Cuenta con tres cámaras frigoríficas con capacidad para 9.000 toneladas
01 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Veintitrés meses después de que el fuego devorara buena parte de la planta de Fandicosta en Domaio, una de las mayores de almacenamiento de pescado de Galicia, vuelve a recuperar la actividad. «Ya hemos iniciado la primera de las tres cámaras con las que cuenta. Estamos en plena fase de pruebas», afirma el director de recursos humanos de la compañía, Alfredo Campuzano, que añade que antes de que remate el mes las instalaciones estarán plenamente operativas.
La apertura les permitirá, entre otras cosas, acabar con el peregrinaje de mercancía al que se han visto obligados para seguir atendiendo a los clientes. Hicieron lo imposible por mantener los compromisos con todos ellos porque, según afirmó en su día el propietario de la empresa, Ángel Martínez, «si no encontramos una solución para los clientes ahora, puede que luego terminemos perdiéndolos».
Y la solución que encontraron, siguiendo la lección que habían recibido de Campofrío, cuya planta principal había sido poco antes también pasto de las llamas, fue alquilar espacio en otros recintos frigoríficos del entorno, dado que las naves con las que también cuentan en Vigo y Vilagarcía, no eran suficientes para cubrir la demanda. Campuzano estima que a día de hoy almacenan unas 4.000 toneladas de pescado en congeladores ajenos, lo que encarece los costes operativos relacionados con la logística en torno a un 10 %.
La buena noticia es que el empeño que pusieron en atender a los clientes se refleja en el balance, ya que cerraron el 2017 con una cifra de negocio muy similar a la que alcanzaron en el 2015, el ejercicio anterior al incendio: 105 millones de euros. La apertura coincide con la llegada de las primeras remesas de los caladeros del Atlántico sur, en plena campaña de pesca del calamar.
Cuando en tres o cuatro semanas las instalaciones de Domaio vuelvan a estar a pleno rendimiento, tendrán capacidad para almacenar 14.000 toneladas de pescado congelado.
El compromiso del empresario era reabrir en unos meses, como mucho en un año. Con lo que no contaba era con la suspensión de parte de la ordenación urbanística de Moaña, que pilló de lleno al área sobre la que se levanta el inmueble. Con tal motivo, la obra se retrasó doce meses. Tenían planos, tenían financiación e incluso tenían alguna maquinaria comprada. Lo que no tenían era licencia para arrancar los trabajos. Al final, en mayo del 2017 pudieron entrar las máquinas en el solar para derribar las contadas paredes que quedaban en pie y nivelar el terreno.
La inversión ronda los 20 millones de euros, la mitad de ellos correspondientes a equipamiento y maquinaria. Con el fin de aprovechar el mayor espacio posible han instalado estanterías móviles, de forma que no se pierden metros en pasillos. Basta con dejar uno para que circulen las carretillas que, en función de las necesidades, se va moviendo a placer para acceder al palé deseado.