
Contó en un libro cómo perdió a su madre y a su mejor amiga en un accidente que provocó un conductor ebrio y la editorial deberá indemnizarla por incumplir el contrato
03 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Estela Costa (Vigo, 1993) tiene una historia que merece ser contada y por eso lucha para que se conozca. Es la historia de su infancia, marcada por lo más trágico que le puede suceder a una niña, la muerte de su madre y de su mejor amiga en un accidente de tráfico. También es la historia de cómo logró superarlo. Ocurrió el mismo día que volvía de celebrar la fiesta de su primera comunión, en junio de 2002. Un conductor ebrio con el carné retirado y que circulaba a 115 kilómetros por hora en una vía de 50 colisionó contra el vehículo en el que viajaban. Su madre y su amiga fallecieron. Entonces no eran obligatorios los cinturones de seguridad traseros y ella salió despedida del coche. Se debatió entre la vida y la muerte en coma durante quince días en la uci. «Los médicos ya habían dicho que no daban nada por mí», recuerda. El hombre reconoció que iba como un loco y fue condenado. Estela tuvo que recibir apoyo psicológico.
Doce años más tarde, decidió escribir un libro sobre cómo ha ido superando este fatal acontecimiento. Lo hizo como terapia, pero también pensando en ayudar a muchas personas que puedan encontrarse en una situación similar. «Quiero hacer ver a mis lectores que la vida da vueltas y que puedes encontrar el sitio adecuado en el mundo para ti. Que luchen, que crean en ellos mismos y que no se rindan y que, aunque haya que luchar el doble que los demás, podemos ser felices», afirma.
Un día una amiga leyó el libro, le gustó mucho y le animó a publicarlo. Así hizo, pero asegura que la editorial la dejó en la estacada después de cobrarle más de 3.000 euros, incumpliendo compromisos que había firmado con la autora. Una sentencia de un juzgado de primera instancia de Granada acordó resolver el contrato firmado el 10 de junio de 2014 y condenó a Ediciones Dauro a abonarle 3.120 euros por los gastos realizados y 1.560 euros por daños y perjuicios. A día de hoy, no ha cobrado un solo euro de lo dictado en el fallo judicial y Estela se siente decepcionada. Sintió la necesidad de compartir los sentimientos más íntimos de su vida y se topó de bruces con el afán lucrativo de algunas empresas que se aprovechan del talento de los escritores noveles en busca de una oportunidad.
Promesas
Dice que le prometieron hacer una campaña de márketing, organizarle presentaciones en la ciudad para dar a conocer su obra y venderla, así como publicidad en marquesinas, radio y televisión. «Me siento muy frustrada, herida por la justicia. Lo más duro es estar llevando esto sola y que no te apoye nadie, más cuando lo único que quiero es hacer es un bien, que la gente que tenga que atravesar una situación como la mía se sienta apoyada cuando me lea», afirma. «Es frustrante saber que se están aprovechando del duro trabajo y las ilusiones de miles de autores», añade.
Pero no se rinde y espera que su libro se encuentre algún día al alcance de quien lo quiera leer.
Las páginas de Alma de infancia empiezan con un recuerdo del accidente, de su ingreso hospitalario, la vuelta a casa y también habla de lo duro que fue reengancharse a la vida escolar y de los momentos en los que sufrió bulling. Cuenta la historia de una chica que no encuentra su rumbo en su vida. Pero un día descubre los combates de lucha libre o wrestiling, donde la gente nunca se rinde y cambia.
Estela nunca estuvo conforme con la sentencia que condenó al conductor que provocó la muerte de su madre y de su mejor amiga. Piensa que por lo que hizo debería de haber cumplido años de prisión. Le preguntó a sus padres por la posibilidad de reabrir el caso pero no era posible al haber sido ya juzgado y sentenciado. «Siento mucha rabia porque me arrebataran a mi madre y a mi mejor amiga de la infancia en un día tan especial», afirma.
Desde entonces, su vida no volvió a ser la misma. «Opté por superarlo, intentando dejarlo atrás, tomándomelo como algo que me tocó a mí», asegura. No fueron años fáciles y reconoce que sintió una gran incomprensión en el colegio en el que estudiaba. Un profesor llegó a decirle una vez que merecía las mínimas calificaciones.
«Socialmente el accidente me dejó secuelas», afirma esta joven que está a punto de cumplir 25 años. Sufrió el acoso de muchos compañeros de colegio, que también ha puesto de manifiesto en su libro. Durante años fue como una autómata centrada en sus estudios, que le costó sacar adelante. Sacó un ciclo medio de comercio y márketing y un ciclo superior de educación, que reconoce que es lo que más le apasiona.
También se ha formado como monitora de tiempo libre y ya le ha salido algún trabajo en este campo. La escritura es otra de las pasiones de Estela, aunque haya tenido mala suerte con la editorial. «Hay muchos escritores que temen reclamar para no verse como me veo yo ahora, que ya no tengo editorial, con lo complicado que es lograr que te lean y además me veo con menos dinero y sin haber logrado nada», lamenta.