Las patatillas que son de Vigo

b.r.sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Manuel Rodríguez se hizo cargo en el 2010 de la empresa que sus padres llevaron 45 años

05 feb 2012 . Actualizado a las 07:08 h.

Hay vigueses que no saben que solo aquí llamamos patatillas a las patatillas. En el resto del país se las conoce como patatas fritas. Por eso, las de la churrería Casablanca, que se hacen en Vigo desde hace 47 años, son si cabe más patatillas que las demás, ya que se fríen en Vigo y de forma artesanal. Manuel Rodríguez Mata es el heredero del negocio que llevaron durante 45 años sus padres, Manuel y Carmen. Él nació en A Cañiza y ella en el municipio compostelano de Teo, pero llegaron a Vigo con la intención de buscarse un futuro laboral y lo hallaron en la calle Cuba. Casi medio siglo estuvieron friendo diariamente los únicos productos que pasan por su mostrador: patatas, churros y cortezas de trigo, aunque son las primeras las que más trabajan, con diferencia, en cuanto a volumen de ventas.

«Mi padre se jubiló en abril del 2010 y en cuanto lo dejó empecé yo como autónomo, a arriesgarme y a continuar la tradición. Hay quien piensa que es muy fácil porque me lo dejaron todo hecho, pero hay mucho que luchar porque las cosas han cambiado mucho», reflexiona Manuel, que recuerda que de niño siempre había colas delante del establecimiento familiar y no existía la competencia que hay ahora. Lo primero que hizo al llegar fue renovar la maquinaria, «que tenía más años que yo» y en su cabeza bullen decenas de ideas para ir mejorando, renovando y ampliando el negocio. «Pero con calma», matiza.

La churrería Casablanca era uno de los referentes del barrio del mismo nombre, pero como asegura Manuel, hoy este vecindario está muy abandonado y ya no tiene el bullicio de transeúntes que había antes. Aún así, el negocio conserva numerosos clientes fijos de toda la vida y Manuel va fidelizando poco a poco nuevos adictos a los fritos.

Él mismo confiesa que no se cansa a pesar de haber crecido en un ambiente propicio para terminar aborreciendo patatas y churros. «Pero no las como todos los días sino en su justa medida, sin embargo mi hermano es un devorador de patatas y mi padre, durante los 45 años que echó aquí, desayunaba media docena cada mañana y nunca tuvo problemas de colesterol», asegura.

Aunque buena parte de su clientela la tiene ante el mostrador del local, el establecimiento se asegura compradores fijos haciendo el reparto diario a cafeterías. Cada día pasan por la freidora de 250 a 300 kilos de patatas en crudo, que son de 60 a 70 kilos con el producto listo para consumir.

«Las patatas las traemos de Xinzo en invierno y del sur de España en verano y la variedad es la agria, que es la buena para cortar fina, pero el secreto, como decían mis padres, es hacer las cosas con cariño y con ganas», cuenta Manuel, que antes de llegar al negocio familiar trabajó en numerosos sectores, desde la automoción, el montaje de ascensores o la hostelería. Desde hace seis meses su hermano mayor, Daniel, también se ha sumado a la tienda y ha contratado a un empleado más. «No me puedo quejar, no nos falta trabajo», valora este emprendedor cuya jornada laboral comienza cada días a las 5 de la mañana «y las catorce horas al día no me las quita nadie». Pero no le importa, porque tiene muchas ilusiones puestas en la empresa y muchas ideas para que el negocio siga creciendo, desde competir bajando los precios, cosa que ya ha hecho, a montar en el futuro una red de despachos o ampliar la variedad de productos.

Desde 1965.

Calle Cuba, 14.

Para seguir ganándose un sitio en el difícil mercado, ha bajado los precios y prepara novedades como churros recubiertos.