El colapso de las protectoras de Vigo y Cangas ha empujado a María Rodríguez, una joven estudiante de Educación Infantil, a implicarse, incluso con su casa, en el salvamento y protección de perros abandonados
13 ago 2023 . Actualizado a las 01:58 h.María Rodríguez Domínguez (Vigo, 22 años), junto con la ayuda de su madre Yolanda y de protectoras, lleva a cabo rescates de animales abandonados desde hace unos cuatro años y medio. Su primera aventura estuvo protagonizada por una pastor alemán que encontraron atropellada en la carretera. «Estuvo toda el confinamiento por coronavirus con nosotras y al final no dudamos en quedárnosla», comenta.
Aquello fue poco a poco en aumento. Tras la adopción de Akira, madre e hija conocieron a Daniel Canela, un adiestrador canino profesional. María requirió su ayuda y a partir de ahí surgió una amistad provechosa. «Comencé a tener contacto con Daniel porque me empezó a gustar todo el tema de trabajar con perros y de educarlos. Además, quise ayudar a los animales que más lo necesitaban y Dani me llevó a la protectora con la que llevaba trabajando diez años, Bai.senpulgas», explica. Tras esta primera toma de contacto, empezó su labor como voluntaria.
Hace tres años, aproximadamente, las protectoras comenzaron a saturarse, sobre todo las de la zona de Vigo y Cangas. Así que decidieron llevar a cabo también por su cuenta rescates y acogidas. Actualmente, madre e hija llevan cincuenta rescates en solitario y alrededor de 150 con la protectora. Bai.senpulgas no es con la única asociación con la que trabajan, ya que, colaboran también con Rescue Galicia y Tú eres nuestra ayuda. «Lo más gratificante es verlos con una familia, felices», asegura la activista viguesa.
Según explica la rescatadora de perros, normalmente cuando se detecta a un animal que está abandonado con signos de maltrato hay dos posibles escenarios. El primero es que el animal tenga chip. Entonces, o se entrega al dueño o se impone una denuncia por maltrato, y mientras tanto permanecerá en la perrera municipal. Estos juicios suelen durar entre un año y medio y dos, ya que en Galicia no se permite el sistema de acogida durante este tiempo. «Muchas veces nos ha pasado que denunciando al dueño y teniendo un informe veterinario desfavorable, que dice que el perro tiene signos de maltrato, hemos tenido que devolver el perro a su propietario», comenta. El segundo escenario es que el animal no tenga chip, por lo que no es legalmente de nadie y puede ir a una protectora sin ningún impedimento.
«Cuando traemos un perro rescatado, a mí y a mi madre nos condiciona la vida totalmente, es una responsabilidad hasta que el perro se vaya adoptado y esté con una familia», explica María. Las acogidas, dice, son un trabajo completo de 24 horas diarias. Por eso se involucra siempre y cuando tenga el tiempo necesario para dedicarle al perro. Si no, lo que hace es delegar en la protectora que pueda.
En cambio, cuando tiene tiempo para la acogida personal del perro, pese a vivir en casas separadas, la acogida la hace con el apoyo de su madre. Rodríguez suele pasar dos horas, a primera hora de la mañana, trabajando con el animal hasta que se va a trabajar. A medio día, Yolanda Domínguez le hace el relevo a su hija hasta que esta regresa, y por la tarde la activista vuelve a pasar otras dos horas con el perro trabajando, paseando, limpiando sus zonas, y otras. Esta rutina la vuelve a repetir la madre a las diez de la noche, cuando es ella quien vuelve de su trabajo. «Por la noche, incluso, los perros que no están acostumbrados a vivir en una casa son incapaces de tranquilizarse y dormir, rompen todo o se suben por cualquier sitio para intentar escaparse», explica Rodríguez.
Esta labor social, en el 90 % de los casos, está costeada por ellas mismas, aunque explica la más joven que la protectora siempre está disponible para ayudarlas económicamente. Si no piden más ayuda es porque son conscientes de las limitaciones a las que se ve expuesta la organización. «Lo que nosotras hacemos con dos perros al mes la protectora lo hace con diez, no podemos pedirle más», comenta. Los rescates y las acogidas suelen acarrear un gasto de 200 euros por animal, si este solamente necesita los cuidados básicos. Por el contrario, si llega atropellado o con otro tipo de lesiones, el precio puede ascender a 400 euros por perro. «Normalmente solemos ir al mismo veterinario porque conoce la labor que hacemos y nos suele ayudar mucho y hacernos descuentos», comenta.
Las protectoras no perciben ningún dinero de la Administración, este solamente es para la perrera municipal. Las instalaciones suelen mantenerse con las aportaciones de los socios (según comenta, es un importe de entre diez y quince euros mensuales), la venta de loterías y las donaciones voluntarias de personas. Además, consiguen salir a flote gracias a la labor desinteresada de los voluntarios que no cobran por su trabajo y que hacen turnos diarios.