
La idea es que los propios residentes hagan tareas que hasta ahora realizaba el personal
06 jul 2017 . Actualizado a las 13:08 h.La filosofía de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres de Teis está cambiando por completo. En la actualidad llevan a cabo una exhaustiva reestructuración de su centro, iniciada desde el momento que se hizo cargo de la gestión el Arzobispado de Barcelona. Según explica la propia organización religiosa en la notificación de despidos de empleados por causas objetivas, «se está procediendo a derivar a los usuarios de nuestro centro que son mayores de 65 años y aquellos que son más dependientes a residencias de ancianos». Indica que «los nuevos ingresos que se están realizando se procura que respondan a un perfil de inclusión y que sean personas que puedan mantener su autonomía personal».
Ante esta serie de cambios «pasando de la atención a personas con gran dependencia a personas que se pretende volver a incluir en la sociedad», se están llevando a cabo una serie de reajustes en la plantilla para aprovechar al máximo el trabajo sin incrementar los costes. Los reajustes incluyen un goteo de despidos que se llevan a cabo en la actualidad.
«Al ser un centro de inclusión social y emergencia debemos alcanzar el ratio de personal de inclusión que la Xunta nos marca», apuntan los responsables.
Con el mismo objetivo de contener costes se han externalizado servicios, como ha sucedido con la cocina, adjudicada a la firma Endermar. Al mismo tiempo se restan tareas al personal que son realizadas de forma directa por los residentes. La idea, según los responsables del centro, es «lograr que tengan una mayor autonomía, lo que mejora su autoestima y ayuda a regularizar los costos».
Los gestores del centro advierten que a pesar de la contención del gasto, «los resultados aún se mantienen muy por debajo de lo mínimo indispensable para que la continuidad del centro a medio o largo plazo pueda mantenerse. Como ejemplo, citan el presente ejercicio 2017, del que dicen, no se ha nivelado el resultado, por lo que está al mismo nivel existente al cierre del 2016 en cuanto a ingresos, minorándose algo los costes. Calculan que de seguir con la actual tendencia, el balance a finales de año será negativo.
A la hora de los despidos alegan razones económicas y organizativas. Entre las primeras recuerdan que al ser un centro de inclusión social tiene que regirse por la normativa regulada por la Xunta de Galicia para este tipo de dependencias.
Los ingresos proceden de subvenciones oficiales, donaciones y legados, además de los resultantes de la prestación de servicios a los internos.
El balance de los últimos tres años ha sido cada vez más negativo, tanto en lo que se refiere a donaciones y legados como a prestación de servicios y subvenciones oficiales, aunque estas últimas tuvieron un leve repunte en el 2016 con relación al año anterior. La situación descrita en la actualidad contrasta con el panorama esperanzador pintado por el comisario designado por el Arzobispado de Barcelona, Ramón Batlle, el pasado 1 de marzo en las instalaciones de Teis. En su intervención ante los medios indicó que «el Arzobispado de Barcelona desea que todo el patrimonio de la institución siga teniendo la finalidad para la cual fue donado. De esta forma, a través de la fundación, queda garantizada la continuidad y permanente mejora de la obra social». Incluso anunció que las plazas pasarían de 112 a 150, aunque no aclaró a qué tipo de usuarios se destinarían ni cómo se afrontaría el nuevo plan director.
«En cierto modo no me ha sorprendido que me despidieran»
Esta semana han sido dos las trabajadoras despedidas, pero no son las únicas afectadas por los recortes del centro de Teis, que en los últimos tiempos salpican a empleados y residentes.
«En cierto modo no me ha sorprendido que me despidieran, era como un estorbo. Cuando lo llevaban los hermanos tenía muy buena relación y confiaban en mí», comenta una de las personas que desarrollaban su trabajo en la residencia de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres de Teis.
En su opinión y en la de algunos exresidentes, lo que está pasando en el centro «es increíble. Hay mucha gente en la calle. Unos se van por aburrimiento, no aguantan más; a otros les buscan plaza en otros sitios... El centro pasó de tener más de doscientas personas a no llegar a cien.
Los responsables achacan en parte la reducción de plazas a la necesidad de adaptarse a la normativa de la Xunta, que establece que los residentes tienen que disponer de un espacio vital suficiente. Para cumplir con este precepto pasaron de tener cuatro usuarios por habitación a tres.
Si bien algunos empleados temen que los despidos no sean más que una caza de brujas de las personas de confianza de los antiguos hermanos, sin embargo, entre los despedidos también hay gente contratada por la nueva gerencia.
Lo que sí es cierto es que el ambiente del centro está enrarecido desde que tuvieron lugar los cambios hasta el punto de producirse enfrentamientos entre los residentes y saldarse con la expulsión de uno de ellos. Es lo que le sucedió a Manuel Couto, encargado durante muchos años de la carpintería.