
Un año de cárcel para el gancho que estafó 2.500 euros a una viguesa a la que prometió darle parte de su premio del cupón de la ONCE
20 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El timo del tocomocho o la estampita recuerda a esos tiempos del estraperlo y de la España de los años 50. El estafador se hace pasar por un deficiente que tiene papeles sin valor y la víctima se ofrece a ayudarle al ver que se trata de billetes premiados de la lotería, con la idea de sacar un suculento beneficio. Pero primero, un gancho convence al incauto de que debe adelantar algo de dinero en metálico. Este viejo método sigue funcionando en Vigo y la gente aún pica.
Así lo prueba la condena de ayer a un estafador que usó esta tradicional fórmula de la picaresca, aunque en vez de estampitas mostró supuestos cupones premiados de la ONCE. El acusado, que era reincidente, aceptó un año de cárcel por un delito de estafa en una vista por conformidad que se celebró ayer en el Juzgado de lo Penal número 1 de Vigo. Indemnizará a su víctima con 2.500 euros. La pena quedó suspendida a condición de no delinquir y devolver el dinero. Su papel era hacer de gancho.
Todo empezó el 11 de marzo del 2015. Una implicada, que simuló ser forastera, charló con la dueña de una finca de 60 años cerca del cementerio de Bouzas. Le preguntó si conocía algún lugar dónde comprobar si unos cupones de la ONCE estaban premiados y ella le remitió a un hipermercado de Coia. La foránea le pidió a la vecina que la acompañase al centro comercial. En ese momento, apareció el gancho, aparentó telefonear y le reveló a la víctima que los cupones estaban premiados con 60.000 euros cada uno, 600.000 en total.
La propietaria de los cupones les pidió a la víctima y al gancho que lo acompañasen a cobrarlos y les daría un cupón a cada uno, ya que tenía diez. La vecina accedió y fueron en el coche del gancho. De camino a Coia, la poseedora de los cupones pidió garantías de que no se iban a aprovechar. El gancho dijo que solo podía sacar 6.000 euros del banco. Fue a una sucursal de A Florida y mostró un sobre que no abrió. La víctima sacó 2.500 y los entregó. Al poco, le pidieron que fuese a buscarles una botella de agua y, al volver, la pareja había volado con su dinero.