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El filántropo Policarpo Sanz legó una gran fortuna a Vigo

j. miguel gonzález fernández HISTORIADOR Y MIEMBRO FUNDADOR DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS VIGUESES

VIGO CIUDAD

Enseñanza y beneficencia fueron sus principales destinatarios

15 feb 2022 . Actualizado a las 01:26 h.

Si hay que hacer mención de dos filántropos que fueron sumamente generosos con la ciudad de Vigo, esos son, sin duda, el verinense afincado aquí José García Barbón y el también foráneo Policarpo Sanz, ambos muy conocidos tanto por sus magnas obras y legados como porque de sus nombres se hace eco en el callejero del centro de la urbe. Conozcamos con detalle la herencia que para la posteridad dejó el segundo.

Los restos de Policarpo Sanz Soto (Marín, 1841 ? París, 1898) descansan en el cementerio de Pereiró. Transcurrió su infancia en Vigo, de donde era su madre, pero pasó gran parte de su vida entre La Habana (Cuba) y Nueva York (EE. UU.). Allí conoció a la que sería su esposa, Irene Ceballos Sánchez. Se hizo, con la aportación de su mujer, una gran fortuna en negocios mercantiles y financieros.

En su testamento protocolizado en la última ciudad con fecha 1 de junio de 1888, además de nombrar albaceas a su esposa y tres amigos y «caballeros» de París y Vigo, legaba primero 200.000 pesos (luego quedó en 132.000) de oro español que se debían invertir en hipotecas y rentas seguras, para adquirir los terrenos fuera de la urbe y construir un edificio para colegio de primera y segunda enseñanza con el nombre de Santa Irene, y con capacidad para 200 o 300 alumnos, adjudicándose las obras al arquitecto que ofreciese mejores condiciones. Era gratis para los niños pobres de la ciudad y su entorno y, si quedaban plazas vacantes, los pudientes pagarían una cuota. Tendría un plantel de director y profesores, por oposición, capaces y de buena moral. El colegio iría dotado con el material más moderno en Europa.

Al fallecimiento de su esposa quedará «una colección de cuadros, compuestos de 94 originales y 3 copias, de maestros antiguos y modernos, como también todos los objetos de arte, porcelanas, relojes, etc, serán colocados en los salones del colegio, que para el objeto servirá de Museo de Vigo». Este centro abriría sus puertas dos veces por semana, gratis para los vigueses y por una peseta para foráneos y extranjeros, teniendo los artistas facilidades para acceder a él. Señalaba que sería propiedad del Ayuntamiento, como representante de la ciudad de Vigo, y que velaría por sus intereses y no le podría dar otro destino, pero dos veces al año por lo menos debía publicar el balance de cuentas en los diarios de la localidad para que los habitantes pudieran aplaudirlas o censurarlas. Es el germen del instituto que sigue llevando su nombre en As Travesas, el primero que hubo en la ciudad.

En segundo lugar, legaba 100.000 pesos (después 50.000) para la compra de terrenos y edificio a las afueras de un hospital de caridad para enfermos de ambos sexos, con un departamento exclusivo para pobres con camas separadas, que atenderían las hermanitas de la caridad. Estaría muy bien amueblado y con farmacia. Añadía que se sacarían los fondos de los intereses y el Concejo sería el administrador. Si todavía sobrase dinero de su capital se invertiría la mitad en hipotecas sanas para crear una escuela de niñas pobres en la ciudad, atendida por las hermanas de María u otra congregación capaz. El obispo de Tui en el cargo, o persona de su confianza, examinará las cuentas de todas las fundaciones dos veces al año, sin que el Ayuntamiento se entrometiese. En caso de disparidad, actuaría de árbitro el «mayor contribuyente» de Vigo. En el frontal de las fachadas iría una inscripción de bronce en mayúsculas con el nombre de los benefactores, el destino del establecimiento y el año de inauguración.

Al margen, y como primer legado, donaba las rentas de 10.000 pesos puestos en Vigo a su prima Filomena Pérez, y cuando muriese esta sin herederos forzosos pasarían a la Casa de Beneficencia.

El Ayuntamiento olívico acordó por unanimidad en 1890, una vez conocidos los términos del más que generoso testamento, darle su nombre a la calle de Circunvalación, «de las principales de Vigo». Una de las pocas ocasiones en que se hizo reconocimiento de los méritos filantrópicos de un benefactor.

Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses