TVigo tiene 39.308 perros censados, según la última estadística de Medio Ambiente. Con lo que tocamos a un can por cada ocho vigueses, lo que explica que se hayan convertido en un codiciado compañero de piso. Ya hay casos de préstamo de mascota entre vecinos, mientras que en los hogares hay piñas por bajar al mejor amigo del hombre. Ahora más amigo que nunca.
Imagino la estupefacción de esos casi cuarenta mil perros, paseados a todas horas. Antes tenían que ir a buscar su correa y llevarla en las fauces hasta el sofá de su dueño, moviendo el rabo. Ahora, algunos habrá que ya se esconden debajo de las camas para evitar tantas excursiones callejeras.
Otro tanto sucede con el pan, cuya adquisición se ha convertido en una actividad de ocio de primera magnitud. De lujo, prácticamente. A día de hoy, quien ha salido a comprar una barra de pan ya puede decir que ha vivido un diazo. Incluso es una anécdota para contar. Y hay familias donde los chavales, que jamás se ofrecieron a nada, se pelean ahora entre ellos por ir a buscar una barra artesana o a echar la basura.
Mientras tanto, por desgracia, sigue habiendo otros vigueses a los que todo esto se la trae al pairo. El día de San José hubo en Vigo 60 denuncias contra impresentables que paseaban por Samil o por las avenidas de Coia como si el drama de esta pandemia fuese una broma. O gente descubierta tomando vinos en bares cerrados o haciendo fiestas en casa. Gente que se cree que esta tragedia es un guateque. Ya lo proclamaba Larra: “¿Entre qué gente estamos?” Porque nos dejan tan estupefactos como esos pobres perros sobrepaseados…