
La Sección Femenina de la Falange celebraba en Vigo cursos de mecánica para damas, la apoteosis del machismo
14 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.«La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular, no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse». La sentencia es de Pilar Primo de Rivera, fundadora y presidenta de la Sección Femenina de la Falange Española, rama para la mujer del partido político inspirador del franquismo.
Otra de sus frases rezaba: «Las mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles». Así que, con semejante lideresa, no es de extrañar que la organización resultante fuese netamente machista.
La Sección Femenina se encargaba del Auxilio Social y de organizar el Servicio Social de la Mujer, remedo del servicio militar masculino. También, de la formación de las españolas en los tres ámbitos básicos para Pilar Primo de Rivera: ser buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas. El modelo inspirador de Doña Pilar eran Isabel La Católica y Santa Teresa de Jesús, dos personajes que curiosamente vuelven a estar muy de moda en nuestros días a través de series y películas.
En los años finales de la dictadura, la Sección Femenina, como buena parte del franquismo, quiso darse un cierto barniz de modernidad. Y a los tradicionales talleres de cocina o costura, añadió algunos que hasta entonces eran competencia exclusiva de los hombres. Este fue el caso de los cursos de «mecánica para damas» que aparecen a finales de los años 60.
En Vigo, eran impartidos en el instituto de Formación Profesional Acelerada número 6, en el Meixoeiro, actualmente el CIFP Valentín Paz Andrade.
La prensa de la época recibió estos cursos con un ejercicio de machismo indescriptible. Lo resume esta frase del periódico El Pueblo Gallego, donde se pone en duda que tales estudios sean de ningún provecho, «porque para una mujer lo más grato de un coche es el espejito retrovisor en el que puede completarse con un gesto de coquetería el grato rizo del cabello».
El periodista asegura que la mecánica es impropia de las mujeres, «quizá porque el motor es siempre algo que mancha las manos».
En otra crónica, el redactor fantasea con algo inconcebible: que una mujer se detenga a ayudar a un hombre. «Cualquier día nos vamos a encontrar en una carretera con una avería y, cuando el coche pare, bajará una dama», escribe el autor, «y le contestaremos: «Perdone, señora o señorita, que la haya molestado. Puede seguir. Es que tengo una avería en mi coche...» Y la señora o señorita, se apea, ausculta el motor accidentado y lo repara en un santiamén».
El periodista de El Pueblo Gallego, concluye su reportaje, fechado en 1970, asombrado con el momento histórico: «Así pues, eso de pararse en la carretera para ayudar a una conductora con su coche averiado va a pasar a la historia». En realidad, lo que pasó a la historia fue pararse en la carretera a socorrer a nadie en caso de avería.
En otro diario, el periodista entrevista a un monitor del curso: «¿Cree usted que de verdad la mujer necesita estos conocimientos?», pregunta el reportero. El profesor responde: «¡Desde luego! Si manejan una máquina de coser o una plancha eléctrica, se hace necesario que la conozcan. Lo mismo sucede con un coche».
Años más tarde, el pitorreo mediático se hará aún más grande cuando la Sección Femenina comience a ofrecer un curso de conductora de tractor. Aunque se le intenta dar un aire de modernidad, el machismo rezuma por todas las crónicas. Los cursos de mecánica para damas o mecánica para señoras siguieron impartiéndose hasta 1976. Leer 40 años más tarde las crónicas de la época mueve al asombro y supone el alivio de que algo hemos avanzado en la civilización desde entonces. Al menos, hoy en día, tales barbaridades... ya no se escriben.