Una empleada le pasaba la llave o tarjeta de la máquina, jugaba a altas horas de la noche cuando estaban solos y anulaba las apuestas que perdía
28 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Ganar a la ruleta es cuestión de probabilidades o de anular la apuesta si sale mal. La policía ha descubierto los trucos que empleaban un conocido estafador y su cómplice, una empleada de un salón de juegos, para amasar una pequeña fortuna en Vigo. El jugador era capaz de anular manualmente todas las apuestas que perdía hasta que obtenía un premio. La mala suerte era borrada de un plumazo con apretar un solo botón. El sueño de todo tahúr hecho realidad.
Pero ¿cómo conseguía el fullero burlar la seguridad de la ruleta electrónica y eliminar impunemente sus jugadas fallidas? Con una llave que le permitía acceder al mecanismo de la máquina Megastar con 8 puestos para jugadores.
Para ello, tuvo que cerrar un trato con alguien de confianza de dentro de la casa de juegos. Le prometió a una empleada que atendía la sala y con la que no tenía ninguna relación para ir a medias. Se repartirían la mitad de todas las ganancias que él obtuviese.
Algunos jugadores que han probado esta máquina dicen que se han sacado 20, 80 o incluso 300 euros de premio. Pero el implicado, en apenas cinco meses, amasó 71.000 euros, diez veces el sueldo anual de un trabajador que cobre el salario mínimo.
El dueño empezó a sospechar porque, en determinadas horas, la máquina empezaba a dar premios seguidos sin apenas pérdidas. El aparato daba más premios que el dinero que recaudaba. En vez de ganar la banca, toda la suerte iba para el cliente. Allí había gato encerrado.
La comisaría descubrió que el sospechoso se pasaba la noche en el salón recreativo, a veces, junto a otros cinco clientes o más. A eso de las tres de la madrugada, los últimos jugadores se retiraban y el fullero se quedaba solo. Era el momento de actuar.
La empleada aprovechaba esos ratos en los que el salón estaba vacío para pasarle la llave o tarjeta del ruletero al jugador, que así tenía acceso libre para interferir manualmente en el mecanismo de la máquina.
En la soledad de la noche, el tahúr probaba suerte con muchas apuestas seguidas. Si fallaba, anulaba la jugada y esta desaparecía del cómputo. Recuperaba el dinero, volvía a pulsar los botones, la bola saltaba y seguía el juego. Si ganaba, había premio. Si perdía, borraba la apuesta.
Pero el plan tenía un fallo. Los tramposos no sabían que la memoria de la ruleta electrónica registraba todas las jugadas del día, las ganadas, las perdidas y las anuladas minuto a minuto. El listado reveló que la máquina anulaba cientos de jugadas seguidas en poco tiempo. «Por ejemplo, de 800 partidas seguidas, había 700 anuladas, si fuesen una o dos pasarían desapercibidas», dice un experto. Al repasar todo el listado de partidas, el dueño y los investigadores llegaron a la conclusión de que un afortunado jugador tenía una suerte fabulosa o hacía trampas.
El principal sospechoso era un cliente asiduo que resultó ser un vecino de Sanxenxo y viejo conocido de la policía. Sumaba 5 arrestos, la mayoría por estafas.