismos y agentes sociales parecen haber entendido que en esto sí podemos distinguirnos y convertirnos en una potencia internacional. ¿Alguien se imagina, por ejemplo, qué gran Museo del Mar podía haber tenido Vigo si en vez de aumentar la nómina de centros de arte contemporáneo que hay en derredor hubiese concentrado sus esfuerzos expositivos en lo que la hace única?

Ahora, con permiso del gran Buñuel, tenemos que sacar adelante este proyecto emocionante y montar en Vigo un campus de cine. Porque la materia prima ya existe y porque no se me ocurre mejor tributo para una ciudad que lleva el mar tan adentro.